En un nuevo aniversario de la muerte de Agustín Tosco, es necesario recuperar su figura y sus ideas no sólo como dirigente sindical combativo, sino como referente político de la fuerza social revolucionaria que se desarrolló en nuestro país y que se planteó como meta la construcción del socialismo. Su participación y organización activa en el Cordobazo, su vínculo con el PRT y las demás organizaciones armadas, su reivindicación como marxista y su declamación de lxs guerrillerxs como compañerxs muestran a un Tosco lejano al conformismo y el reformismo en el que se lo pretende a menudo encasillar. Su lucha no se limitó a enfrentar al peronismo y a la burocracia sindical. Tosco fue parte de esa clase revolucionaria que se aprestó a tomar el poder.
Es 5 de noviembre de 1975. En una clínica en San Isidro –Provincia de Buenos Aires- está internado clandestinamente Agustín Tosco. Los médicos tratan de evitar una infección generalizada pero el Gringo no resiste, y muere. Una muerte que hubiera podido ser evitada si hubiera recibido la atención necesaria.
Agustín Tosco, secretario general del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, referente del sindicalismo de liberación y dirigente nacional revolucionario, debió pasar a la clandestinidad a partir del Navarrazo.
El 27 de febrero de 1974, la policía provincial cordobesa, comandada por Antonio Navarro, inició un proceso golpista que concluyó con la toma del gobierno provincial y la destitución de Ricardo Obregón Cano y Atilio López, gobernador y vice que habían llegado al gobierno en las elecciones de 1973 de la mano del FreJuLi. Atentados, allanamientos, persecuciones a dirigentes políticos, sindicales y sociales. También asesinatos a manos de grupos de tareas que serían la anticipación de la Triple A. Todo ello con el aval del gobierno nacional. El presidente Juan Domingo Perón, alineado con la burocracia sindical y el empresariado inicia el proceso de enfrentar a los sectores del peronismo que se reivindican socialistas. Los gobernadores que expresan a la Tendencia y se enmarcan en la izquierda peronista van siendo destituidos. En poco tiempo más, Perón echaría de la Plaza de Mayo a los Montoneros. El partido del orden comienza a cumplir la función para la que fue convocado.
El Gringo Tosco, en la clandestinidad, disfrazado, se oculta en casas amigas que brindan cobijo al querido compañero. Burla los cercos policiales en los caminos de la sierra junto a su “chofer”, el “turco” Habichayn. Ese que lo acompaña en las buenas y en las malas desde hace años. Pese a las dificultades, Tosco sigue dando pelea, con esa tenacidad que lo caracterizaba desde muy joven.
La voz de la rebelión en Tosco se expresó desde que fuera bien pequeño. Su formación en el trabajo rural y la disciplina familiar, el estudio y las enseñanzas de su padre, hicieron que ya en su juventud, como él mismo dijera “tomara partido por su clase”. A los 17 años, al terminar la secundaria, donde ya había protagonizado una huelga estudiantil, sus compañeros lo eligen para hablar en el acto de colación. En su discurso, el joven Agustín critica fuertemente el sistema educativo y se niega a recibir el diploma por parte del director, recibiendo una ovación de sus compañeros.
Al ingresar a trabajar a la EPEC, rápidamente es elegido delegado de su sector. En la pensión donde vive con sus compañeros de trabajo, se dedica a estudiar arduamente. Junto a ellos inicia un proceso de formación y organización que los llevará a cuestionar las perspectivas políticas y los objetivos de la organización sindical. Se conforma lo que se llamará “la generación del 53” que discute fuertemente con los sectores tradicionales y conservadores de la directiva del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba. Promueven la participación democrática desde abajo de todos los trabajadores, organizan un periódico y desarrollan análisis políticos de la situación nacional y local, los problemas de la clase obrera, debaten en asambleas, asados y partidos de fútbol. En 1956 es elegido Secretario General del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba.
Por su capacidad y formación, por su integridad y posicionamientos políticos, Tosco se irá destacando y constituyéndose en una figura nacional. Durante el gobierno de Frondizi, debatiendo mano a mano de economía con Álvaro Alsogaray, y rechazando los intentos de coima de Frondizi para que apoye la privatización de la Empresa Provincial de Energía Eléctrica. Al contrario, combatió ese proyecto y apoyó férreamente a los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre en su lucha también contra la privatización.
