La amenaza de una nueva devaluación aparece en el horizonte económico. El gobierno del FdT intenta seducir al empresariado, a la vez que toma medidas ineficaces para controlar el dólar frente a la presión de lxs especuladores. La verdadera grieta, entre lxs que se apropiaron de todo, y les que producimos la riqueza se profundiza, siendo la propiedad de la tierra una de sus expresiones más elocuentes. La clase trabajadora resiste a través de luchas dispersas frente al empeoramiento de las condiciones de vida. El rol de la izquierda debe ser abonar a tejer lazos de solidaridad entre los sectores, apostar a organizar el descontento y ofrecer una salida a la crisis que afecte los intereses de lxs ricxs en favor de las clases populares.

La pulseada por el dólar

Las economías dependientes como la Argentina, tienen un punto de debilidad frente a la presión de la divisa extranjera. Diferentes episodios de nuestra historia han marcado cómo el dólar se vuelve en instrumento de puja y desestabilización de la economía. Nociones como restricción externa y fuga de capitales han sido y son debate permanente y razones para evaluar diferentes medidas que busquen revertir sus efectos. A su vez, los sectores exportadores aspiran a un tipo de cambio alto que les permita obtener cuantiosos recursos a partir de la venta de sus productos (en Argentina centralmente de la agroexportación). Para los sectores que requieren insumos importados es el sentido inverso, dado que un tipo de cambio bajo les permite adquirir más y mejores bienes en base a sus ganancias obtenidas en el mercado interno. Para los sectores del capital vinculados con las finanzas, diferentes instrumentos especulativos bajo la forma de préstamos, bicicletas financieras, fuga de capitales les otorgan un gran poder de fuego con el cual condicionar a cualquier gobierno. Las deudas externas, ya sea con acreedores privados u organismos internacionales provocan la necesidad de obtener dicha moneda para pagar. A su vez, el desencadenante en términos inflacionarios que genera una devaluación impacta fuertemente en las condiciones de vida de la clase trabajadora.

El pago serial de la deuda externa, la caída de la economía y la recesión, sumado a la especulación generan una disminución de las reservas del Banco Central de la República Argentina. Los recursos con los cuáles cuenta todo gobierno para proyectar política económica y política pública que atienda necesidades sociales necesita de fondos propios. Como venimos mencionando, la crisis internacional profundizada por la pandemia, golpea a nuestra ya debilitada economía. El gobierno del Frente de Todos, evitó por todos los medios avanzar en medidas que busquen hacer pagar los costos de la crisis a las clases capitalistas. Aún seguimos esperando el impuesto a las grandes fortunas, la expropiación de Vicentín quedó en la nada, y los padecimientos de las grandes mayorías son la contracara de esta orientación. Ninguna medida tomada en los últimos meses ha buscado realmente obtener resultados que afecten a lxs poderosos y favorezcan a les más humildes. El aumento de la pobreza a casi un 50 % de la población, el incremento de la desocupación producto de la caída en la actividad productiva, son los tristes datos que reflejan esta realidad.

Hoy la amenaza de una nueva devaluación se discute en la agenda mediática, fundamentalmente por la diferencia de valor que hay entre el dólar oficial y el llamado dólar blue en el mercado paralelo. La brecha entre ambos ha llegado a una diferencia del 130 %, lo que se vuelve una excusa para instigar desde lxs terroristas mediáticxs y gurúes a sueldo de las corporaciones el “retraso cambiario” del dólar y construir la necesidad de una devaluación. Las principales medidas del gobierno, terminar con la venta de dólar ahorro (los u$s 200) o de bajar retenciones para que el sector agroexportador liquide cosecha para conseguir dólares frescos, se han mostrado ineficaces para contener el escenario crítico y evitar seguir perdiendo reservas.

El presupuesto para el 2021 que trata esta semana el Congreso, es reflejo de este escenario siendo que el recorte ronda el 10 %, donde se prevén tarifazos para el año próximo y donde las áreas sociales son las más afectadas (salud, educación y asistencia social). Solamente tocando los intereses de lxs que se han enriquecido todo este tiempo es lo que permitiría un cambio real en la orientación económica. Sin embargo, no parece ser esa la conclusión de Alberto Fernández que manifestó en el coloquio de IDEA, donde se reúnen las máximas expresiones del capital, su confianza en el empresariado. AF habló durante 45 minutos en IDEA ratificando su perspectiva ideológica con respecto al capitalismo post pandemia, defendiendo el rol de Vaca Muerta, el rol de la agroindustria (acuerdo con China por producción porcina) y la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En el mismo sentido, la apertura de actividades frente al COVID 19 sigue siendo el rumbo que decidió el oficialismo, buscando un beneplácito con el empresariado.

