El 25 de noviembre entrevistamos a Henry Boisrolin, Coordinador del Comité Democrático Haitiano en Argentina

Venceremos: Queríamos hacerte varias preguntas para tratar de comprender e interiorizarnos de la lucha actual que está liberando el pueblo en Haití. Dado que el silencio sobre Haití lamentablemente no sólo corresponde a los medios de comunicación de la burguesía sino que también es parte de los problemas que tenemos las organizaciones populares queríamos arrancar con algunas preguntas vinculadas a la historia de Haití, para llegar desde allí a comprender la coyuntura.

La mayoría de la gente desconoce que Haití fue la primera Revolución triunfante en América Latina en el siglo XIX el 1ero de enero de 1804. ¿Cuáles son a tu juicio los rasgos centrales que otorgan a este proceso revolucionario una importancia distintiva?

Henry Boisrolin: El primer rasgo distintivo del proceso revolucionario que culminó con la independencia de Haití, fue el sujeto histórico que lo protagonizó: la masa de los/las esclavizados/as. Algo que no se registró jamás en la historia. El segundo, es que este proceso tenía como consigna fundamental: Libertad o Muerte. Muy diferente a la francesa que era hegemónica en aquel momento: Libertad, Igualdad y Fraternidad. En ese sentido, a diferencia de los otros que se desarrollaron la región, el proceso revolucionario haitiano no seguía el camino trazado por la modernidad europea. En tercer lugar, dicha revolución puso por primera vez el acento sobre la importancia de los valores culturales africanos, fundamentalmente sobre la espiritualidad africana. Y, al culminar en una victoria contundente tanto en el campo de batalla como en el de las ideas, dicho proceso revolucionario significó la transformación del ser llamado “negro” en la jerga colonialista en una persona totalmente libre, recuperando de ese modo toda su dignidad humana. En cuarto lugar, su internacionalismo revolucionario ayudó no solamente al proceso de lucha por la independencia en Latinoamérica, sino también a la abolición del sistema esclavista. Y, en quinto lugar, cabe recalcar el planteo de una reforma agraria en base a una justicia social ya que quiso dar a todos/as las mismas oportunidades. En definitiva, políticamente, culturalmente y filosóficamente, el proceso revolucionario haitiano representó un hecho hsitórico muy singular en la lucha por la libertad.

 

V: Brevemente. ¿Cuáles fueron las características de la construcción del Estado Nacional neocolonial de Haití?

HB: Para responder a esta pregunta cabe recordar dos hechos históricos importantes. En primer lugar, la revolución haitiana fue interrumpida en 1806 luego del asesinato de Dessalines[1] y sus lugartenientes por parte de una contrarrevolución conducida por sectores acomodados desde la época colonial, los denominados Affranchis o Libertos (“mulatos”). A partir de ahí, el campo popular haitiano no pudo o no supo retomar la vía autónoma, creativa y revolucionaria trazada por Dessalines. El segundo hecho histórico es que en 1825 el presidente Boyer, representante de dichos sectores, aceptó pagar a Francia para el reconocimiento de nuestra independencia una indemnización de 125 millones de francos oro, luego reducida a 90 millones. Esta suma fue pagada a lo largo de más de 100 años. Fue la primera deuda externa de un país del llamado tercer mundo. Esos dos hechos debilitaron a la joven Nación. Y teniendo en cuenta también las luchas permanentes entre los sectores populares avasallados y los sectores reaccionarios que provocaron una inestabilidad política prácticamente permanente, Haití se transformó en una presa fácil para el imperialismo norteamericano. Así, en 1915, desembarcaron tropas militares y ocuparon al país durante 19 años, hasta 1934, transformando al país en una perfecta neocolonia de los EE.UU.  Es en ese contexto, que se explica el enorme empobrecimiento de Haití, pues todas sus estructuras estuvieron siempre al servicio exclusivo de los intereses de los países imperialistas -sobre todo EE.UU.- y de los sectores dominantes haitianos.

Además, el Estado neocolonial ahí vigente cumple en la división internacional del trabajo el rol de productor de mano de obra extremadamente barata y de entrega sin resistencia de todos sus recursos naturales. Un Estado que se caracteriza por un sistema de desarrollo raquítico del capitalismo.

Otro elemento característico de este estado neocolonial, es su carácter depredador desde el punto de vista económico. Y para poder perpetuarse, recurrió siempre a la violencia extrema, golpes de estados, dictaduras e invasiones.

V: ¿En qué consistió la dictadura de los Duvalier? ¿Qué rasgos tuvo en común y cuáles diferentes respecto de otras dictaduras del continente?