A partir del golpe de Onganía se irá consolidando la organización de los trabajadores en unidad con los estudiantes. La lucha de clases se radicaliza en el mundo y en nuestro continente. La revolución cubana marca un rumbo claro para los pueblos de nuestramérica y el imperialismo yanqui se propone evitar otra Cuba garantizando el orden capitalista a sangre y fuego. Siguiendo la Doctrina de Seguridad nacional y los mandatos del Departamento de Estado yanqui, las fuerzas armadas en todo América latina se alistan para defender los “valores occidentales y cristianos” considerando “subversivo” a quien cuestione el orden capitalista.
Pero no solo la revolución cubana es el faro. Las guerras de liberación de Asia y África, la guerra de Vietnam y la derrota del imperialismo, el mayo francés, van evidenciando que los pueblos del mundo luchan para enfrentar un sistema de explotación y muerte, apostando a una verdadera emancipación social.
El impacto de las políticas económicas y represivas de la dictadura de Onganía es fuertísimo. La lucha en las calles se agudiza. El cierre de los ingenios azucareros y la resistencia popular tendrá sus primeros mártires. Hilda Guerrero de Molina muere producto de la represión. También caen asesinados estudiantes. Tosco acompañará el féretro de Santiago Pampillón desde Córdoba hasta la casa familiar en Mendoza. ¿Cuál es el papel del sindicalismo en este contexto? Para Tosco, no hay dudas, defender los intereses obreros y populares, denunciar el papel del imperialismo y las multinacionales, del capital local y los sectores de poder, luchar contra la dictadura en unidad con todos los sectores que estén dispuestos a combatir. La disputa dentro del movimiento obrero y por la conducción de la CGT, contra una burocracia rancia y colaboracionista de los empresarios y el régimen se expresará en una lista de unidad de los sectores combativos. En 1968 Raimundo Ongaro es elegido secretario general de la CGT. Los sectores vandoristas no aceptarán la derrota y la CGT se fractura. Los combativos crean la CGT de los Argentinos, recuperando en su programa del 1ro de mayo los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962) que expresan una perspectiva antiimperialista y con propuestas que ponen en cuestión algunas de las bases del orden social vigente.
En 1969 estalla la furia popular: los Rosariazos y el Cordobazo son las primeras batallas en las que el pueblo protagoniza una verdadera rebelión, combatiendo en las calles contra las fuerzas armadas del régimen. Se toman y paralizan las fábricas, los estudiantes se organizan en los barrios, se preparan miguelitos, bolitas para los caballos y bombas molotov. Las vecinas y vecinos llevan materiales para las fogatas en las barricadas. El pueblo todo está en las calles. El proceso de acumulación de fuerzas que se habían dado los obreros y obreras de Luz y Fuerza les permite constituirse como una clara dirección del movimiento. Esa dirigencia sindical, que pelea en unidad en las calles con sectores de la burocracia, mantiene su independencia, no se subordina y logra convocar al conjunto del pueblo en una lucha abierta contra la dictadura. Se destruyen los principales comercios que representan a los capitales imperialistas. La policía se queda sin gases lacrimógenos y sin nafta en los vehículos. Debe retroceder. Cuando va a ingresar el ejército, un comando de trabajadores de Luz y Fuerza corta las redes de alta tensión generando un apagón en toda la ciudad de Córdoba. Ingresa el ejército, pero tarda 4 días en recomponer “el orden”. A pesar de la cantidad de muertes y detenciones, se respira un aire de victoria popular. Frente a la violencia desde arriba, se organiza la violencia desde abajo, como un acto de justicia – como dirían los sacerdotes para el tercer mundo que Tosco evoca cuando es detenido.
El pueblo festeja. Las clases dominantes tiemblan. A partir de 1970 surgirán organizaciones revolucionarias que se plantean abiertamente la lucha armada para disputar el poder y llevar adelante una revolución socialista. Onganía es reemplazado y las clases dominantes comienzan a urdir la estrategia contrarrevolucionaria que se plasmará en principio como el Gran Acuerdo Nacional: un retorno a la institucionalidad permitiendo la participación del peronismo en el juego electoral. Mover la pieza de Perón para recomponer el consenso y la institucionalidad en peligro. El peronismo se apresta a garantizar el orden social vigente. Ese mismo peronismo al que hoy se nos dice que hay que volver, como forma de salvaguardar la “alianza” entre capital y trabajo.
