
En los últimos meses, hemos venido profundizando nuestro análisis de la situación continental con la mirada centrada en los procesos de rebeliones. Compartimos algunas de las reflexiones y conclusiones a las que hemos arribado, con el fin de nutrir los intercambios y el necesario debate político de la coyuntura en clave estratégica. Publicamos aquí una parte del documento integral y más extenso que se puede leer y descargar de la web.
Desde la conformación de Venceremos en 2017, analizábamos que la crisis del capital y su expresión a través de las disputas entre potencias, estaban acompañadas de procesos de resistencia, de lucha, pero que esas luchas estaban desarticuladas, que no tenían un horizonte de superación y que, en muchos casos, el descontento popular – sumado por las decepciones de gobiernos progresistas que en países como Grecia o España accedían a la administración- tenía una canalización por parte de una derecha fascista.
La ausencia de alternativas revolucionarias claras a nivel mundial, las dificultades de los movimientos revolucionarios en América Latina y, en el caso de Argentina, la aniquilación de la vanguardia revolucionaria mediante el terrorismo de estado había generado una situación en que, habiendo luchas, resistencias e incluso confrontaciones, no llegaba a actualizarse la revolución socialista. Caracterizamos por esto a la etapa como “no revolucionaria”.
En el caso de la historia reciente de la Argentina identificábamos la ausencia de una alternativa y de un partido revolucionario, como parte de las causas de que la rebelión de 2001 no hubiera logrado un mayor avance, sobre todo en evitar que la burguesía retomara la iniciativa, reconstruyera la confianza en las instituciones e integrara al estado y a los partidos patronales a muchas organizaciones que se habían destacado en la resistencia de los 90. Vale aclarar, aunque sean procesos relacionados, que esa falta de partido y de alternativa la vinculábamos también al retroceso político, ideológico y organizativo de la clase trabajadora y el pueblo pobre; es decir, no identificando la existencia de un partido a una cuestión de aparato o de nombre.
En el debate que atravesó nuestro partido en 2019, el sector que luego de retirarse conformó Abriendo Caminos sostuvo que América Latina vivía desde los ‘80 en adelante una “estabilidad democrática”; aun cuando hubiera revueltas, entendían que la participación electoral pasaba a ser un eje central. Quienes nos quedamos en Venceremos, avanzamos en la caracterización de la severa crisis económica, social y ambiental y en sus consecuencias en términos de movilización popular. Sostuvimos que las rebeliones y la lucha de calles estaban a la orden del día y que era necesario prepararse para ello. Las rebeliones de Haití, Ecuador, Chile, Colombia, así como el golpe de estado en Bolivia, corroboraron nuestro análisis.