Es importante caminar con memoria. Frente a la inminente posibilidad de la aprobación de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, es fundamental comprender que significará un hito en nuestra historia, sí, pero un hito en una larguísima historia de lucha feminista y de las mujeres trabajadoras.

 

Las pioneras

La historia de lucha de las mujeres de Nuestramérica es enorme. Desde las primeras resistencias contra la invasión europea, como en las guerras de independencia. La historiografía oficial ha silenciado ese protagonismo. Miles de mujeres asumieron diferentes roles en la gesta libertadora. Fueron espías, enfermeras, pero también guerreras. Desde el barro de los combates u otros espacios hicieron propios los desafíos de su tiempo, desafiando a todos los poderes de la época, desafiando el machismo, el poder de la iglesia, el poder de la corona española pero también de los grandes comerciantes y terratenientes criollos. Mestizas, indígenas, afroamericanas ex esclavas, trabajadoras y campesinas pobres se unieron a los ejércitos revolucionarios en diferentes tareas y muchos casos su actuación fue fundamental para conseguir la victoria. Micaela Bastidas, Juana Azurduy, Bartolina Siza, María Remedios del Valle, María Magdalena Güemes son algunos de los nombres que hoy comienzan a recuperarse. Mujeres que combatieron no solo por la independencia sino por terminar con las formas de explotación y opresión de la sociedad colonial.

A finales del siglo XIX, derrotado el proyecto de emancipación social morenista y bolivariano; se profundizó la expansión del capitalismo sobre la base de la explotación y opresión y el racismo colonial que perduró. El Estado Argentino, se consolidó no sólo sobre la base de la masacre de pueblos originarios y apropiación de tierras, la opresión de los proyectos regionales, la proletarización forzosa de miles de campesinos pobres, sino también sobre la legalización del patriarcado: el Código Civil en Argentina sancionaba la inferioridad jurídica de las mujeres.

A la par de la organización de la clase trabajadora, se fueron desarrollando organizaciones con reivindicaciones específicamente feministas. Las primeras en nuestro país fueron las mujeres socialistas y anarquistas, y las llamadas “librepensadoras”, «las letradas» (provenientes de la alta o media burguesía) que pusieron en marcha cuatro demandas fundamentales: la remoción de la inferioridad civil, el acceso a una mayor educación, el auxilio a las madres desvalidas y el derecho al sufragio.

Tan temprano como en 1881 se llevó adelante una de las luchas que sería uno de los primeros hitos conocidos en la historia de la lucha obrera encabezada por mujeres: las maestras lideradas por Enriqueta Lucero realizaron una huelga por falta de pagos durante ocho meses de sus salarios en la Escuela Graduada y Superior de San Luis, en un hecho que constituye una de las primeras huelgas docentes del mundo.

Las mujeres constituían una parte importante de la clase obrera, siendo por ejemplo más del 50% de quienes trabajaban en la industria de indumentaria y textil, y también una parte importante de quienes trabajaban en las industrias cigarrera y frigorífica, y en oficios puntuales como los servicios telefónicos y venta en las casas de comercio. También fue muy alto el porcentaje de mujeres trabajadoras rurales, que debían realizar las tareas, por ejemplo de la cosecha, con sus hijes a cuestas.

Desde muy temprano las mujeres participaron de las organizaciones sindicales y políticas de la clase trabajadora, que quedaron plasmadas en algunas publicaciones obreras exclusivamente femeninas, como el periódico anarco sindicalista La Voz de la Mujer, dirigido por Virginia Bolten,  que tenía el lema de: «Ni Dios, ni patrón, ni marido»; por lo que podría considerarse como la primera manifestación obrera y explícitamente feminista que convocaba a las mujeres a rebelarse contra la opresión masculina, pero sin abandonar la lucha proletaria y era crítico a toda forma de autoridad: eclesiástica, patronal, estatal y familiar.

