La rebelión popular contra la dictadura cívico militar de Onganía marcó a fuego la experiencia de la clase trabajadora argentina. En las calles de Córdoba, obreros y estudiantes lucharon en unidad y decididamente contra los atropellos del Poder. Hoy, debemos retomar los aprendizajes de esas luchas, reapropiándonos de nuestra experiencia como clase.
El golpe de Estado de Onganía en junio de 1966 instauró una dictadura con el objeto de modificar estructuralmente las condiciones de vida y trabajo en nuestro país, introduciendo reformas para adecuar las relaciones de producción al mercado mundial. Apertura de mercados, liberalización del comercio, cesantía y suspensión de trabajadores y trabajadoras, congelamiento de paritarias, tarifazos, inflación, prohibición de la participación política, intervención de las universidades, endeudamiento del país, y un fuerte disciplinamiento social (cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia).
El proceso de resistencia a la nueva dictadura fue protagonizado por las y los sindicalistas combativos, las y los estudiantes, integrantes de la iglesia católica tercermundista, militantes de organizaciones de izquierda y vecinas y vecinos de los barrios. El vínculo y la organización entre estudiantes y obreros/as se fue fortaleciendo en los principales centros industriales y universitarios del país, como Córdoba y Rosario, y contribuyó a desarrollar la conciencia política de ambos sectores.
En Córdoba, las y los estudiantes se enfrentaban al Estado que había intervenido las Universidades y prohibido la existencia de las agrupaciones estudiantiles. La intervención de la UNC proyectaba privatizar el comedor estudiantil y arancelar y limitar el ingreso. La confluencia en la lucha con las y los trabajadores dio lugar a la unidad obrera estudiantil. Entre estos últimos,, el intento de eliminar el sábado inglés fue la gota que rebalsó el vaso. El Cordobazo fue una huelga política de masas contra el gobierno dictatorial que implicó una fenomenal lucha de calles contra las fuerzas represivas del Estado. Al mismo tiempo, y a partir de entonces, se plasmaron las propuestas que llamaban a transformar radicalmente nuestra sociedad, basadas en el protagonismo obrero y popular.
Época de guerras y revoluciones
En el contexto de posguerra, y de revoluciones y luchas por la independencia en Asia y África, 1968 fue un año particularmente agitado. En el país, se seguían los aconteceres de la ofensiva del Tet, conducidas por el General Giap. En EEUU, millones de jóvenes se movilizaban contra la ocupación yanqui en Vietnam y miles se negaban a ir como soldados. Ese mismo año fueron asesinados los líderes negros Martín Luther King y Malcom X en momentos en que crecía y se radicalizaba el movimiento por los derechos civiles y sociales de la población negra. También se producen el Mayo francés, la Primavera de Praga, la Revolución cultural China, de profundo contenido socialista y antiburocrático. En América Latina, la Revolución Cubana alumbra todos los caminos emancipadores. En 1966 cae en combate el sacerdote revolucionario Camilo Torres y en 1967 el comandante Ernesto Che Guevara. En México, la gran Asamblea de la Plaza Tlatelolco fue atacada por tropas del Ejército con centenares de muertos/as y desaparecidos/as. La perspectiva revolucionaria adquiría gran actualidad.
Se agudiza la lucha de clases
En Argentina, se seguían atentamente estos acontecimientos, era imprescindible avanzar en conciencia y organización, y la metodología adecuada era la insurrección y la violencia en manos del pueblo.
El golpe de estado de 1955 había desatado una dura represión contra el movimiento obrero. Se inició una etapa de proscripción electoral, política, ideológica y fundamentalmente social. Frente a esta ofensiva, las y los trabajadores impulsaron la resistencia: se organizaron acciones de sabotaje en las fábricas, actos relámpagos, volanteadas.
El gobierno de Frondizi, impulsó un conjunto de medidas para favorecer al gran capital privado, fomentar las inversiones extranjeras, reducir la participación del Estado en la economía, que propició una fuerte inflación. Concertó contratos petroleros entregando nuestras reservas a la Shell y la Esso.Habilitó a las universidades católicas y privadas a entregar títulos universitarios y privatizó el frigorífico central Lisandro de la Torre. El fuerte aumento en las tarifas de electricidad y de transporte, el despido de empleados públicos y de personal ferroviario, la eliminación de todos los controles de precios y el congelamiento de los salarios agudizaron los conflictos sociales, generalizándose las huelgas.
