Hace 240 años nacía Juana Azurduy en el Alto Perú, actual territorio boliviano. Los acontecimientos que se sucedían durante su nacimiento, la rebelión de Tupac Amaru que estaba en su climax en la ciudad de Chuquisaca, parecen haberle marcado el camino que luego seguiría: la liberación de la Patria Grande. Juana era parte de una familia terrateniente, pero lejos de sentirse cómoda con ello, vivió en el campo sintiendo de cerca la explotación a la que eran sometides les indígenas y esclaves. Aprendió a hablar Quechua y Aymara, rompiendo desde niña las barreras que imponía la sociedad colonial, opresiva, explotadora y patriarcal para una joven de “buena cuna” como ella.

A sus 25 años ya había decidido dedicar su vida al proyecto de liberación por la patria grande. Abandonando sus privilegios, Juana Azurduy encabezó las guerrillas contra los realistas en el Alto Perú junto con su compañero de vida Manuel Padilla, con quien compartía los ideales independentistas. En la guerra por la Independencia murió el héroe Manuel Padilla, y también cuatro de sus pequeñes hijes, a causa del hambre y las penurias que implicaba la vida en las campañas militares. Cuenta la leyenda, que la joven guerrera chuquisaqueña combatió y dirigió a sus tropas embarazada de su quinta hija, derribando otro mandato más: que la mujer embarazada es débil y debe quedarse en casa.

Juana Azurduy lideró el ejército de “Las Amazonas”, conformado íntegramente por indias, mulatas, marrones, mestizas y criollas, que jugó un rol clave en la liberación del Virreinato del Río de la Plata y del Alto Perú. Su desempeño militar fue sumamente destacado lo que la convirtió en la primera mujer en integrar oficialmente el ejército del Río de la Plata. Recibió el rango de teniente coronel y el sable simbólico del general Belgrano por su heroica defensa en marzo de 1816 de la hacienda del Villar, con solo 30 fusileros y en la que ella misma mató al jefe realista.

Juana no sólo se decidió a romper las cadenas en su lucha política y armada sino también dentro de las lógicas de la sociedad que en aquel entonces impedía siquiera imaginar a las mujeres por fuera del rol de crianza y ama de casa. Su papel fue fundamental en las batallas y procesos de la primera independencia. Sin embargo, lejos estuvo el ideario criollo que resultó victorioso en la región de poder digerir que una mujer mestiza fuera la responsable de su libertad.  Tal es así que aún habiendo coordinado las acciones militares con el general salteño Martín Miguel de Güemes igualmente se vio condenada a la pobreza y exiliada en Salta, desde donde reclamó al gobierno boliviano sus bienes confiscados. Murió olvidada y en la miseria en 1862, a los 82 años, y fue enterrada en una fosa común.

El ideario de los criollos blancos del siglo XIX sigue vigente hoy en día. La historia oficial parece ser escrita no solo por los que ganan, sino que también solo por los varones, héroes: los libertadores. Las mujeres, esclaves, indies, mulates que supieron tomar el sable en la primera línea de batalla y nutrir los ejércitos independentistas de sus cuerpos e ideales, han sido calladas y ocultadas por la historia oficial.

Nuestro rol es recuperar la idea de que nuestra independencia tiene cara de mestizo, de indígena y de mujer. Las raíces de la primera independencia no son blancas y criollas, sino por el contrario son de una amplia gama de colores que representan a todos los sectores oprimidos, cosificados y vapuleados de la vieja sociedad colonial. Traer a la superficie, rescatar de la oscuridad de la historia oficial a las mujeres que dieron su vida por los procesos de independencia es una forma más de desarticular los discursos oficiales y patriarcales que aún hoy siguen insistiendo en querernos sumisas, devotas y silenciosas

Arraigades en nuestra historia, seguimos levantando la lucha y el proyecto de aquelles que dieron su vida por la libertad de nuestro pueblo soñando tan profundamente como nosotres por la construcción de una Matria nuestroamericana. Retomamos el grito de libertad de Juana Azurduy y de las miles de mujeres que a lo largo y ancho de Nuestra América dieron su vida por la libertad de los pueblos, rompiendo las cadenas de la dependencia colonial y patriarcal.

¡Por la segunda y definitiva independencia!

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