Ya por la década de 1910, Carolina Muzilli, otra obrera anarquista  pondría de relieve con sus investigaciones el gran número de mujeres que trabajaban en fábricas de calzado, de ropa y muchas otras clases de pequeñas fábricas y casas comerciales; poniendo de relieve con un notable estudio las muy malas condiciones laborales de las mujeres, uno de los muy pocos estudios científicos de las condiciones industriales de las mujeres y siendo crítica de las clases dominantes que nada hacían contra la explotación de mujeres y niñes.

Estas primeras mujeres obreras anarquistas, desarrollaron un feminismo ligado a la perspectiva de clase, que lo diferenciaría de otras corrientes feministas. Decía Muzilli “Yo llamo feminismo de diletantes a aquel que solo se interesa por la preocupación y el brillo de las mujeres intelectuales. […] Es hora de que ese feminismo deportivo deje paso al verdadero, que debe encuadrarse en la lucha de clases. De lo contrario será un movimiento elitista, llamado a proteger solo a aquellas mujeres que hacen de la sumisión una renuncia a su derecho a una vida mejor. Abomino de la humildad por el simple motivo de mi apoyo a quienes exigen bienes que les corresponden simplemente por vivir en un país donde se recita que «todos son iguales ante la ley»”. Sus investigaciones serían la base sobre la que el diputado socialista Alfredo Palacios impulsó las leyes en el Congreso Nacional.

Esta corriente de un feminismo con perspectiva socialista sería impulsada por un grupo importante de mujeres entre las que se destacan Fenia Chertkoff, Sara Justo y Alicia Moreau.

Nacida en 1869 en el Imperio ruso, Fenia también fue educadora y escultora, así como militante feminista, luchadora por los derechos de la mujer trabajadora y por la equiparación de derechos entre hombres y mujeres. Recibida de maestra normal, se especializó en pedagogía en la Universidad de Suiza, desde donde mantuvo intercambios por carta con Rosa Luxemburgo.  Por su militancia política clandestina debió exiliarse, llegando a Argentina luego de la muerte de su marido.  Aquí participó en las primeras huelgas obreras y contribuyó a la organización gremial de las trabajadoras de distintos rubros, como telefónicas, textiles, del comercio y de las fábricas de alpargatas; denunció también la situación de explotación de les niñes en industrias como la fosforera o la tabacalera, las malas condiciones de salubridad de las fábricas y las extensas jornadas laborales. En 1903 participó como delegada en el congreso del Partido Socialista, donde propuso entre otras cuestiones, la igualdad de género, la igualdad ante la ley para hijos legítimos e ilegítimos, la promulgación de una ley de divorcio y la investigación de la paternidad.

En 1920 fundó el Centro Socialista Femenino y la Unión Gremial Femenina, junto a sus hermanas y  Gabriela Laparriére y Raquel Mesina.  Junto a Carolina Muzilli, elaboraron el proyecto de Ley de Divorcio que fue impulsado de conjunto con el grupo de pioneras feministas más amplio que formaban, entre otras Raquel Camaña, Adelina Di Carlo, Elvira Rawson y Alfonsina Storni, que expresaban otras corrientes dentro del feminismo, centrada más en las reivindicaciones de los derechos políticos.

Entre el 19 y el 22 de mayo de 1910 se celebró en Buenos Aires el Primer Congreso Femenino  Internacional. Como representantes de Argentina participaron las primeras médicas y educadoras, pioneras y luchadoras por la igualdad de derechos, como Cecilia Grierson, Julieta Lanteri, Elvira Rawson, Alicia Moreau, Petrona Eyle, Sara Justo, Fenia Chertkoff. Allí comenzó a surgir con fuerza la lucha por el voto femenino.  María Abella Ramírez –una docente uruguaya radicada en La Plata– y Julieta Lanteri – inmigrante italiana que se había recibido de médica–, encabezarían la lucha por el sufragio de las mujeres sin limitaciones.

