A lo largo de la historia argentina la deuda ha sido, indudablemente, una extraordinaria herramienta de dominación y sometimiento que sigue explicando por qué cuesta tanto llegar a fin de mes. Un espiral insoportable que muestra a las élites contrayendo deuda que después paga el pueblo con mucho sufrimiento. Rivadavia, Mitre, Roca, Juárez Celman, la fusiladora, Onganía, Videla, Ménem, De la Rúa, Cavallo, Macri, por nombrar rápidamente solo a algunos que se destacaron en esas artes. Cientos de años tomando deuda con fines especulativos, con la mentira de que serían con fines productivos, una y otra vez; siempre poniendo como argumento las sucesivas crisis, como si las mismas no fueran el medio necesario para concentrar más riquezas y ajustar al pueblo trabajador. Y aunque ya aburra la repetición estamos otra vez en esta rueda pagando, con nuestro sufrimiento, otro saqueo planificado.

El acuerdo con los bonistas generó gran algarabía y euforia en el gobierno, pero también en la oposición. Dujovne, Caputo, Prat Gay y hasta el propio Macri felicitaron la negociación. El partido de la deuda una vez más festeja, aunque quizás quién más descorchó fue el empresariado local. Es que la foto del 9 de julio no fue solo un mensaje a la interna, sino la conformación de un bloque donde queda claro cuáles son los intereses a cuidar. Una de las principales preocupaciones de este bloque era la Deuda. Claro está, no por las penurias que deberá soportar el pueblo argentino para que la misma sea pagada, sino por la necesidad de poder tomar crédito a tasas relativamente baratas. En ese sentido, es representativo realizar el siguiente cálculo: el monto de deuda a pagar representa dos veces y media lo que se va a destinar al presupuesto de salud para combatir la pandemia.
La historia se repite y nos recuerda que la deuda es eterna para países dependientes. Atrás quedaron esas declaraciones que condenaban la estafa, cambiándolas por el reconocimiento a los bonistas por su “gran esfuerzo”.
En fríos números lo que sucedió fue que Guzmán adelantó fechas de vencimiento y hubo una mejora del valor presente neto de la oferta argentina, que se ubicará en U$S 54,8 por cada U$S 100 adeudados; la propuesta original ofrecía U$S 40 por cada U$S 100 adeudados. La campaña mediática habla de que nos ahorramos U$S 30.000 millones, pero la realidad marca que los especuladores lograron arrancarle al gobierno U$S 17.000 millones desde la primera propuesta. Resta ver la letra chica y cuáles serán las garantías para el cumplimiento. El mundo miraba con atención la negociación en un contexto marcado por la incertidumbre y la posibilidad de default en cadena a nivel mundial. Hoy Argentina se presenta en el mundo como un mojón para evitar incumplimientos y asegurar el negocio financiero.
El año próximo se comienza a pagar y los vencimientos fuertes empiezan en 2025. La Argentina deberá conseguir elevados excedentes de dólares y un resultado fiscal positivo para poder hacer frente a dichos vencimientos. Ya hay economistas que advierten que hay que llevar adelante un plan para reducir el déficit fiscal, o sea más ajuste, en medio de una recesión galopante.
El presente acuerdo representa sólo un capítulo de la deuda, aún queda pendiente la negociación con el mayor acreedor, el FMI. Durante el periodo Macrista, el Fondo le otorgó a la Argentina el mayor préstamo de la historia del organismo: unos U$S 57.000 millones, de los que se desembolsaron U$S 44.000 millones. Esta suma debería devolverse entre 2021 y 2024, pero las pretensiones del ministro de economía es extender los plazos, y a la contraparte ya la conocemos: más ajuste, reforma laboral y previsional.
En definitiva, una vez más, se pierde la oportunidad de romper con la rueda que nos aplasta una y otra vez, reconociendo una deuda odiosa, ilegitima, fraudulenta e impagable.

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