*Por Mariano Garrido
A 84 años de su nacimiento y a 44 de su asesinato, el rescate de Roque Dalton y su obra es un aporte para todas y todos los revolucionarios. Poeta, periodista, narrador y guerrillero, su vida y su obra permanecen vigentes y a la espera de ser recuperadas.
I – Un paréntesis entre dos mayos
Las cosas no son lo que fueron. Él, que logró burlar a los carceleros de más de un presidio, se halla ahora en una improvisada celda, en una vivienda de la ciudad, en el barrio Santa Anita. Sus actuales centinelas son antiguos compañeros. Las cosas están patas arriba, pero no como él quisiera ponerlas, justamente. Roque no es Roque; su documento falso, capaz de engañar a las autoridades de El Salvador, dice que se llama Julio Dreyfus. Pero Roque no es Roque tampoco para sus antiguos camaradas, que de la noche a la mañana se transforman en sus captores y verdugos. Hace prácticamente un mes, ha sido detenido por orden de los líderes de su organización, el ERP salvadoreño. Joaquín Villalobos y Alejandro Rivas Mira lo acusan de ser un infiltrado y agente del enemigo; primero, por reportarse supuestamente a Cuba, a espaldas de la organización; luego, directamente, lo acusan de ser agente de la CIA. El poeta trata de que sus carceleros, antiguos camaradas, entren en razones. Pero es en vano. Una purga y disputa facciosa dentro de la organización requiere aleccionar a una parte de la tropa, y las calumnias sobre uno de sus cuadros de mayor referencia, el poeta y guerrillero Roque Dalton, vienen a calzar como un guante para tal fin. Lo enjuician mediante un tribunal interno. Y lo sentencian de manera sumaria.
(Roque ve entrar a un hombre a la habitación de la casa operativa, donde está detenido. Si la mano derecha del soldado se mueve hacia la cintura, no habrá nada que hacer, piensa. Eso es lo que ocurre. Es mayo, y faltan cuatro días para que cumpla cuarenta años. Piensa en ese paréntesis, entre dos mayos. Sabe que está perdido.)
II-Una vida a salto de mata
Roque Antonio Dalton García. Así sostiene su documento que se llama, desde un 14 de mayo como éste, pero de 1935. Que nació en San Salvador, capital de el paisito de Centroamérica. Que fue hijo reconocido a medias y a regañadientes de un adinerado y aventurero yanqui, y una enfermera salvadoreña que lo criaría en soledad. Su expediente académico dirá que estudió Derecho sin graduarse; y cierta academia literaria dirá que fue menos escritor que guerrillero. Pero ni el desprecio de los cagatintas ni la falta de pergaminos le quitarán su lugar en la historia de su patria, ni en la de las letras. Entre esos paréntesis que abre el mes de mayo, Roque vive, escribe, ama, viaja. Fue militante comunista, y fue preso más de una vez en su país, como también en el extranjero; en los sesenta, sus andanzas alternaron celdas y destierro. Supo desencantarse de la ortodoxia del PC, pero sin dejar de creer en la revolución. Recorrió su continente, conoció a otros poetas y pudo forjar su voz, templar su conciencia social y revolucionaria. Caminador de la patria latinoamericana, regresó a El Salvador, a ese Pulgarcito, su patria chica, para unirse a la guerrilla. Si el poeta conservara su maleta, tendría en ella sellos de México, Chile, la URSS, de Checoslovaquia, Guatemala y Cuba. De allí, volvió formado política y militarmente, decidido a poner su vida y no sólo su pluma al servicio de la revolución. Su “Arte poética (1974)” es, tal vez, una pieza que con singular contundencia, condensa una definición de la poesía y de esta etapa del poeta y de América latina: “Poesía/Perdóname por haberte ayudado a comprender/que no estás hecha sólo de palabras.”
