El gobierno de los CEOs junto al FMI de un lado y el pueblo trabajador del otro se encaminan a librar batallas decisivas. El primero se juega todo a una salida de la crisis económica y política profundizando las recetas neoliberales. Nuestro pueblo resiste ganando cada vez más las calles. El escenario que se abre y nuestras tareas políticas.

El planteo económico de Cambiemos fue un fracaso . Ahora el remedio es peor que la enfermedad. La vuelta al FMI supone un ajuste adicional. En el acuerdo firmado, el macrismo se compromete a un recorte del 13% de salarios y empleos públicos (tal como hizo la Alianza) lo que ya se expresa en despidos masivos como en Télam, y en el techo salarial en un marco de aguda inflación. El plan incluye además aumentar casi un 50% las tarifas, disminuir drásticamente la inversión estatal (-80%) que en general va a obra pública y reducir groseramente los fondos para las provincias (-75%).

Mientras todo es achique, el dinero que entra (15 mil millones de dólares, en  principio) será destinado casi íntegramente para el pago de los intereses de deuda externa, en una reedición actualizada del “blindaje”, o para garantizar la fuga de capitales. La contracara es el hambre de millones de personas y en especial de los y las niñas, una tercera parte de la población, que en forma creciente depende de la alimentación de comedores escolares o comunitarios para subsistir. La UCA acaba de informar que en 2017 (es decir, antes de la presente caída en picada) la mitad de la niñez vive en la pobreza, un 10% está en la indigencia y cerca de uno de cada diez infantes y adolescentes pasó hambre en el último año. Tan crítica es la situación, que el mismo FMI recomendó dispositivos sociales de contención ante el crecimiento de la miseria. Por supuesto, eso va de la mano de una mayor militarización para intentar poner límite a la protesta social.

De esta forma, el acuerdo con el FMI es una declaración de guerra contra el pueblo por parte del gobierno de los CEOs, a la que es fundamental ponerle un freno con la lucha.

La lucha de calles marca el pulso

Así como en diciembre el pueblo trabajador le puso un enorme freno a la agenda de reformas neoliberales del macrismo, los últimos meses han demostrado que esa capacidad de lucha no fue episódica. El ascenso de masas es un elemento central de la situación actual y pone en tensión las expectativas de ajuste del gobierno.

El movimiento obrero es un actor central. Los sectores consecuentes y  combativos dan muestras de dignidad una y otra vez, como lo demuestra ahora la lucha de las y los docentes de Chubut o del Sipreba contra los despidos. La presión de sectores movilizados obligó incluso a la burocrática CGT a realizar un paro general, totalmente insuficiente frente a las necesidades obreras, pero que fue arrancado a pesar de la negativa de los dirigentes negociadores. También las y los trabajadores precarizados se han convertido en un actor central, como lo demostró la Marcha Federal de comienzos de junio.

De forma confluyente el movimiento de mujeres y disidencias cobró una fuerza gigantesca y logró la media sanción de la ley por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Lo que para el macrismo podría haber sido un movimiento de

distracción para invisibilizar el ajuste, el movimiento de masas protagonizado por mujeres y disidencias -que venía batallando desde hacía muchos años por esta ley- lo transformó en un nuevo canal de desestabilización que pone en tensión a los propios bloques patronales y deja en claro que sólo mediante la lucha en las calles es posible arrancar reivindicaciones sentidas.

Todo indica que la lucha en las calles se ampliará. Está planteada la lucha en rechazo al acuerdo con el FMI, una campaña por conquistar la sanción definitiva de la ley de aborto legal, y la resistencia frente a la ofensiva gubernamental y patronal que incluirá más despidos, techo salarial, tarifazos, pérdida de  derechos y avances en el estado de excepción a nivel de represión al movimiento popular. El frente único de lucha entre los distintos sectores que confluyen en cada reclamo es el camino a tomar para ampliar esta resistencia y lograr conquistas populares que alimenten la energía de la rebelión.

