La ocupación del Capitolio saca a la luz el grado de descomposición que atraviesa Estados Unidos. Las luchas por abajo, reprimidas y silenciadas por el poder real, marcan la agenda. El recambio presidencial no logrará sellar la crisis. Tampoco un eventual recambio de la locomotora del capitalismo mundial. El socialismo como único horizonte humano realista.

Estados Unidos fue la primera potencia del mundo en el siglo XX. Su industria y tecnología fue dominante. A partir de la Segunda Guerra Mundial el dólar fue la moneda global. Durante el siglo anterior, el XIX, los pueblos originarios de América del Norte, los llamados “Pieles Rojas” (apaches, sioux, cheroques, navajos, etc.) fueron exterminados. Después vino la mano de obra esclava negra traída de África. Más tarde, el pobrerío de Irlanda, Italia y otros lugares de Europa a quienes no se dudó en calificar de “negros” para marcar su lugar subordinado en la sociedad de la “igualdad de oportunidades”. Ya en el siglo XX los inmigrantes latinoamericanos, con su imprescindible mano de obra barata, se sumaron también a la marginalización social. La clase dominante expresó siempre y hasta nuestros días un racismo blanco, protestante y anglo céntrico que la hacía creerse de una superioridad portadora de un “Destino Manifiesto” para imponer, en cualquier parte del mundo, su estandarte ideal de “Libertad y Democracia” que en realidad encubría  el más cruel sometimiento y dependencia.

Con la Presidencia de Donald Reagan, acompañado por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Pinochet en Chile, se impuso a sangre y plomo el neoliberalismo, que benefició a los sectores del poder en detrimento de las mayorías. La distancia social y económica entre ricos y pobres se acrecentó. Se privatizaron la salud y l educación. En EEUU se inició la desindustrialización de regiones enteras del país. Fue la caída de Detroit, capital de la industria del automóvil. Los capitales buscaron mano de obra barata en China y países asiáticos. Desde la crisis del 2008 los salarios industriales disminuyeron en un 20%. En las presidencias demócratas de Clinton y Obama se impulsaron las políticas neoliberales. Acá no hubo diferencias con los socialdemócratas europeos. Trabajadores blancos de estas zonas industriales viven el deterioro de sus salarios y la precariedad de sus trabajos. También sectores de clase media. En la incertidumbre y miedo de esos sectores se apoya el discurso nacionalista, racista y antiinmigratorio de Trump: “América First” Estados Unidos ante todo. Y construye el Gran Muro para que no entren los mexicanos y centroamericanos, y a los ingresados los expulsa.

CRECEN LAS LUCHAS

Pero la clase trabajadora norteamericana también tiene tradiciones clasistas que  se están expresando. Clasismo no como el interés económico estrecho de una parte (privilegiada) de la clase trabajadora, sino como unidad práctica entre lxs explotadxs y oprimidxs de ese país profundamente racista.

Los trabajadores portuarios de ambas costas hicieron paro y se movilizaron contra la represión policial y racista y por la libertad de los detenidos en las movilizaciones después del asesinato de George Floyd. En varios estados, sindicatos adheridos a la AFL-CIO (Central Obrera) pidieron una huelga general por el mismo motivo. Los choferes de los ómnibus se negaron a transportar manifestantes detenidos por la Policía. En el año 2020 se hicieron más de 1100 huelgas salvajes (es decir, sin “autorización”) contra el empeoramiento de las condiciones laborales. Miles de docentes se niegan a las clases presenciales en el contexto de colapso a causa de la pandemia. Personal de Sanidad se sindicalizó y fue al paro. Desde abril a diciembre del 2020 se registraron más de 13.000 protestas en Estados Unidos, reprimidas mucho más violentamente que a los incursores en el Capitolio. Años antes, en el 2011 fueron las protestas de “Occupy Wall Street”. Más tarde, la lucha con fuerte protagonismo de las mujeres y disidencias del “Not my president”.

En estos últimos meses se dio el movimiento de protesta social más grande de toda la historia de Estados Unidos. El fanatismo fascistoide y antisocialista de Trump y de la asonada en el Capitolio del 6 de enero es reacción a todo este proceso. Es también expresión de la incapacidad manifiesta de afrontar la Pandemia que ya se acerca a los 400.000 fallecidos (cifra más de seis veces superior a los cerca de 60 mil yanquis muertos en la Guerra de Vietnam entre 1964 y 1975).

Los recientes hechos en el Capitolio indican también una fragmentación del aparato del estado. De hecho el Partido Republicano está fracturado. El inesperado comunicado en estos días del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de EEUU advirtiendo al Ejército que debe respetar la Constitución y al nuevo Presidente es una señal de disidencias. La “Democracia y el Estado de Derecho” capitalista y norteamericano se revuelcan, con las imágenes del Capitolio, en el escepticismo mundial.

El 20 de enero asume como Presidente Joe Biden. De la derecha del Partido Demócrata ganó por escaso margen a Trump que sacó 70 millones de votos. Por lo tanto inicia con debilidad su periodo. ¿Qué podemos esperar? El conflicto con China por tecnología y control económico de zonas se va a mantener. La carrera armamentista se sostendrá con una OTAN orientada al Pacífico con vista  al Mar de China. El equipo que asesora a Biden en temas internacionales es el mismo que tuvo Obama para la guerra en Siria y  la invasión a Libia. Algunos estrechamente relacionados a los principales fabricantes de armas. Mantendrá la prioridad del mercado interno y por lo tanto se repetirán los conflictos con Europa, Japón y Australia que intentan ingresar al mercado estadounidense. Seguirá con el bloqueo a Cuba y Venezuela. Y la provisión de armamentos y asesorías a las Fuerzas Armadas del resto de países latinoamericanos.

¿Y CHINA?

Se han multiplicado los que pronostican que China será la nueva locomotora del mundo y que en este siglo XXI conducirá el capitalismo mundial. Y no faltan representantes del progresismo que se apuran a cantar loas por este eventual “recambio imperial”. Desconocen que la actual crisis amenaza con desestabilizar la base de la restauración capitalista china. Que China está inmersa en la actual debacle global y que la sobrevivencia humana, amenazada por el capitalismo pandémico, exige una revolución económica, social y sanitaria.

Córdoba. 17 de enero 2021. Carlos»Vasco» Orzaocoa

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