Los años 1920 fueron de ascenso en las luchas para la obtención del sufragio, con un mayor número de asociaciones de mujeres apoyando la medida, distinguiéndose ya dos grandes grupos dentro del feminismo: uno compuesto por mujeres de origen social más alto y más moderadas, y otro, de las mujeres que ligaban el feminismo a la lucha emancipatoria de la clase trabajadora. La Unión Feminista Nacional -Fundada en 1920 por Alicia Moreau, quien fuera designada por las organizaciones feministas argentinas como delegada en el Congreso Internacional de Obreras celebrado en Washington, Estados Unidos- estableció una alianza con el Comité Pro-Derechos de la Mujer, presidido por Elvira Rawson, para reclamar activamente el reconocimiento del derecho a votar de las mujeres y apoyar al Partido Feminista Nacional que impulsaba la candidatura a diputada nacional de Julieta Lanteri.

Con el descenso en el ciclo de luchas generales de la clase obrera, la corriente más radical iría también perdiendo centralidad, dando paso en la década siguiente a la primacía de las luchas políticas, de solidaridad, de unidad contra el avance del fascismo en Europa. En 1932 la Cámara de Diputados aprobó el voto femenino, pero nunca fue tratado en el Senado, donde -como ocurre hasta hoy- estaban las representaciones más conservadoras.  El voto femenino sería luego aprobado en 1949 y la primera experiencia de sufragio sería en 1951, con una masiva concurrencia de las mujeres a las urnas. Alicia Moreau había sido elegida junto a otras mujeres para integrar la lista de candidatos a diputados nacionales socialistas, pero en el marco de la persecución política del gobierno peronista fue detenida y, luego de ser liberada debió silenciarse, por lo que no pudo votar.

 

Los hitos en la lucha por el aborto legal[1]

En 1973 en la plataforma del Partido Socialista se incluye por primera vez la demanda del derecho al aborto.  En el marco de la llamada “segunda ola” del feminismo, la politización de la vida cotidiana de las mujeres señaló las desigualdades e injusticias del “ámbito privado”, llevando a lo público las formas de violencia doméstica. El derecho a una sexualidad libre se desarrolló prontamente como una de las principales demandas por la libertad de las mujeres, separándolas del destino que unía la femineidad con la maternidad. “Mi cuerpo es mío” se proclamaba mientras en las calles se exigía el derecho al aborto. Tanto la Unión Feminista Argentina (UFA), como el Movimiento de Liberación Feminista (MLF) se expresaron públicamente, con “volanteadas” o artículos en revistas reivindicando  la sexualidad libre, criticando la hipocresía del “Día de la Madre” y reclamando el aborto legal. Uno de los volantes de UFA proclamaba: “El embarazo no deseado es un modo de esclavitud / Basta de abortos clan-destinos / Por la legalidad del aborto / Feminismo en marcha”.

En 1974, tanto UFA como el MLF se manifestaron en contra del decreto presidencial que prohibía la difusión y venta libre de anticonceptivos. Se comienza a plantear que el embarazo no deseado es una forma de esclavitud para las mujeres y que es necesario acabar con los abortos clandestinos, legalizándolos. En 1974, se conformó una coordinadora para organizar un congreso para 1975, que se anunciaba como el Año Internacional de la Mujer. Las feministas del Frente de Lucha por la Mujer, que en su programa expresaba, entre otras demandas, que se derogara el decreto-ley que prohibía la difusión y el uso de anticonceptivos, la divulgación de anticonceptivos para ambos sexos y el aborto legal y gratuito.

Con la vuelta a la institucionalidad democrática se retoma la lucha por los derechos y en el campo popular no solo se discuten el divorcio y la patria potestad, sino también el derecho a una sexualidad plena y al aborto legal. Durante la primera manifestación callejera del Día Internacional de la Mujer trabajadora, el 8 de marzo de 1984, los volantes manuscritos sostenían “No queremos abortar. No queremos morir de aborto” y se escucharon los cantos “Qué destino, qué destino, muere una mujer por día por aborto clandestino”.