El escenario político

Con una economía inmanejable por la escalada de la inflación y del dólar, la pérdida de respaldo de los “mercados” a Cambiemos no se ha frenado ni con la “vuelta al FMI”, ni con el festejado “mérito” de que la Morgan Stanley Capital International haya clasificado a la Argentina como “país emergente”. El capital político del gobierno está recibiendo el golpe que se expresa en la caída de la popularidad del presidente y su círculo, y en la eyección de dos ministros (Aranguren de Energía y Cabrera de Producción) y del Presidente del Banco Central (Sturzenegger) quien hasta entonces orientaba gran parte de la política económica.

Como decíamos en A Vencer de junio, tomando el pulso del desgaste de Cambiemos, senadores y gobernadores de lo más rancio del PJ que vienen co-gobernando con el macrismo y que dirigen el ajuste y represión en sus  provincias, se muestran ahora como opositores. Las diferencias internas, en particular las críticas al kirchnerismo duro, quedaron en un lugar secundario, ahora que se está largando la campaña electoral. Ante la certeza que el pueblo deberá sobrellevar un duro año de ajuste, el peronismo se propone capitalizar el descontento.  Como ocurrió con la vetada ley de tarifas, este giro se ve también en sus posiciones –también más simbólicas que activas- en contra del acuerdo con el FMI e incluso en el repentino vuelco de un sector del peronismo a la campaña a favor de la ley por el derecho al aborto.

De esta forma, la vacancia política que puede abrirse ante el desgaste creciente del macrismo, pretende ser capitalizada en su totalidad por un peronismo aggiornado que no busca la derrota en las calles de la política de Cambiemos, sino un desgaste paulatino que le permita posicionarse como alternativa electoral el año próximo. En contraposición, la izquierda tiene un rol central que jugar.

Nuestras tareas políticas

Para la construcción de una propuesta política que desde la izquierda pueda erigirse como un proyecto con llegada a amplios sectores de masas y disputar a los grandes partidos hegemónicos, necesitamos avanzar en mayores niveles de articulación.

En la actualidad existen experiencias que comparten una perspectiva política anticapitalista y se encuentran en la lucha cotidiana contra las patronales y sus gobiernos, pero no logran desplegar toda su potencialidad por no integrarse en una propuesta común. Han estado presentes en las columnas combativas y de izquierda del 21F, del 24 de marzo y de la Marcha Federal; también en el encuentro obrero del 23/06 y en los cortes y acto central del paro general del 25/06. Pero esas confluencias no logran traducirse en una propuesta política que le permita a la izquierda dar un salto y ampliar su incidencia. En este punto la responsabilidad del FIT, como herramienta mayoritaria, es clara. En sus manos está, en primer lugar, la iniciativa de ampliarse, y construir de ese modo una herramienta política mucho más potente que pueda desplegar un programa y una activa militancia de izquierda.

A su vez, desde la izquierda tenemos una tarea central: plantear las coordenadas de una salida política alternativa, que enfrente al proyecto neoliberal de Cambiemos y evite las falsas salidas que propondrá el PJ. En ese sentido, como viene promoviendo Poder Popular–Corriente de Izquierda, es importante que podamos desplegar un programa de emergencia que sirva como horizonte actual de lucha y pueda sentar las bases de un proceso de radicalización mayor.

Toda medida debe ir necesariamente acompañada de una férrea defensa de los intereses de la clase trabajadora en conjunto y dando prioridad a sus capas más postergadas. Nos negamos a naturalizar que en un país productor de alimentos tengamos una tercera parte de la población que no puede alimentarse. Estas medidas para mejorar la situación inmediata de los y las trabajadoras, a su vez, permitiría una reanimación del consumo interno.

Sobre la base de un programa de movilización efectivo de este tipo, la izquierda puede, y tiene la oportunidad, de construirse en un actor relevante que gane el apoyo de amplias masas, desarrollando una lucha con la perspectiva de un proyecto de país sin hambre, sin explotación ni opresión.

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