De esa resistencia surgen los programas de La Falda en 1957 y de Huerta Grande en 1962, que expresan la radicalización en la conciencia de las y los trabajadores, con una propuesta antiimperialista y anticapitalista. En este proceso de intensas luchas, de debate y discusión, las y los trabajadores en su lucha contra las patronales van identificando el rol cómplice y entregador de la burocracia peronista. En 1966, el golpe militar de Onganía es apoyado por la burocracia sindical que en las figuras de Vandor y Alonso aparecen en el palco junto a Onganía. También llega el apoyo de Perón desde Madrid que ordena “desensillar hasta que aclare”. Estos apoyos son repudiados por el movimiento obrero peronista que había protagonizado la resistencia. En este contexto, se produjo el reagrupamiento de fuerzas sindicales, entre un sector del peronismo y los sectores “independientes”, que tendría como táctica la unidad en la acción reflejada principalmente por Tosco y la CGT combativa de Córdoba: la necesidad de unidad de la clase obrera, de un frente único de las y los trabajadores contra las patronales y el gobierno. De a poco, comenzó a plantearse la necesidad de construir una representación combativa a nivel nacional. Ante el avance de la represión, a contramano del sector dialoguista de Vandor, se fue afirmando otra corriente dentro del movimiento obrero que planteaba una oposición frontal a la dictadura. Nace la CGT de los Argentinos en marzo de 1968 con su programa anunciado el 1° de mayo de ese mismo año.
Unidad en la lucha contra la dictadura
La CGT Azopardo y la CGTA acordaron un plan de acción común, una huelga y movilización para el 29 de mayo de 1969. Manteniendo la independencia frente a la dirigencia burocrática, los sindicatos combativos lograron crear las condiciones para sumar a todas las fuerzas políticas y sociales de Córdoba en una lucha unificada contra la dictadura. La organización se extendió al movimiento estudiantil y al pueblo cordobés en general. Se realizaron asambleas en las fábricas, en las facultades y centros vecinales. Se repartieron volantes en todas las empresas, se armaron molotovs, clavos, miguelitos y hondas. Las y los obreros mecánicos acopiaron miles de bolitas de los rulemanes para que patinaran los caballos de la Policía montada. El 29 las columnas obreras, confluían hacia el centro, todas ellas acrecentadas por contingentes estudiantiles. La Policía cerró las entradas y gaseó los intentos de paso. Las acciones se radicalizaron cuando cayó asesinado el obrero mecánico Máximo Mena. Las veredas eran levantadas y las baldosas convertidas en proyectiles. La movilización era violenta y ofensiva, decidida a derrotar a la Policía. Al mediodía, la Policía se retira para atrincherarse en el Cuartel General del Cabildo. A las 14 hs. la ciudad es tomada por el Pueblo. Los sectores medios que desde los edificios contribuían con maderas y elementos para las barricadas se incorporan a las manifestaciones de alegría por la batalla ganada. Previendo la intervención del Ejército, se prepara la resistencia. Los trabajadores de Luz y Fuerza cortan la electricidad en toda la ciudad. Se quemaron lugares emblemáticos: la Xerox norteamericana, la más grande concesionaria Citroën, el club de Suboficiales. También se asaltó la muy coqueta confitería Oriental cuyas tortas y dulces fueron disfrutados por el pueblo. Con las primeras sombras de la noche ingresa una columna de la IV Brigada aerotransportada del Ejército. Córdoba era una ciudad en combate. Finalmente, el ejército desalojó el centro haciendo fuego indiscriminadamente y sofocó las resistencias con decenas de muertos y heridos y ocupó la ciudad.
El poder de la lucha popular
En el Cordobazo se gestó una alternativa independiente de las y los trabajadores. No hubo pintadas ni cánticos peronistas, no hubo control ni dirección de la burocracia ni de los partidos patronales. En las barricadas el canto fue: “luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular” a partir del Cordobazo -y las puebladas en otras ciudades del país- comenzó otra etapa de la clase obrera argentina. Surge el clasismo del Sitrac- Sitram en Fiat, del Smata en Córdoba, de Villa Constitución, del Sindicalismo de Liberación conducido por Agustín Tosco. El Cordobazo demostró que la clase trabajadora podía y debía dirigir la sociedad hacia una perspectiva revolucionaria que planteara por fin la emancipación de todo el pueblo.