Por otra parte, el grupo feminista Asociación de Trabajo y Estudio sobre la Mujer, (ATEM “25 de noviembre”) realizó, a partir de 1982 y durante treinta años, encuentros anuales en los que tuvieron lugar los talleres que darían origen a la formación de la Comisión por el Derecho al Aborto. En 1987, ATEM organizó una mesa redonda sobre aborto en la que surgió la idea de crear una agrupación para la lucha por el Derecho al Aborto. Así, en marzo de 1988, con un grupo inicial conformado por Dora Coledesky, Safina Newbery, Laura Bonaparte, Alicia Schejter, María José Rouco Pérez y Rosa Farías, se formó la Comisión por el Derecho al Aborto. Comenzaron entonces a recolectar firmas en una mesa frente al Congreso Nacional, organizaron charlas y debates, editaron la revista Nuevos Aportes sobre Aborto y se organizaron para apoyar a las mujeres que querían realizarse ligaduras de trompas, participaron en la redacción de tres proyectos de ley y redactaron uno propio.

En noviembre de 1990, durante el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en San Bernardo, la Comisión coordina el taller “El aborto como un derecho” y en 1992, presentan por primera vez en la Cámara de Diputados el anteproyecto sobre Anticoncepción y Aborto, que había publicado en el No. 5 de la revista Nuevos Aportes sobre Aborto de 1991, en el que se exigía que se asegurara a la población la información sobre métodos anticonceptivos; que personal idóneo asesorara sobre su utilización y contraindicaciones; que se crearan equipos de capacitadoras, en especial, de mujeres para formar promotoras en esa área de la salud; que los hospitales y centros de salud, así como las obras sociales tuvieran personal idóneo y servicios gratuitos para asegurar la anticoncepción a todos los sectores sociales, los cuales debían funcionar con la misma amplitud horaria que el servicio de pediatría. Recordaban incluir la anticoncepción en los programas materno-infantiles como lo recomendaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) y exigían que las obras sociales incluyeran la anticoncepción en el Nomenclador Nacional. El anteproyecto también contemplaba la opción, tanto para mujeres como para hombres, de un método de esterilización definitiva si así lo desearan; que el Estado debía promover la investigación, desarrollo e implementación sobre anticoncepción para ambos sexos; y, respecto del aborto, reconocer el derecho de toda mujer a interrumpir el embarazo antes de las 12 semanas de gestación. La Comisión impuso la consigna “anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” y fue instalando conceptos y criterios relevantes, como la distinción entre despenalización y legalización, la no contraposición entre anticoncepción y aborto, una noción amplia del concepto de salud que incorpora la dimensión del “bienestar psicofísico integral”.

Durante la década de 1990 se multiplicaron los grupos y nucleamientos que se sumaron a la lucha por el derecho al aborto. Tal es el caso del Foro por los Derechos Reproductivos, creado en 1991 y el grupo de Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL), en 1994, conformado por el Foro por los Derechos Reproductivos, la Comisión por el Derecho al Aborto, la Casa de la Mujer (Rosario), la Asociación de Abogados de Buenos Aires, la Convocatoria de Mujeres de Paraná, representantes políticas pertenecientes a Unidad Socialista, entre otros. El MADEL se conformó al calor de la Conferencia Internacional de Población que se llevó a cabo ese año en El Cairo –donde el Estado argentino mantuvo una posición netamente clerical y antiderechos– pero también y fundamentalmente, para luchar contra la voluntad del gobierno de Carlos Menem de incluir en la reforma de la Constitución, una cláusula de “defensa de la vida humana desde la concepción”. Por primera vez, la clase política argentina discutió formalmente sobre aborto en un contexto de importantes movilizaciones de grupos feministas que empujaron a la Convención a sancionar un ambiguo artículo de compromiso que declara: “…un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia (reemplazan la palabra “concepción” por la palabra “embarazo”)”, bloqueando las intenciones más conservadoras.