III- Una obra de vanguardia
La poética de Roque brota con el impulso vital y fértil de una época, la del surgimiento de un sinnúmero de escritores latinoamericanos; a la vez goza de una sinceridad y originalidad que lo distinguen. “Yo conocía muchos poemas de Roque, admiraba su particular acercamiento a la poesía dentro de una voluntad de comunicación, de cercanía con cualquier tipo de lector, y que no se tradujera en la chabacanería ni el populismo suicida que tanto mal hace a mucha poesía revolucionaria”, diría tiempo después su amigo y contemporáneo Julio Cortázar. Los versos de Roque dan cobijo al diálogo, a lo coloquial; a lo cotidiano, vuelto arte al atravesar el trabajo sobre la forma, sin rebusques ni artificios innecesarios, pero sí portando un trabajo estético. Se destacan en su obra, como poemarios representativos de diversas épocas en su escritura, La ventana en el rostro (1961); El turno del ofendido (1962) y Taberna y otros lugares (1969), mención y premio Casa de las Américas, respectivamente; y su poema-collage, como él lo definiera, Un libro rojo para Lenin (1973), publicado y reeditado en numerosas ocasiones, entre otros, por nuestras Ediciones La Llamarada.
Sobre Un libro rojo, tal vez su obra más original en lo ideológico y lo formal, cabe señalar que su primera publicación integral se dio once años después de su asesinato. La génesis de esta pieza se remonta a 1970, a cien años del nacimiento del líder de la primera revolución obrera triunfante, por encargo de Casa de las Américas, Cuba. Su culminación, luego de que la obra creciese en volumen y en profundidad, producto de las sistemáticas y minuciosas lecturas del poeta, llegaría tres años después. Para Dalton, Lenin no será un rostro en el bronce de un museo, el guardián de ningún mausoleo o una cita de autoridad para desacreditar a los revolucionarios heterodoxos. Por el contrario, el Lenin de Roque (según él mismo) es el protagonista de un canto inconcluso, como la propia revolución latinoamericana; un canto, pero no uno que “se eleve al cielo” sino uno “que surja de las ideas, que sirva para poner estas ideas en renovado contacto con la tierra y los hombres” (siguiendo el prólogo del propio autor). Cabe traer a colación su dedicatoria: “A Fidel Castro, primer leninista latinoamericano, en el XX aniversario del asalto al Cuartel Moncada, inicio de la actualidad de la revolución en nuestro continente”.
Desde esas páginas se burla Roque, despiadado, de aquellos charlatanes que en nombre del marxismo despotrican contra los sectores más radicalizados de su propia corriente. Pone en boca de ellos, sarcástico: “Estamos por el alzamiento de las masas/pero solo cuando se alcen todas las masas (…) Estamos por la lucha armada/pero en contra de comenzarla” (en “Los quietistas-reformistas y la pregunta voladora”, de Un libro rojo…). La poética de Roque es irreverente, ácida, incómoda. Como lo fue su vida entera, y como debe ser el marxismo-leninismo para el poder y, además, para todos aquellos que pretenden momificar al pensamiento y praxis revolucionarios.
IV- Una poesía vigente para una revolución inconclusa
La obra de Dalton, hermanada con la de otros poetas combatientes y contemporáneos como fueron Javier Heraud, Otto René Castillo, Juan Gelman o Leonel Rugama, es un llamado a la sensibilidad a la par que un grito libertario. Su canto nunca abandona la búsqueda de la belleza, el trabajo sobre el material verbal. Su pretensión no es el reconocimiento de ningún cenáculo, sino la llegada a las manos del pueblo junto al que lucha por su liberación. En su poesía, como en su vida, no hay demagogia.
La obra de Dalton recupera la lucha por el socialismo desde una perspectiva latinoamericana. Una pelea que, parafraseando a Lorca, es por el pan y también por el libro. Su vida, terminada absurdamente a manos de compañeros de armas, es otro caso de un poeta trágicamente fusilado. Al día de hoy, se desconoce el paradero de su cuerpo. De sus verdugos, Villalobos y Rivas Mira, cabe señalar que su deriva posterior fue un camino sin escalas hacia la corrupción y la claudicación política lisa y llana. En su criminal persecución hacia el bando propio se cifraba ya un porvenir de miserabilidad política y colaboración con el enemigo de clase.