HB: La dictadura de los Duvalier en el plano interno, permitió por primera vez en nuestra historia la consolidación del control del Estado por las clases medias urbanas “negras” y los latifundistas también “negros”. Un proceso que había empezado en 1946, pero que fue interrumpido en 1950 mediante un golpe de Estado dirigido por los militares. Y François Duvalier, a partir de la manipulación de las elecciones de 1957 apoyándose en los sectores “negros” de las Fuerzas Armadas, triunfó en dichos comicios. A diferencia de los otros dictadores latinoamericanos y caribeños, él se hizo proclamar presidente vitalicio con derecho a designar a su sucesor. También para contrabalancear el peso de las Fuerzas Armadas en la política creó su propia milicia, los Voluntarios de la Seguridad Nacional (VSN), los tristemente célebres “Tontons  Macoutes”. La ferocidad de su régimen significó: encarcelamiento, torturas, asesinatos, desaparición y exilio de decena de miles de haitianos, sobre todo de los miembros de los movimientos populares, democráticos y de partidos de izquierda. Transformó a Haití en un bastión del anticomunismo en el Caribe luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959. De ahí el apoyo prácticamente incondicional que recibió del imperialismo norteamericano.

A su muerte en 1971, le sucedió su hijo Jean Claude Duvalier. Su régimen también dictatorial fue marcado por la aplicación de distintas políticas neoliberales sobre todo al principio de los años ´80 hasta su caída debida en gran parte a una insurrección popular en 1986. Entre padre e hijo pasaron más de 29 años en el poder. Esta dictadura oscurantista empobreció aún más al país, y dejó una sociedad profundamente polarizada y sin estructuras capaces de ayudar a su recuperación.

V: A grandes rasgos, ¿qué es lo que ha ocurrido desde el retorno de la democracia?

HB: Efectivamente, la caída de la dictadura hizo surgir en el seno de la inmensa mayoría de la población la falsa idea de que el sistema democrático electoral iba a ser la solución a todos nuestros problemas. Esta visión conducía a la redacción de una nueva Constitución en 1987, donde entre varias otras medidas, figuraban la eliminación de la presidencia vitalicia y la introducción de la figura de un Primer Ministro para contrabalancear el poder del Presidente. Por otra parte, inmediatamente después de la fuga del dictador, habría que señalar el surgimiento de varias organizaciones populares, partidos políticos y la libertad de la palabra. Sin embargo, al transcurrir los años, quedó claro que los problemas no se solucionaban. Pues éstos no se debían solamente a la dictadura, sino, fundamentalmente, al sistema neocolonial que es la principal característica de la formación social haitiana. Además, el sistema democrático del cual se hablaba no hacía hincapié en el carácter de clase del mismo, que en nuestro caso es burgués.

En ese sentido, durante todos esos años hasta hoy tuvimos elecciones manipuladas por el imperialismo y sus lacayos, salvo las realizadas en diciembre de 1990 donde triunfó Jean- Bertrand Aristide. Todo ese tiempo fue signado por golpes de Estado, luchas populares, enfrentamientos violentos, miles de muertos, mayor empobrecimiento y varias ocupaciones del país por tropas militares internacionales. La más reciente de todas esas nefastas intervenciones extranjeras fue la imposición de la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití). Esta misión estuvo integrada por militares, policías y civiles de distintos países, tales como EE.UU, Canadá, Francia, Sri Lanka, Nepal. Pero la gran mayoría provenían de Latinoamérica: Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Ecuador, etc. Inclusive Brasil tuvo la comandancia militar de la misma. La MINUSTAH fue reconocida como responsable de represión a movilizaciones populares, masacres en barrios populares, violaciones de niñas, mujeres y jóvenes y la introducción de la epidemia del cólera por parte de las tropas nepalesas dejando más de 20.000 muertos y más de 1 millón de infectados.

V: ¿En qué situación está Haití hoy? ¿Podemos pensar que la coyuntura actual se abre con el golpe de 2004?

HB: En la actualidad, Haití se encuentra en un estado de insurrección popular, que ya lleva más de dos meses. El país está prácticamente paralizado. Millones de personas de diferentes ciudades como así también de las zonas rurales, a lo largo y a lo ancho del país, salen constantemente a la calle exigiendo la renuncia del presidente Jovenel Moïse. La represión policial cotidiana, las masacres en barriadas populares por parte de bandas armadas controladas por miembros del gobierno, el accionar criminal de mercenarios extranjeros y el apoyo irrestricto de la llamada comunidad internacional al presidente a través del engendro conocido como Core Groupe[2] y dominado por los EE.UU., explican en gran parte por qué la oposición no logró todavía su principal objetivo. Además, hasta ahora el monopolio de las armas está en manos de Moïse y de sus tutores.

