“En 1919, la revolucionaria Rosa Luxemburgo fue asesinada en Berlín. Los asesinos la rompieron a golpes de fusil y la arrojaron a las aguas de un canal. En el camino, ella perdió un zapato. Alguna mano recogió ese zapato, tirado en el barro.

Rosa quería un mundo donde la justicia no fuera sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad fuera sacrificada en nombre de la justicia.

Cada día, alguna mano recoge esa bandera. Tirada en el barro, como el zapato”. 15 de enero: el zapato. Los hijos de los días. Eduardo Galeano.

 

Hace 103 años, el 15 de enero de 1919, asesinaban brutalmente a sus 48 años a Rosa Luxemburgo. Rosa, a quién Vladimir Lenin apodaría como «Águila de la Revolución”, revolucionaria internacionalista militante, teórica marxista, judía, migrante, feminista y con discapacidad funcional, quien dedicaría toda su vida a luchar por los derechos de los y las oprimidxs.

Sus propuestas teóricas sobre el capitalismo e imperialismo y su negativa a la participación en la Iª Guerra Mundial, la posicionaron como una de las grandes revolucionarias del siglo XX.

Su vigencia surge de su historia, de su práctica, de las ideas que, en pleno siglo XXI, no han perdido actualidad. Su lucha sigue siendo nuestra lucha, porque el capitalismo se maquilla, actualiza sus discursos, se reacomoda, pero su esencia sigue intacta: la explotación de una clase por otra. Y la solución sigue siendo la que pregonaba con sus ideas y accionar: la Revolución Socialista.

LA ROSA ROJA Y UNA VIDA DE LUCHAS:

Nació en 1871 en Polonia con una condición que afectó el crecimiento de una de sus piernas, provocándole una discapacidad funcional, que limitaba su desplazamiento. A los 16 años, ya era miembro del grupo Proletariado de lucha por el socialismo. En 1889, tuvo que huir hacia Suiza, luego que varios de sus compañeros fueran arrestados, inmediatamente de ser decretada la ilegalidad de esta organización. Ingresó a la Universidad de Zúrich, donde estudió conjuntamente las carreras de Historia, Filosofía, Economía, Política y Matemáticas. Se relacionó con los principales dirigentes socialistas de su época que estaban exiliados y con quien fue su compañero gran parte de su vida, Leo Jogiches. Junto a él y Julian Marchlewski en 1890 fundaron el periódico Sprawa Roobotnicza (La causa de los trabajadores) utilizando este medio a fin de oponerse a las ideas nacionalistas. Sostenía que la construcción del socialismo dependía de los triunfos de la revolución en varios países y, como internacionalista afirmaba que el rechazo al capitalismo era aún más importante que la lucha por la independencia, ya que sólo el socialismo podía garantizar la misma. Con Leo fundó el Partido Socialdemócrata de Polonia (SDKP) que posteriormente se transformaría al Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania.

Volvió a Varsovia clandestina donde, a pesar de esto, desplegó una gran actividad política incentivando a los obreros a una huelga general y también para que incorporaran a su movimiento a las mujeres obreras, ya que confiaba absolutamente  en la capacidad revolucionaria del proletariado y en la huelga general de masas donde el partido debía jugar un rol activo.

Escribe “Reforma o Revolución” donde enfrenta al reformismo expresado en las posiciones de Bernstein, revisionista de  la teoría marxista, planteando una reforma gradual y evolutiva del capitalismo.

En 1898 se trasladó a Alemania y convencida que allí comenzaría la revolución, ingresó a la socialdemocracia alemana (SPD), que era el partido obrero marxista más grande e influyente en Europa y el mundo, inició su desarrollo teórico y político convirtiéndose en una de las dirigentes más jóvenes.

A principios de 1900, por su posición política y sus actividades a favor de la revolución rusa de ese año, la encarcelaron en varias oportunidades.

Apoyó las ideas de la huelga política general, responsabilizando a las direcciones políticas y sindicales de frenar la acción revolucionaria por sus posiciones parlamentaristas. A la vez que sostenía que las organizaciones políticas conscientes hicieran suyas las reivindicaciones populares, apoyándolas, pero sin manipularlas.

Escribió dos obras fundamentales para la práctica marxista, “Introducción a la economía política” y “La acumulación del capital”. En esta última desarrolló su teoría sobre el imperialismo y el colapso del capitalismo.

Por el odio de clase de la burguesía y la prensa se ganó el apodo de “la polaca sanguinaria”. Fue maltratada y humillada por muchos dirigentes que la despreciaban por ser mujer y por ser gran dirigente.

Se centró en la lucha de clases. Siempre bregó por el reconocimiento a las mujeres proletarias y su papel específico en la lucha emancipatoria contra la explotación: “Proletaria, la más pobre de entre los pobres, la más desposeída de derechos de entre todos los desposeídos, ¡acude a la lucha para liberar a las mujeres y a la humanidad del yugo del dominio capitalista”.

En 1912 escribió “El voto femenino y la lucha de clases”, en 1914 “La mujer proletaria”, reivindicando el derecho de las mujeres obreras a participar activamente en las luchas políticas, sociales y sindicales de sus países.

Principal defensora del partido proletario en 1914 contrarió la votación de los créditos de guerra para que Alemania participara en ella.

Junto a Clara Zetkin, su camarada y amiga, militaron apasionadamente y denunciaron la traición del Partido Socialdemócrata.

Rosa, Clara y Karl Liebknecht fundaron el movimiento Liga de los Espartaquistas que posteriormente dio origen al partido comunista alemán.

En 1917 desde la cárcel Rosa apoya a los bolcheviques durante la revolución rusa criticando la estrategia reformista de la socialdemocracia alemana. Un año después, al finalizar la Primera Guerra Mundial, estalló la revolución en Alemania. El proletariado más grande y más organizado de Europa entró en escena y desató la una huelga general que paralizó las principales cuidades del país, surgiendo así consejos de obreros y soldados, como los soviets de Rusia, y Rosa fue liberada por la exigencia de los trabajadores que fueron a buscarla a la prisión.

El 15 de enero de 1919, participó en la revolución de Berlín. Nuevamente detenidos Rosa Luxemburgo y su compañero Karl Liebknecht, horas más tarde, y después de una terrible golpiza, ambos fueron asesinados a sangre fría. El cuerpo de Rosa fue tirado a un río por sus asesinos, siendo encontrado tiempo después, y recocido por unas pertenencias.

Tanto en su vida personal como política, Rosa vivió como una feminista, una pionera, que a fines del siglo XIX sabía controlar su periodo de fertilidad y este conocimiento le permitió disfrutar de su sexualidad y placer. A pesar de ser consciente de las actitudes discriminatorias en su ambiente, nunca aceptó un trato desigual respecto a sus compañeros de partido, o menor salario por el desempeño de su trabajo como periodista o profesora.

La misma historia puede ser contada de diversas formas, con más o menos detalles o protagonismo. Reivindicamos la figura de Rosa Luxemburgo, su ética y honestidad, su lucha que sigue en pie, hasta que seamos «socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres«, transgresora de su tiempo, fue, es y será el águila revolucionaria.

 

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