En un escenario continental donde los gobiernos derechistas aprietan el acelerador en sus políticas antipopulares, el proyecto bolivariano sigue estando en el centro de los ataques. Desde hace por lo menos cinco años, Venezuela está sometida a una guerra híbrida o de cuarta generación que combina la lucha en todos los planos (internacional, militar, político, económico, comunicacional). Desde el fracaso de la violencia paramilitar en la primera mitad de 2017, la violencia económica contra el pueblo ha recrudecido.

Esa guerra, a la que se denomina guerra híbrida o de cuarta generación, se monta sobre las contradicciones internas, propias de todo proceso con participación popular, que son fundamentales para comprender qué es lo que está en juego. Se impone un mayor protagonismo de los sectores populares para lograr superar la actual coyuntura y abrir una nueva etapa en el principal “laboratorio” revolucionario del siglo XXI.

Desde julio de 2017, cuando el chavismo logró imponerse en las votaciones en torno a la realización de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la brecha entre los “tiempos políticos” y los “tiempos económicos” (como los ha definido Marco Teruggi) no ha dejado de agrandarse. A partir de ese triunfo, la oposición venezolana hasta entonces nucleada en la MUD (Mesa de Unidad Democrática) se fragmentó y cayó en disputas internas cuyas manifestaciones más claras fueron las derrotas en las elecciones a gobernadores de finales de ese mismo año y la abstención de participar en las elecciones presidenciales de 2018 ante el previsible triunfo de Nicolás Maduro.

Sin embargo, pese a estos triunfos políticos, no se ha logrado revertir una situación económica cuyo rasgo más alarmante está dado por la hiperinflación (sostenida durante más de 7 meses consecutivos) que ronda el 24.571 % anualizada, según el índice que levanta la comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional.

Esta situación, claro está, se ve acompañada por una caída brutal de los salarios y una situación inédita en la historia venezolana, que es la diáspora de dos millones de personas a distintos países del continente. La persistencia de estos problemas o el golpe de timón para resolverlos son parte de las discusiones que atraviesan un proceso que aún sigue vigente y vivo.

Una coyuntura que debe ser leída en la larga duración

¿Cómo explicar que un sector importante del pueblo venezolano continúe acompañando al gobierno y no se haya levantado contra él ante la grave situación económica? La respuesta está en el significado que tienen para amplios sectores del pueblo las transformaciones que durante más de dos décadas han tenido lugar en la sociedad venezolana.

El acceso masivo a la educación visible tanto en el crecimiento de la tasa de alfabetización como, en el otro extremo, en el acceso a la universidad (con la creación de 44 universidades); el incremento exponencial en la inversión en salud pública que entre 1999 y 2013 se multiplicó por 59, pero sobre todo las políticas hacia las y los más humildes buscando atacar de lleno el hambre con misiones como Barrio Adentro, las Casas de Alimentación, etc., constituyen avances que son parte de la “película” y no de una “fotografía” coyuntural. Es esa conciencia del pueblo venezolano, esa posibilidad de identificar claramente quién es el enemigo, la que constituye la principal fortaleza del proceso bolivariano, aún en una situación adversa como la actual.

Pese a esto, es necesario que se tomen medidas drásticas e inmediatas en el plano económico para poder derrotar al enemigo también en ese terreno. Esas medidas no pueden estar desligadas, claro, de reveer marcos de alianzas constitutivos del mismo chavismo. El cambio de moneda al Bolívar Soberano, atándolo al valor de la nueva moneda internacional (Petro) que cotiza acorde al valor del petróleo, ha sido una de las políticas llevadas adelante para tratar de frenar la escalada inflacionaria. Junto a esto, los acuerdos respecto a los precios de ciertos bienes de consumo básicos (en principio 25 con vistas a ser 50) anunciados hace pocas semanas, pueden ser un paliativo parcial para lograr frenar el desabastecimiento y boicot pero difícilmente solucione la lógica con la que se mueve la burguesía importadora. Es precisamente este sector, el que sin dudas cuenta con cierto apoyo implícito de sectores de la burocracia estatal y militar que se encarga de fugar la mayor cantidad de divisas que ingresan paradójicamente por vía estatal (venta de crudo) o por las remesas enviadas desde el exterior a las familias de migrantes. De no ir a fondo contra esos sectores, la guerra seguirá desarrollándose afectando a las masas populares.

Disputas afuera y adentro

Como se ha manifestado durante todo el período del chavismo en el gobierno, en cuanto las fuerzas internas de la derecha se ven debilitadas, la ofensiva aparece desde el exterior. Las manos del imperialismo yanqui y su principal aliado en la región, Colombia, son evidentes y en el actual contexto dicha influencia ha pasado a primer plano. La frontera con esta última es actualmente el principal foco de tensión. El contrabando de combustible con indisimulable complicidad militar junto con el flujo constante de mercancías, y claro también de migrantes, hacen esta zona geográfica la principal “vidriera” para las campañas internacionales que desde los grandes medios buscan mostrar una tragedia humanitaria que habilite la intervención militar. El envío de un buque hospital de parte del Comando Sur a Colombia para asistir la frontera es parte de estos movimientos del imperialismo. Del mismo modo debe leerse la visita del secretario de Defensa de EEUU James Mattis a la región tendiente a fortalecer la coordinación represiva de los gobiernos derechistas.

Ahora bien, si algo ha entendido el chavismo es que ante los ataques de la derecha y el imperialismo lo que se impone es la unidad. Pero pensando a futuro, la disputa no está sólo afuera sino también adentro. El IV congreso del PSUV que se realizó en el mes de julio, puso de manifiesto que hay dos sectores bien marcados dentro del movimiento. Por un lado la burocracia partidaria y militar y por otro los movimientos sociales, las bases del partido y el movimiento comunero. Mientras el primero de ellos piensa la salida de la crisis en la alianza junto a sectores de una burguesía nacional, el segundo entiende que el fortalecimiento del movimiento comunal y la participación desde abajo son los únicos elementos para superar esta coyuntura En tanto sectores de la dirigencia militar y política se ven imbuidos en casos de corrupción y colaborando con el desabastecimiento, desde abajo se responde con la lógica de la honestidad y la producción de alimentos desde el movimiento campesino para poder abastecer a la población. Cómo ha señalado Melquíades Iguaran de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ): “La presencia de estos funcionarios corruptos en las instituciones públicas es devastadora. Son los Atila de la institucionalidad pública, donde pasan no se mantiene una institución en pie. Están desmontando el Estado burgués, sin sustituirlo, dejando unas instituciones con las capacidades disminuidas”.

Protagonismo popular para una nueva etapa

De lo anterior se desprende una conclusión: el proceso bolivariano sigue vigente y hay sectores decididos a avanzar en la defensa y profundización de las conquistas. En la posibilidad de que éstos avancen radica el futuro del proceso chavista. Desde Venceremos entendemos que hay una serie de medidas que en diálogo con los planteos de los sectores críticos, permitirían abrir una nueva etapa. Entre ellas aparece como fundamental la nacionalización total de la banca y el control del comercio exterior en pos de debilitar el poder de la burguesía importadora, conjuntamente con el no pago de la deuda externa. Avanzar en un sentido progresivo buscando cumplir con las demandas de las mayorías puede implicar un punto de inflexión que no sólo repercutirá dentro de las fronteras venezolanas sino que también puede significar una nueva bocanada de aire para los pueblos de Nuestramérica.

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