En 1999, se crea la Coordinadora por el Derecho al Aborto, conformada por la Comisión por el Derecho al Aborto y otras organizaciones y publican una solicitada en Página/12 titulada “El aborto clandestino: un pacto de silencio”. Se organizan encuentros con Diputados como Marcela Bordenave, Alfredo Bravo y Héctor Polino, actividades artísticas y culturales.

La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) incluyó el punto de la despenalización del aborto en su programa nacional, convirtiéndose así en una de las pocas confederaciones obreras que lo detentan.

Al calor de la rebelión popular del 2001, entre las cuestiones que comenzaron a discutirse en las asambleas populares también se incorporó la del aborto y muchas feministas comenzaron a participar en diferentes espacios. A fines de 2002 se creó la Asamblea por el Derecho al Aborto, que comenzó a pensar una estrategia política para el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, ya que la Iglesia Católica se estaba organizando para participar activamente. De la Asamblea por el Derecho al Aborto participaban mujeres feministas agrupadas e independientes; colectivos gay, lésbicos y travestis; así como mujeres de diversos partidos políticos. En esta lucha comenzaron a escucharse las voces disidentes de Lohana Berkins, Mercedes Gudano y Maite Amaya  En el Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario de 2003 el taller “Asamblea por el derecho al aborto” funcionó con más de 300 mujeres y en la marcha por las calles de la ciudad se vieron, por primera vez, los pañuelos verdes aportados por Católicas por el Derecho a Decidir.

Con el Encuentro de 2004 en Mendoza la lucha por el aborto legal fue tomando una envergadura cada vez más nacional y la Asamblea iba tomando un carácter federal.

Luego del Encuentro en Córdoba en 2005 se define la creación de la “Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito”, y se establecen los lemas fundantes: “Educación sexual para decidir. Anticoncepción para no abortar. Aborto legal para no morir”.

El 28 de mayo de 2005, en el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, se lanza la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, integrada por un importante número de organizaciones no gubernamentales defensoras de los derechos de las mujeres, agrupaciones de mujeres, y organizaciones sociales de todo el país. El 25 de noviembre (Día Internacional de la No Violencia hacia las Mujeres) de ese mismo año, se llevó a cabo una gran marcha por el derecho al aborto que partió de Av. de Mayo y Perú en la Ciudad de Buenos Aires y llegó hasta el Congreso Nacional.

De este modo, la Campaña es continuación y profundización de una lucha de muchos años por el aborto legal, a la que se fueron incorporando numerosas organizaciones. Se presentaron proyectos de ley para despenalizar y legalizar el aborto en 2007, 2010, 2012, 2014, logrando finalmente que el último, presentado el 5 de marzo de 2018 llegara a discutirse en ambas Cámaras, siendo aprobado por Diputados el 14 de junio y rechazada por Senadores el 8 de agosto.

Antiderechos

La injerencia de organizaciones religiosas ha sido una constante en todo el proceso histórico de estas luchas. Desde la participación de la Iglesia Católica en la conquista y colonización de América, la conformación de los estados nacionales, el apoyo a todos los proyectos dictatoriales en nuestramérica, como institución que constituye el sostén ideológico religioso de la explotación y opresión capitalista imperialista; como resguardo del estatus quo, como construcción de un consenso social en pos de garantizar la “paz” de las almas explotadas y una supuesta igualdad en el más allá que legitima la desigualdad terrenal.

La hipocresía de una iglesia que condena el aborto al tiempo que sostiene gobiernos que masacran niñes, violan mujeres, protege a curas pedófilos abusadores, y una larga lista de violencias es escandalosa. Las autoridades eclesiásticas locales despliegan una agenda opositora al proyecto de ley cada vez más activa. Esto atraviesa por igual a las áreas más conservadoras de la Iglesia Católica como a otras, consideradas más “progresistas”, incluidos los Curas Villeros. Pero no se trata solo de la Iglesia Católica sino de las iglesias evangélicas que en las últimas décadas han incrementado su poder económico y sus relaciones con el poder político en buena parte de los países del mundo. Su influencia en el pueblo y las mujeres trabajadoras y pobres, lamentablemente, también ha crecido.

