En los últimos meses, hemos venido profundizando nuestro análisis de la situación continental con la mirada centrada en los procesos de rebeliones. Compartimos algunas de las reflexiones y conclusiones a las que hemos arribado, con el fin de nutrir los intercambios y el necesario debate político de la coyuntura en clave estratégica. Publicamos aquí una parte del documento integral y más extenso que se puede leer y descargar de la web.

Entendemos que las rebeliones abren una nueva etapa o período que puede alumbrar alternativas revolucionarias y radicales. Es decir, abren una posibilidad cualitativa y cuantitativamente superior de acumulación de fuerza revolucionaria. Es probable que surjan partidos y organizaciones revolucionarias más claras, más arraigadas, más sólidas en el transcurso de las rebeliones.aq No consideramos que, por todas las condiciones previas, pero además de los rasgos de las propias rebeliones, el asalto a la fortaleza poder sea un objetivo realizable en lo inmediato. Pero sí en elevar, en dar un salto en una construcción, en un proceso de organización, de politización con ese horizonte.

Desde ya que esto está sujeto a movimiento, no es un dogma ni una orientación inmodificable. Hacemos la aclaración porque no es desde una concepción etapista siglo XXI que hacemos la evaluación anterior. Si alguno de los procesos (a nivel de las masas en lucha, no como testimonio o expresión de deseo) logra abrirse camino hacia ese asalto a la fortaleza del poder, nuestra orientación será apoyar esa orientación. Asimismo, tampoco significa que haya que “guardar” la clarificación del poder, la propaganda socialista, feminista, antiextractivista, antiimperialista, anticolonial y antirracista para otros tiempos. Por el contrario, es parte de las tareas que las rebeliones obligan a profundizar y a mejorar. A lo que apuntamos es que si, como todo pareciera indicar, las rebeliones actuales no derivan de forma inmediata en procesos revolucionarios y de insurrección, para nosotres no se trata de un fracaso, sino de apurar el paso y el trabajo para apoyándonos en los sectores, consignas y caminos más radicales, apostar al fortalecimiento y radicalización desde las nuevas y superiores condiciones conquistadas por la rebelión.

¿Cuáles son a la luz de los procesos en curso y de la experiencia histórica esos sectores y consignas?

Hasta ahora, se han verificado más dispuestos a ir a fondo la juventud empobrecida, las mujeres y disidencias en lucha, las comunidades originarias. Son para quienes son necesarias transformaciones más profundas.

En cuanto a los reclamos, se evidencia la actualidad de la consigna de la libertad de lxs presxs políticxs y el desprocesamiento de les luchadores sigue siendo necesaria y el punto cero de cualquier proceso de transformación. Vinculado a ello, el juicio castigo a lxs responsables políticos, materiales y civiles (destacando a empresarios, grupos económicos, iglesias, etc.).

La destitución de los personeros del poder también es un reclamo que aun pudiendo funcionar como fusible, muestra la decisión de no negociar con les responsables de la situación general y represiva en particular. No deja de ser significativo que las clases dominantes y el imperialismo sostienen a gobernantes cuando se ven enfrentados por la movilización popular, a pesar de altísimos niveles de ilegitimidad. Por otra parte, la destitución mediante formas más o menos ilegales, es un recurso a la mano, expresado con mucha claridad desde Zelaya en adelante. Esto que lo veíamos en diciembre de 2019 al ver cómo Piñera y Moreno se habían mantenido en sus cargos, mientras que Evo lo habían destituido, se ve corroborado hoy.

La defensa de la democracia directa, esto es, la defensa de que la soberanía y de la voluntad popular por sobre la representación es una cuestión de concepto y de propaganda, pero que tiene definiciones prácticas muy concretas. Si se busca orientar la energía hacia el recambio institucional, si se quieren subordinar los tiempos de la lucha en las calles a las agendas electorales, es ésta una de las discusiones que está en la base. Vinculado a eso, la defensa de las calles por sobre el palacio.

Como punto clave de delimitación de campos, y como aspecto estratégico a reivindicar y a desarrollar, la reivindicación del derecho a la autodefensa, incluyendo la violencia popular.

Sería importante extraer conclusiones comunes respecto de cuál es la política correcta, en cada caso, respecto de las asambleas constituyentes. En Chile sobre la base del rechazo a la constitución pinochetista sostenida por los 30 años de transición “concertada”, el modo en que se planteó el proceso constituyente mediante el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” es una clara maniobra de los partidos oficiales. Pero tal como se viene viendo el mismo proceso es disputado, resignificado y asediado por la lucha y la organización popular. En el caso de Colombia la cerrazón del régimen político de dominación hace que el desarrollo de la asamblea nacional popular tome en sus manos cuestiones que difícilmente tengan lugar, incluso en clave de cooptación, dentro de la institucionalidad vigente. En el caso de Perú, la convocatoria a un proceso constituyente fue uno de los pilares del programa que convirtió a Castillo en una opción para quienes, excluides a nivel económico y político, se movilizan con el horizonte de cambio.

En términos programáticos más de mediano plazo, la lucha antiextractivista y la reivindicación del buen vivir como alternativa al capitalismo, apuntan al corazón del capitalismo en Nuestramérica. No es casual que sea éste el punto ciego tanto de las distintas variantes de dominación burguesa, como de las diversas potencias en pugna. Llegar a la raíz de la crítica al extractivismo, discutiendo soluciones de totalidad es algo que está presente ya, quizás no de forma completamente desarrollada, en las luchas socioambientales. Éstas se enfrentan a las grandes empresas, muchas multinacionales, a la connivencia estatal (sin importar la administración), a la represión oficial y a la que ejercen las patotas y grupos de choque paraestatales. Asimismo, obligan a salir de los márgenes de la discusión sobre la distribución de los ingresos, para poner de relieve nada menos que la defensa de la vida.

No hay fórmula que garantice el éxito. Es la lucha la que define. Creemos que las experiencias de Chile con una constituyente amañada pero que es asediada, la de Colombia con un proceso de asamblea nacional popular, deben ser seguidos en profundidad. También analizar procesos como el de Bolivia y el de Perú en los que grandes movilizaciones permitieron derrotar a la dictadura de Añez e impugnar a nivel de masas el fujimorismo. La clarificación de cuáles son las grandes tendencias en disputa contra las que hay que lidiar, cuál es la relación entre ellas y la que defendemos nosotres, constituyen un punto de partida. Las rebeliones marcan los puntos más altos de la lucha de clases en gran parte de nuestro continente.

En Cuba y en Venezuela las confrontaciones tienen un nivel superior, a causa de que, son los procesos que más han avanzado. Bloqueo económico, asedio mediático, financiamiento de actividades contrarrevolucionarias, hasta entrada de paramilitares en el caso de Venezuela, corroboran lo que las propias usinas reconocen como objetivos estratégicos.

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