En un cuadro de desintegración de las representaciones políticas, con el éxodo de funcionarios hacia sus territorios para apuntalar un endeble panorama electoral, y con la interna virulenta a cielo abierto en los armados de ambas coaliciones patronales, la dirigencia política posee un punto de acuerdo: pagar la deuda externa, ajustar al pueblo trabajador. Tanto el FMI, como la embajada de EE. UU. y el gran capital local buscan una salida de “Gran Acuerdo Nacional” con el programa ya impuesto por el Fondo. La organización popular, con independencia de clase, puede enfrentar estas políticas.

En estos días se profundiza la disgregación de ambos lados de la llamada “grieta”. Por un lado, la coalición de Juntos por el Cambio muestra escandalosos avances en sus peleas internas. Por otro, las desavenencias en el Frente de Todos entre el Presidente AF, Máximo Kirchner, la Vicepresidenta CFK, con sus respectivos entornos, se agudizan ante el fracaso del gobierno y el ímpetu por distanciarse del mismo.

Esto se da ante una inflación que se acerca a los tres dígitos en este año, y lo que asoma para el próximo es más subas de precios, más ajuste, más inflación. Y ante un Banco Central con sólo monedas. El escenario de hiperinflación es palpable… la resistencia de la clase trabajadora a que su salario se vea pulverizado, la presión mediante la lucha sindical aún en estructuras burocratizadas, distingue nuestro país de otros de América latina.

Ante esto, la vicepresidenta reclama paliativos, como una suma fija en los salarios, como si fuera parte de un panel de opinólogos y no la segunda en la línea sucesoria del Poder Ejecutivo. Los elogios discursivos de Cristina hacia Massa son anunciadores de una posible candidatura presidencial del “Súper Ministro”, secundado por algún conspicuo kirchnerista… ¿“Wado” De Pedro?. Con grandes posibilidades de perder, esta dupla presidencial permitiría que la actual Vicepresidenta se refugie, fueros de por medio, en una Senaduría de la Provincia de Buenos Aires. La posible condena judicial en la causa “Vialidad” será apelada y recurrida en todas las Instancias. Mientras tanto los fueros senatoriales serán su seguro.

La disgregación del aparato estatal y representativo preocupa a los detentadores del poder. Temen la intervención de los trabajadores, y -que si es masiva- se convierta en una rebelión popular. El embajador norteamericano Marc Stanley y el círculo rojo empresarial insistieron en el coloquio patronal de IDEA y en toda ocasión en la necesidad de unirse y dejar la grieta. Y el mejor alumno de esas orientaciones es Massa, que logró con la votación conjunta del Presupuesto 2023, impuesto por el FMI, saltar la grieta.

El cuadro es de desintegración de las representaciones políticas, con el éxodo de funcionarios hacia sus territorios para apuntalar un endeble panorama electoral, y con la interna virulenta a cielo abierto en los armados de ambas coaliciones patronales. Esto genera incertidumbre en sectores del establishment. Tanto el FMI, como la embajada de Estados Unidos y el Gran Capital local buscan una salida de “Gran Acuerdo Nacional” con el programa ya impuesto por el FMI. Para convencer de ese acuerdo viene el 8 de noviembre Felipe González, Secretario General del Partido Socialista y ex jefe de Gobierno de España, y actualmente lobista empresarial, uno de los protagonistas de los Pactos de la Moncloa de 1977 que permitió la salida modernizante y post franquista de España. Es traído por la UIA, los bancos, la Cámara de Comercio, la Cámara de la Construcción y la Sociedad Rural. En su comunicado estos grupos empresariales señalan que lo traen “para tender puentes de diálogo entre la dirigencia política, social, empresaria y sindical de la Argentina”.  Y porque “es necesario aprovechar la oportunidad de proveer energía, alimentos y minería desde la Argentina al Mundo”. Y es que todo cierra. Así se explican los viajes de Alberto y de Massa a Estados Unidos para alentar inversiones por el Litio, Vaca Muerta y la Gran Minería. Y para facilitar este plan, una devaluación general que abarate el trabajo y la producción argentina para su mejor colocación en el Mercado Mundial.

Cuentan para llevar adelante este Plan con la colaboración de la burocracia sindical y la burocracia de los Movimientos Sociales. En estas organizaciones se debaten entre un alineamiento hacia el poder del estado y las disputas de aparato; con la definición de intentar ser garantes de la paz social, las jerarquías de estas organizaciones poseen el problema de enfrentar por abajo una demanda ante el notorio empobrecimiento de sus bases… de ahí, que deban encarar algunos reclamos pese a su subordinación estructural.

En el mapa político, “liberales” y “progresistas” están alineados al programa del FMI… Todos ellos defensores de la democracia capitalista. Porque con ella, como decía Alfonsín en 1983, “se come, se cura, se educa”. Lástima que la realidad actual lo desmienta. Seis de cada diez niños son pobres y la gran mayoría de los adultos terminan la jornada sin cenar.

Así como en los 90 se remataron empresas públicas para pagar deuda (luz, gas, subsuelo, ferrocarriles, telecomunicaciones y sigue la lista) en este nuevo ciclo de endeudamiento y fuga de divisas, los organismos acreedores aspiran a quedarse con cuantiosos recursos naturales a costa de profundizar el extractivismo, como el subsuelo en Vaca Muerta, la plataforma marítima, el litio, las llamadas “tierras raras” y sus minerales…

La organización popular, en los lugares de trabajo, de estudio, de defensa de los derechos ambientales, del movimiento de géneros y disidencias, en los territorios, puede dar respuesta a esta avanzada de saqueo contra la clase trabajadora. Es necesario construir una salida que enfrente este panorama de depredación que propone el capitalismo. Romper con el FMI y frenar el ajuste con una enorme movilización popular. Ante el ajuste, la rebelión de lxs de abajo es el camino.

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