Una investigación publicada recientemente identificó a más de 30 líderes religiosos, 70 líderes de la sociedad civil y más de 200 políticos que impulsaron una agenda alineada a grupos antiderechos o negacionistas de la ciencia, en la Argentina. “Como parte de esta investigación se detectó, en simultáneo, la presencia de más de 85 organizaciones civiles y religiosas ultraconservadoras (algunas de ellas, filiales de movimientos internacionales; y otras, con soporte de agrupaciones transnacionales como Hazte Oír-Citizen GO, Capitol Ministries, Juventud Con Una Misión-JUCUM, y Human Life International).”[2]

Sus acciones, articuladas con referentes de distintos partidos políticos, se incrementaron a medida que se acercan las elecciones legislativas de 2021 y en las semanas previas al primer debate en el Congreso sobre la legalización del aborto, esos lazos empezaron a reavivarse, retomando la articulación que se viene afianzando entre estos sectores conservadores a partir del progresivo reconocimiento de derechos civiles, demandados por los movimientos feministas y las disidencias durante décadas. Dentro de estos grupos sobresale la actividad que tienen algunas organizaciones evangélicas, como la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), y el rol de líderes religiosos como Hugo Márquez, un pastor que preside la  Confederación Evangélica Bautista Argentina y tiene lazos regionales influyentes dentro de los sectores ultraconservadores en Argentina, México, Panamá y Perú. Las esferas evangélicas más conservadoras de Argentina incluyen, a la iglesia bonaerense Cristo Para Todos, vinculado a Capitol Ministries, la organización evangélica ultraconservadora patrocinada por el Departamento de Estado estadounidense, que promueve la evangelización de líderes políticos.

Una lucha emancipadora en todos sus aspectos

La lucha por el aborto legal, seguro y gratuito es la continuación de muchos años de lucha. Constituye un hito en la lucha feminista, pero un hito, como decíamos al comienzo, que debe ser puesto en su justa dimensión histórica. Con la importante participación de les jóvenes que en los últimos años se han incorporado masivamente a la lucha por la conquista de derechos pero también retomando la historia de todas las mujeres y disidencias que nos precedieron. Y fundamental, retomando lo mejor de la corriente del feminismo que plantea una perspectiva de clase, que une nuestras demandas como mujeres a nuestras demandas como trabajadoras, obreras, precarizadas, indígenas, negras, americanas, que entiende la lucha feminista como una lucha emancipadora en todos sus aspectos. Un feminismo revolucionario que de una disputa de fondo con los sectores dominantes, con las iglesias, con los proyectos reformistas.

De aprobarse el proyecto de legalización de la IVE será una conquista sin duda, un paso adelante logrando incorporar como derecho una histórica demanda, con sus contradicciones, y límites que deberemos seguir luchando para sortear, pero que expresará un avance, sabiendo de las dificultades concretas, reales que habrá para que este derecho se haga realidad si se sanciona con la objeción de conciencia que es utilizada para obstaculizar este derecho, y por la realidad material a la que se enfrentan y enfrentarán las mujeres y disidencias en las diversas y conservadoras regiones de nuestro país, donde habrá que seguir batallando día a día. Pero sin dudas, será un avance en autonomía, en libertad, en igualdad y un piso desde el cual seguir avanzando en este largo camino de luchas.

 

Sale si salís

La lucha se gana en las calles

 

 

 

[1]     Síntesis realizada en base al trabajo de Mónica Tarducci, Escenas claves de la lucha por el derecho al aborto en Argentina, publicado por Salud Colectiva | Universidad Nacional de Lanús | ISSN 1669-2381 | EISSN 1851-8265 |

[2]     Investigación de OjoPúblico citada en Tiempo Argentino, https://www.tiempoar.com.ar/nota/los-celestes-quien-es-quien-en-la-cruzada-contra-el-aborto-legal

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