Durante esos años, luego de su detención tras el viborazo, Tosco irá profundizando y afianzando sus posiciones. Su paso por la cárcel de Rawson marcará un antes y un después. Allí conocerá a los principales dirigentes revolucionarios del PRT – ERP, Montoneros y FAR. Allí llorará y alzará su voz para reivindicar como compañeros y compañeras a los caídos luego de la masacre en la base Almirante Zar.
Al salir de la cárcel, Tosco expresa abiertamente su definición como marxista y su lucha por la revolución socialista. Si bien como es conocido, continúa abogando por la unidad en la lucha, esa lucha ahora adquiere un norte bien claro, el socialismo. “(…) seguiremos – como lo ha proclamado la CGT de Córdoba – por el camino de la lucha antiimperialista hacia el socialismo”[1]. En ese camino, se debían vincular las diferentes formas de lucha: “El camino de todos los pueblos hacia el socialismo lleva intrínsecas las características nacionales de cada país (…) Sí, hay un ancho camino por el que transitan simultáneamente todas las fuerzas que luchan en todas las escenas de la vida nacional para erradicar un sistema de opresión, injusticias y miseria y construir una nueva sociedad, más justa y más humana. La unidad de esas fuerzas será un factor de aceleración del proceso histórico (…)”[2].
En ese camino, según Tosco, el sindicalismo de liberación cumple un papel fundamental. Tosco expresa y representa ya a una parte de la clase trabajadora y el pueblo que ha desarrollado una conciencia revolucionaria, una conciencia que asume su condición de expropiada. Desde allí su discusión con Rucci y con todas las expresiones de la burocracia sindical que plantean la conciliación de clases entre el capital y el trabajo.
Tras rechazar la candidatura a la presidencia que se le propuso desde el PRT, Tosco continuará peleando en todos los terrenos. Denunciando que las elecciones no cambiarían las estructuras económicas y las relaciones sociales, aún en un tiempo de tan aguda confrontación, aun cuando la vuelta a la institucionalidad significara el fin de 18 años de gobiernos dictatoriales. Tosco enfatizó la necesidad de la continuación de la lucha de masas, superando las diferencias partidarias, sin abandonar como meta el socialismo: “…Nosotros sabemos que los terratenientes, que la base económica del poder político en la Argentina, como es la oligarquía terrateniente, los oligarcas terratenientes y los latifundistas, no han de echarse una bolsa al hombro y han de abandonar sus campos y han de irse del país, celebrando el triunfo o el pronunciamiento popular. Nosotros sabemos que el Banco Mundial, que el Fondo Monetario Internacional, que el Banco Interamericano de Desarrollo, que todos los monopolios no han de irse de nuestro país, no han de dejar libre a la Argentina de sus presiones, por el hecho de que el 25 de mayo asuma el poder un gobierno constitucional. Sabemos que los militares reaccionarios no han de envainar su espada ni han de retirarse tranquilamente, por el hecho de que el 25 de mayo, el presidente Cámpora asuma el gobierno. (…) Nosotros no somos de aquellos, que sin ser peronistas nos peronizamos por oportunismo, pero sí a los compañeros peronistas combativos, tanto como estamos acá en la CGT de Córdoba en la unidad y la lucha, les tendemos nuestra mano, nuestro abrazo fraternal, nuestro compromiso de lucha común, para que entre todos, los compañeros peronistas, los compañeros radicales, los compañeros comunistas, los argentinos que quieren la liberación, luchemos juntos en este proceso y no retrocedamos pese a que la derecha peronista, pese a que la oligarquía y el imperialismo quieren condicionar a Cámpora y quieren hacer retroceder a nuestro pueblo”[3].
La lucha por hacer retroceder al pueblo comenzó a ser cada vez más visible. La contrarrevolución estaba en marcha. El 20 de junio de 1973, día del regreso definitivo de Perón, en medio de la más grande movilización popular desarrollada en Argentina, con una multitud proveniente de todo el país que se concentró en las cercanías del Aeropuerto de Ezeiza, una columna de la Juventud Peronista, con carteles de Montoneros y FAR, fue recibida a balazos desde el palco montado para dar la bienvenida a Perón, generalizándose el tiroteo. Perón aterrizó finalmente en la base militar de Morón. En su primer discurso, criticó a los grupos revolucionarios del movimiento peronista.