La verdadera grieta

En las últimas semanas se ha vuelto a instalar en los medios del establishment el problema de la “grieta”. Aludiendo a la confrontación política que habría sido promovida durante los gobiernos kirchneristas entre el oficialismo y la oposición, y que el gobierno de Cambiemos habría tenido la intención de resolver para «unir» a la nación. Las movilizaciones cada vez más numerosas de sectores conservadores y favorables a la oposición de derecha y sus actitudes violentas serían el ejemplo inverso que que preocuparía a algunxs opinólogos favorables a AF señalando el discurso del odio. Pero la verdadera grieta no es entre les intolerantes y les dialoguistas. La grieta que duele y que se profundiza es entre las clases sociales, donde hay miles que son arrojados cada vez más a la pobreza y algunes pocos que siguen amasando fortunas.

La verdadera grieta también está en la propiedad de la tierra. El mito de la Conquista del desierto como hecho simbólico de la ampliación del control del Estado Argentino, se basó en el genocidio de los pueblos originarios, y la entrega de tierras a la oligarquía terrateniente. Les herederos de aquellxs verdaderos usurpadores y genocidas, son les que hoy temen por su campos y pegan el grito en el cielo en defensa de la sacrosanta propiedad privada como pasó estos días con el caso de la familia Etchevehere. Lxs dueños de las grandes extensiones de tierras cubiertas de soja transgénica pretenden erigirse como dueñxs de todo. En cambio, los pueblos originarios son vistos como peligrosos, se los judicializa y persigue como demuestra lo sucedido en el caso de la recuperación de tierras en El Foyel (ver nota). Mismo discurso estigmatizante se realiza sobre las familias de la toma de Guernica, que aún resisten al desalojo y reclaman frente a las promesas insuficientes de los funcionarios del gobierno provincial. Pero la tierra no es de nadie, sino que es nuestro medio natural donde vivimos y nos desarrollamos. La verdadera grieta se terminará cuando terminemos con los alambrados que pretenden apropiarse de los campos, las montañas, los ríos y los lagos.

Seguir los ejemplos de Bolivia y Chile

Estas semanas asistimos a dos triunfos de las luchas populares en América Latina. La victoria en Bolivia por parte de la fórmula presidencial del MAS frente a los candidatos de la derecha y el imperialismo, permite empezar a pensar el fin de la dictadura colonialista, racista, clasista y patriarcal. El desafío sigue siendo grande aún en relación a que el pueblo revise los errores y se encare la nueva etapa con verdadera vocación de construcción de poder popular (ver nota). A este le siguió el triunfo en Chile, donde el rotundo voto masivo del 78 % a favor del cambio constitucional clavó un puñal en el legado pinochetista, que  aspira a barrer con los cimientos de una democracia restringida en el hermano país trasandino (ver nota). Ambos procesos no hubieran sido posibles sin la lucha popular, sin la movilización de la juventud, de la clase trabajadora, de las mujeres y disidencias, de los pueblos originarios, y el rol de las organizaciones que lograron enfrentar en todos los terrenos a las clases dominantes.

En nuestro país miramos con orgullo los logros de estos pueblos, y sentimos la felicidad de sus conquistas. Mirándonos en elles, aspiramos a lograr unificar las diferentes luchas que se vienen dando de modo defensivo frente a la avanzada de las patronales y del gobierno. Las luchas existen a lo largo y ancho del país. La lucha docente en Mendoza frente al intento de reforma educativa, y en CABA frente a los intentos de volver a la presencialidad. La lucha de les estatales en Chubut contra el gobierno de Arcioni, y del pueblo en contra del avance minero. Lxs trabajadores del transporte y municipales en Córdoba. Lxs trabajadores de Latam, de Dánica, de Gate Gourmet, de ferroviarios son apenas algunos ejemplos de la lucha de la clase trabajadora. A lo que podemos sumar las luchas de las poblaciones contra los incendios y la avanzada del negocio inmobiliario.

Lamentablemente las centrales sindicales siguen dejando pasar la agenda de las patronales, y avalando el deterioro de nuestros salarios. La CGT para lo único que sirve es para realizar un “acto virtual” el 17 de octubre (ver nota). Los movimientos sociales oficialistas sirven de dique de contención. Sólo los sectores unidos en el Frente de Lucha muestran vocación de salir a la calle para defender los derechos de les más precarizades y humildes, pero también para el conjunto de la clase, como lo harán esta semana para exigir un aumento mayor del ingreso frente a la miseria que otorgó el Consejo del Salario, que pretende llevar su valor a $ 21.600 recién en marzo de 2021.

Desde la izquierda creemos que tenemos que cumplir un rol de articuladores, de contribuir a romper el aislamiento de las luchas, fortalecer las resistencias, construir la solidaridad por abajo, pero buscando aglutinar en perspectiva un polo de referencia común, que pueda plantear una propuesta de salida popular a la crisis.

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