Es menester señalar que la actual insurrección apunta no solamente a terminar con la implementación de las políticas neoliberales, sino fundamentalmente a destruir el sistema neocolonial y a construir un sistema basado en la justicia social, la recuperación de nuestra soberanía y nuestro derecho a la autodeterminación. Para poder retomar así el camino trazado por nuestros ancestros revolucionarios que había sido interrumpido por la contrarrevolución en 1806.

Podemos decir que la coyuntura actual tiene sus raíces en el golpe de Estado de 1991 en contra del presidente Aristide luego de 7 meses de haber asumido la presidencia a pesar de haber ganado las elecciones de diciembre de 1990 con el 67,7% de los votos. Las únicas elecciones verdaderamente limpias, participativas y democráticas de toda nuestra historia. Y el secuestro del mismo presidente Aristide en 2004 vino a reforzar las razones de la actual coyuntura marcada por la insurrección popular. Una insurrección que se enfrenta, entre otros obstáculos, a un régimen neoduvalierista en el poder desde 2011 con la elección fraudulenta de Michel Martelly de extrema derecha, líder del partido PHTK, merced a la intervención descarada del matrimonio Clinton en las elecciones de 2010-2011 cambiando los resultados que había publicado el Consejo Electoral haitiano. Cabe resaltar que Jovenel Moïse fue escogido por el propio Martelly con la bendición de Washington. Moïse fue electo en una elección también fraudulenta en 2016, con una participación, según cifras oficiales, del 21% del padrón electoral, y con casi 500.000 votos sobre 6.200.000 de ese padrón. Un presidente inculpado de haber cometido varios delitos económicos desde antes de asumir, y ahora reconocido como principal responsable de masacres, asesinatos de militantes, periodistas, etc. Entre las acusaciones con pruebas irrefutables de robo, figura el despilfarro de los fondos de Petrocaribe. Estos fondos fueron estimados en unos 4.2 mil millones de dólares. La mayor parte de ese dinero fue dilapidada bajo el gobierno de su mentor Martelly. Lo que, a todas luces, indica que Moïse podría tener legalidad y no legitimidad. Una de las razones por las cuales, ante las masivas protestas en su contra que se desarrollan en el país desde hace más de un año, ni una sola vez él pudo organizar una manifestación significativa a su favor. Y en cuanto al pedido de su renuncia, podemos afirmar que no se trata de una exigencia sólo de la oposición política, sino que es un clamor de todos los sectores de la vida nacional.

V: ¿Cuáles son los objetivos  y las características de la lucha que está librando el pueblo haitiano?  

HB: Los objetivos son varios. Entre los cuales, como señalé anteriormente, figuran la recuperación de nuestra soberanía, nuestro derecho a la autodeterminación, la construcción de una sociedad capaz de terminar con las estructuras de explotación y sometimiento para solucionar los graves problemas del hambre, salud, educación y vivienda. En definitiva, se trata de la recuperación de la dignidad de millones de seres humanos sumergidos en un sistema marcado por condiciones de existencia infrahumana. Asimismo, se plantea también la elaboración de una nueva Constitución, la formación de un gobierno de Salvación Nacional y la realización de una Conferencia Nacional entre todas las fuerzas populares, democráticas y revolucionarias.

En cuanto a las características de la actual lucha, sobresalen los enfrentamientos violentos entre los sectores populares y las fuerzas represivas, la parálisis de casi todas las actividades en el país a través de barricadas, bloqueos de rutas nacionales y de calles en las principales ciudades, cierre y quema de algunas oficinas del Estado, todo bajo la consigna de “peyi lock” (país bloqueado) hasta lograr la renuncia del presidente.

V: ¿Cuáles serían las principales tareas que como internacionalistas podríamos aportar?

HB: Me resulta un poco difícil responder a esta pregunta. Sin embargo, resaltaría que sería importante realizar un esfuerzo internacional por romper el cerco mediático impuesto sobre la lucha popular en Haití ayudándonos a difundir la verdad. Una solidaridad que no habría que confundir con sentimientos de compasión como tampoco de lástima, sino una capaz de aportar los elementos necesarios para el desarrollo de la lucha popular y la toma del poder por parte de los sectores que pugnan y luchan por un verdadero cambio revolucionario en mi país.

[1] Fue el fundador de la Nación Haitiana y principal héroe de la guerra de Independencia.

[2] Está formado por los embajadores de EE.UU., Canadá, Francia, España, Brasil y los representantes del Secretario General de la ONU, de la OEA y de la UE.

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