El 13 de julio, en medio de la disputa entre las dos corrientes dentro del peronismo, Cámpora fue forzado a renunciar. Asumió interinamente el cargo Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados y vinculado a López Rega, con la misión de desplazar del gobierno a la Tendencia Revolucionaria y convocar a nuevas elecciones. Al mismo tiempo se desarrolló desde el régimen una política dirigida a desarticular y aislar mediante ataques selectivos a la fuerza revolucionaria. Se organizaron grupos armados provenientes de la derecha peronista, la policía y líneas del movimiento sindical, que, con apoyo militar, formaron la Alianza Anticomunista Argentina o Triple A, dirigida por el ministro de Bienestar Social, José López Rega[4].
Al igual que otros dirigentes sindicales y populares Agustín Tosco fue amenazado de muerte. Además, en operaciones simultáneas, grupos armados atacaron los locales de la CGT cordobesa, del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba y del SMATA. En el sindicato de Luz y Fuerza, donde estaban Tosco y la mitad del Consejo Directivo, siete u ocho personas abrieron fuego con metralletas, fusiles Fal, escopetas y pistolas y arrojaron granadas, mientras trataban de ingresar al local; el intento fracasó por la resistencia desde el interior del local que dio lugar a un tiroteo que duró treinta minutos. Frente a los ataques, los sindicatos reforzaron sus medidas de seguridad y pidieron apoyo a partidos y organizaciones. En Luz y Fuerza de Córdoba participaron de la defensa del local militantes del PC y del ERP. Pese a las amenazas y los ataques, los trabajadores continuaron movilizándose.
El 18 de agosto de 1973 unos cinco mil trabajadores, estudiantes, intelectuales, profesionales y pequeños campesinos participaron, en la ciudad de Tucumán, del IV Encuentro Nacional para la Formación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS). Desde este Frente, se propuso la fórmula Agustín Tosco- Armando Jaime (secretario de la CGT clasista de Salta y del Frente Revolucionario Peronista), para enfrentar en el terreno electoral a la de Perón. Pero Tosco rechazó una vez más la candidatura presidencial, planteando que, más que una herramienta electoral, lo que debía construirse era un auténtico frente que asegurara, más allá de la salida electoral, la continuidad del camino revolucionario.
A partir del triunfo de Perón en septiembre de 1973 el gobierno promovió un nuevo “Pacto Social”, un acuerdo entre los trabajadores nucleados en la CGT y los empresarios nucleados en la Confederación General Económica (CGE). Por otra parte, se lanzó un ataque contra los sindicatos que no se encuadraban en los lineamientos fijados por la CGT nacional. El ministro de Trabajo Otero, con acuerdo de la dirigencia de la CGT nacional, impulsó un proyecto de Ley de Asociaciones Profesionales que permitió a las federaciones y confederaciones intervenir los sindicatos de primer grado.
A partir de mayo de 1973 el movimiento obrero profundizó el proceso de luchas que venía desarrollando. Comenzó un período de huelgas generalizadas en todo el país, muchas de ellas con tomas de plantas. Además, hubo importantes enfrentamientos entre los trabajadores y las dirigencias sindicales burocráticas. Las luchas del movimiento obrero que se venían desarrollando en el interior del país, sobre todo en Córdoba, se propagaron hacia los centros industriales del Gran Buenos Aires y del Paraná abarcando al conjunto del movimiento obrero. Esta continuidad de lucha tendría varios momentos de alza, a pesar de la fuerte ofensiva desde el régimen. La enorme victoria de los trabajadores de la UOM de Villa Constitución y la pueblada conocida como el Villazo, y posteriormente las huelgas de junio y julio de 1975 y la acción de las coordinadoras del cordón industrial del Gran Buenos Aires.
