Dos semanas consecutivas de huelga en CABA. Nuevos anuncios presidenciales que incluyen la extensión de las clases virtuales. Mientras sigue interrumpido el proceso de vacunación a trabajadorxs de la educación, y continúan falleciendo compañerxs, el gobierno porteño sigue ejerciendo el negacionismo, cada vez más cerca del colapso sanitario. A su vez, es una incógnita qué hará para que se cumpla el nuevo DNU el gobierno nacional que poco y nada hizo para que se ejecutase el decreto previo. Más allá de la disputa electoral y los pasos tras bambalinas del elenco político gobernante, docencia es la que sigue poniendo el cuerpo. También es la que puede torcer esta historia con su lucha.
Los anuncios del presidente Alberto Fernández incluyeron la extensión por 21 días de la no presencialidad de clases en zonas de alto riesgo epidemiológico. Esta medida no debería leerse por fuera de la pelea decidida que la docencia viene dando. El inminente colapso sanitario fuerza al gobierno nacional a tomar definiciones, pero en medio de una negociación de límites difusos con CABA, la huelga docente es sin dudas un factor de presión. No debería leerse la conquista de derechos elementales por fuera de la dinámica de la lucha por obtenerlos. En este caso, se trata del derecho a la salud y la vida de lxs trabajadorxs de la educación, del alumnado, de sus familias, expuestxs al contagio. Se trata de frenar la propagación de un virus que hace estragos en una población sin vacunar, especialmente entre sectores populares; se trata de que la escuela no sea la guardería para que las fábricas sigan explotándonos, a como dé lugar.
El papel de la lucha en la historia del movimiento obrero
Nos encontramos en las cercanías de un nuevo aniversario del 1 de mayo, fecha emblemática de lxs trabajadorxs, en homenaje a “los mártires de Chicago” pero a su vez a la lucha de miles y miles de hombres y mujeres que dieron su sangre y su vida para conquistar el derecho a las 8 horas de trabajo. Esa demanda, junto al resto de regulaciones y derechos adquiridos nunca han sido fáciles de conseguir y un alto costo hemos pagado como clase por cada uno de ellos.
La disputa entre Capital y Trabajo demanda además que se realice una constante defensa de esos derechos, pues nunca están garantizados “de una vez y para siempre” si no es bajo la férrea vigilancia de la clase trabajadora. Incluso su vigencia es trastocada. El derecho al descanso, por ejemplo, ha sido reconvertido en una carrera por las horas extras debido a la carestía de la vida y al empobrecimiento general de la población (recordemos que en muchos rubros se perciben salarios “en todas las de la ley” que se encuentran varios miles por debajo de la línea de pobreza oficial).
El hecho de que naturalicemos en cierta forma tales derechos no elimina su historia. La derrota sufrida desde el golpe de 1976 (y el terrorismo de estado iniciado durante el 3er gobierno de Perón) nos ha llevado “hacia atrás” en varias de estas cuestiones, sobre todo profundamente en su aspecto ideológico más que en cualquier otro. Es preciso revertir esta lectura desde lo ideológico, pero también desde la praxis, protagonizando nuevas peleas que puedan generar una experiencia que contrarreste dichas concepciones.
La lucha nos educa
La docencia porteña (y no sólo la porteña; por caso también la de Bahía Blanca o Mendoza, con direcciones antiburocráticas) se encuentra llevando adelante un plan de lucha histórico ya por varias características. En primer lugar por haber interpretado correctamente el sentir y el malestar de las bases, que se volcaron a la huelga como hace tiempo no lo hacían. La masividad de los inicios de la medida, en un cuadro de agravamiento epidemiológico, influyó sin lugar a dudas en la decisión presidencial que a través de un DNU planteó la suspensión de la presencialidad en las escuelas de la región AMBA contra la opinión de los propios ministrxs Trotta y Vizzotti, que al igual que todo el gobierno de la CABA promovían la apertura y negaban/niegan la incidencia inocultable del movimiento y circulación de personas alrededor de la actividad escolar.
En segundo lugar, porque la correcta lectura de la situación canalizada en las asambleas abiertas por Ademys empujó a la burocracia de UTE de la Ciudad de Buenos Aires, encolumnada públicamente con el gobierno nacional, a llamar también a la huelga –papelón mediante en el que debieron rectificar en apenas 2 horas una medida inconducente a la que habían convocado en un primer momento– empujando a una continuidad de la que es muy difícil encontrar algún antecedente similar. Esa definición, obligada por la dinámica de la organización “por abajo” es resistida aun por la CTERA, central nacional que hace tiempo forma parte directamente del gobierno nacional y cuyos compromisos en ese sentido impiden cualquier tipo de acción independiente, incluso en casos como este donde la salud y la vida corren serio peligro.
En tercer lugar, pero no menor en importancia, porque colocó en el centro de la discusión la cuestión sanitaria y de salud y la responsabilidad que sobre ellas le caben tanto al gobierno de la Ciudad como al Nacional. Es decir, evidenciando que la concepción de la Escuela como guardería y la prioridad a la producción están por encima de “la grieta”, lo cual puede derivar en mayores niveles de conciencia sobre la pertenencia a la clase trabajadora en oposición a la clase dominante (y a su Estado). La novelesca trama legal en la que el presidente no puede o no es capaz de garantizar su propio DNU, el gobierno de la Ciudad se autorregula a voluntad y la Corte Suprema define no definir (llegando al ridículo de tomarse el tiempo para fallar en la misma fecha que vence el DNU), puede alimentar el descreimiento sobre la neutralidad de la Justicia y la división de poderes.
Desde el gobierno y los sectores de poder la respuesta está en consonancia y a la altura de la disputa, pues comprenden incluso mejor que muchxs la magnitud de la pelea. Así las cosas, la obstinación en mantener la presencialidad tiene mayor relación con la búsqueda del disciplinamiento de lxs trabajadorxs que se han puesto en pie, y con el rol de cuidado de menores de las escuelas, antes que con la preocupación por “la educación”. A tal punto evidencian esto que esgrimen entre sus argumentos afirmaciones que rayan el ridículo absoluto, como advertir sobre el terrible peligro y retroceso que implicarían 15 días de educación virtual (exactamente el mismo período de un receso escolar común y corriente y por el que nadie asevera tales absurdos).
Bien saben que el triunfo de la docencia implicaría un aliento hacia otras luchas y establecería un piso más alto desde el que dar la disputa, convirtiéndose en hito y en referencia a su vez para otros sectores. Por el contrario, con una derrota se alimentaría una sensación de impotencia.
El camino que viene tomando la docencia está dejando una huella en las luchas recientes. Resta ver cuál es el escenario y la respuesta organizada desde lxs trabajadorxs luego del nuevo DNU de hoy, 30-04, si el gobierno porteño decide incumplir la suspensión de clases presenciales nuevamente. Ganar esta pelea implica ya mucho más que definir un conflicto puntual entre partes. Nunca los derechos del pueblo fueron ganados en una mesa de diálogo y a través de un intercambio “razonable”. Esta vez no es la excepción.