Mientras el olvido cubrirá con su barro los nombres de los asesinos, la figura de Roque se acrecienta y relumbra entre dos mayos. Roque Dalton regresa, recuperado para las nuevas generaciones que aún en la adversidad de una Latinoamérica pisoteada por el imperialismo, siguen soñando con la revolución socialista sin canjear ninguna de sus banderas.
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BUSCÁNDOME LÍOS
La noche de mi primera reunión de célula llovía
mi manera de chorrear fue muy aplaudida por cuatro
o cinco personajes del dominio de Goya
todo el mundo ahí parecía levemente aburrido
tal vez de la persecución y hasta de la tortura diariamente soñada.
Fundadores de confederaciones y de huelgas mostraban
cierta ronquera y me dijeron que debía
escoger un seudónimo
que me iba a tocar pagar cinco pesos al mes
que quedábamos en que todos los miércoles
y que cómo iban mis estudios
y que por hoy íbamos a leer un folleto de Lenin
y que no era necesario decir a cada momento camarada.
Cuando salimos no llovía más
mi madre me riñó por llegar tarde a casa.
(En Taberna y otros lugares; 1969)
LA PATRIA
En las actuales condiciones del mundo,
la patria para los trabajadores
sólo existe en aquellos países
donde los trabajadores conquistaron el poder.
Los trabajadores soviéticos tienen patria,
y los chinos,
y los polacos,
y los vietnamitas,
y los cubanos.
En las sociedades divididas en clases
(o sea en el llamado “mundo libre”),
en los países donde hay pobres y ricos
(o sea en el llamado “occidente cristiano”),
la patria es para los explotadores
el lugar donde ejercen principalmente su explotación
(o sea, donde tienen “el asiento principal de sus negocios”)
y para los explotados
el lugar donde los explotan.
Esa situación tuvo, desde luego, una hitoria
y en ella surgieron himnos y banderas
y héroes y sentimientos:
de todo eso se apropiaron los explotadores
y construyeron una gran máscara
para engañar a nuestros ojos y a nuestro corazón.
Los trabajadores, los pobres salvadoreños;
los trabajadores, los pobres hondureños;
los trabajadores, los pobres guatemaltecos;
no tienen patria.
Aunque toda la riqueza nacional
fue labrada con la sangre y el sudor de sus pueblos,
de sus trabajadores,
El Salvador,
Honduras
Guatemala,
son patria únicamente de los dueños de la patria,
propiedad de los dueños
de la sangre y el sudor de los pueblos.
Los explotadores son tan dueños de esas patrias
que cuando sus contradicciones se hacen críticas
echan a pelear entre sí a sus respectivos pobres.
Así defienden por la fuerza su interés
y al mismo tiempo dividen a los pobres
que cada día están más solos,
cantando el himno nacional y agitando la bandera,
en la fría noche de la patria ajena.
Los trabajadores y los pobres
sólo tienen un medio para tener patria:
hacer la revolución.
(En Un libro rojo para Lenin; 1973)
MANERAS DE MORIR
El Comandante Ernesto Che Guevara
llamado por los pacifistas
el gran aventurero de la lucha armada
fue y aplicó sus concepciones revolucionarias
a Bolivia.
En la prueba se perdió su vida y la de un puñado de héroes.
Los grandes pacifistas de la vía prudente
también probaron sus propias concepciones en Chile:
los muertos pasan ya de 30 mil.
Piense el lector en lo que nos dirían
si pudieran hablarnos de su experiencia
los muertos en nombre de cada concepción.
(En Poemas clandestinos; 1975)
Bibliografía consultada:
“¿Quién mató a Roque Dalton?”; en Sudestada N° 130, julio de 2014; Bs. As., Argentina.
Roque Dalton. La ternura no basta. Casa de las Américas (prólogo de Víctor Casaus) 1998, La Habana, Cuba.
Un libro rojo para Lenin. Ediciones La Llamarada (prólogo de Néstor Kohan) 2011, Bs. As.