En ese contexto se agudizó la confrontación entre quienes planteaban la continuidad de las luchas populares y quienes se encolumnaban detrás del gobierno, la tregua y el “Pacto Social”. En Córdoba, como en todo el país, se vivía un clima tenso, con ataques diarios por parte de la Triple A, colocación de explosivos, ametrallamientos, amenazas con panfletos, llamadas telefónicas intimidatorias, en una escalada de agresiones armadas fascistas. La CGT regional denunciaba que uno de los objetivos de esta campaña era crear una situación en Córdoba para terminar con el gobierno de Obregón Cano-López. Tosco consideraba más allá del mundo sindical estos hechos constituían un ataque de la fuerza contrarrevolucionaria: “Sobre nosotros, en particular cae la persecución, las amenazas, y los ataques de la derecha fascista que está haciendo una experiencia de avanzada en un presupuesto de Pinochet, de guerra civil, de dictadura en la Argentina. Y consideramos importante debatir esta cuestión porque no es una cuestión en particular de la clase obrera”[5]. La lucha, para Tosco, se estaba dando entre dos fuerzas, una fascista y la otra democrática, progresista y revolucionaria, cuya línea divisoria no recorría la antinomia peronismo – antiperonismo. La experiencia de Allende en Chile ya había dejado claro que no había un camino pacífico para enfrentar a las clases dominantes y el imperialismo. Como ya hiciera durante el Cordobazo, la violencia desde abajo se reivindica como un acto de legítima justicia.
Desde su posición de dirigentes sindicales, Tosco y los demás líderes de la central combativa buscaban aportar a lucha de la fuerza popular. “El Movimiento Sindical Combativo de Córdoba ha formulado una Convocatoria a la Unidad y a la movilización. Allí está la alternativa. Con o sin superestructura, con o sin sindicatos, pero con las bases, con sus agrupaciones combativas, con todos los trabajadores que sienten la necesidad de la justicia social y que quieren construir una sociedad más justa y más humana”[6].
La historia no se detendrá
Amenazado por los comandos de la Triple A y luego de que la sede del gremio fuera allanada, Tosco y el resto de los miembros del Consejo Directivo del sindicato, debieron pasar a la clandestinidad. La fuerza revolucionaria iba perdiendo a muchos de sus cuadros dirigentes, que caían presos o muertos por la acción de la organización paraestatal clandestina.
En este contexto, desde la clandestinidad, Tosco seguía teniendo la esperanza de que los trabajadores lograran finalmente dar el paso que les permitiera avanzar hacia una definitiva liberación nacional y social. Para Tosco la muerte no era algo de temer, sabiendo que su vida trascendería, más allá de su muerte individual, en las luchas populares. En 1973, había dicho, ante las amenazas de la Triple A, que “(…) de todas maneras la rueda de la historia no se detendrá. Por más atentados, secuestros o asesinatos que consumen (…) las masas laboriosas y el pueblo trabajador seguirán luchando y construyendo inexorablemente una sociedad más justa y más humana”[7].
Como había escrito a sus padres: “La historia no se detiene. Por más que se lo quiera negar, por más mentiras que inventen, por más represión que apliquen. Tendrán que hacer lugar a los derechos de toda la gente. La explotación y la miseria sucumbirán. Nosotros somos una partícula que puede ser destruida físicamente. Que la propia naturaleza tarde o temprano destruirá. Pero somos una partícula de esa dinámica progresiva que en general no será anulada. Un italiano como vos Papá, hace más de trescientos años dijo: ‘Epur si muove’”[8].
Hoy, en tiempos de profunda crisis, cuando se avizoran tiempos en los que sin duda se agudizarán las luchas sociales, es necesario retomar a Tosco, su pensamiento, su línea de construcción sindical y política, sus definiciones y su construcción en pos del socialismo, promoviendo la unidad de la clase pero sin conformarse con el mal menor, sin confiar en las instituciones burguesas, apostando desde abajo a la rebelión popular y a la revolución.
[1] Agustín Tosco; carta dirigida a la Intersindical en Mar del Plata; en Jáuregui y Funes; op. cit.; p. 32.
[2] Entrevista a Agustín Tosco; Revista Primera Plana, 20/6/1972.
[3] Fragmentos del discurso de Agustín Tosco en el IV Plenario Nacional Intersindical, en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; pp. 295 a 302.
[4] Paino, Horacio; Historia de la Triple A; Montevideo, Editorial Platense, 1984. González Janzen, Ignacio; La Triple A; Buenos Aires, Contrapunto, 1986.
[5] Conferencia realizada en la Facultad de Derecho de Córdoba; en Lannot, Amantea y Sguiglia; op. cit.; p. 317.
[6] Diario El Mundo 16 de febrero de 1974; en Jáuregui y Funes; op. cit.; p. 52.
[7] Agustín Tosco; en Jáuregui y Funes; op. cit.; p. 60.
[8] Carta a sus padres y hermana, 18/09/1969 desde la cárcel de Rawson; en Echave, Ortúzar y Ortúzar; op. cit.; pp. 15 y 16.