Bolivia

El próximo domingo 18 de octubre está prevista la realización de las elecciones en Bolivia. A pocos días de la fecha, todas las encuestas y previsiones dan ganadora a la fórmula del MAS encabezada por Luis Arce y David Choquehuanca. Sin embargo, la incertidumbre es grande; difícilmente la derecha golpista se avenga a respetar la voluntad de las mayorías. Todo su odio de clase, su violencia racista y patriarcal, su subordinación al amo imperial, así como los propios intereses del imperialismo yanqui cuyos planes para profundizar el despojo y el sometimiento de Bolivia son muy precisos, hacen que el escenario no esté cerrado de antemano.

El proceso que culminó con el golpe de estado del 10 de noviembre de 2019 tuvo como protagonistas a la elite económica (en especial, la de la llamada Medialuna oriental) y a sus expresiones políticas, destacándose las versiones abiertamente fascistas que desplegaron grupos de choque motorizados y que contaron con los referentes de los comités cívicos como voceros. El imperialismo yanqui cumplió, como siempre desde Monroe en adelante, un rol central. Los organismos internacionales, y particularmente, la nefasta OEA (“ministerio de colonias yanqui” como bien sintetizó el Che) fue el ariete para dar el toque de rebato en la jornada definitoria, adelantando un informe de “fraude” por parte del MAS al momento de subirse al avión la comitiva. Las fuerzas represivas del estado capitalista, la policía y las fuerzas armadas dejaron atrás cualquier barniz de antiimperialismo y de compromiso con el proceso de cambio y se movieron como ocurre en prácticamente todos los países nuestroamericanos, con las honrosas excepciones de Cuba y Venezuela. Por supuesto, la ofensiva mediática fue parte consustancial del golpe, en la preparación, ejecución y en el intento de consolidación de la dictadura. No podía ser de otro modo, los dueños de los medios de propaganda… El poder judicial, el otro poder permanente del que hablaban con claridad los documentos de Santa Fe, también hizo su parte, desarrollando causas para deslegitimar al MAS.

Sin embargo, no ya cualquier revolucionarix, sino cualquier persona con una mínima formación política en la historia de nuestra región y con capacidad de interpretar los procesos de nuestro siglo, podía anticipar que el poder puede ceder algo cuando la insurrección amenaza con arrebatarle todo, pero que siempre buscará reafirmarse. Y si bien en los hechos el estado en Bolivia nunca dejó de ser capitalista, ese poder real estuvo decidido desde el día uno del triunfo de Evo Morales en 2006 a reconquistar un gobierno, una administración del estado, a su imagen y semejanza. Por tanto, no se puede evadir el análisis de fondo alegando la malicia, la falta de palabra de ese antagonista que no ha dejado crimen por cometer. Hubo errores serios de parte de la dirección política del proceso. Se subestimó al enemigo, se creyó que la negociación permitía ganar, se pecó de economicismo al pretender que a la burguesía sólo le interesan las ganancias (y éstas fueron abultadas). Se sobrestimó a las clases medias urbanas y su mirada por encima de la lucha de las clases fundamentales. Además, debemos reconocer en la base de esto la concepción de que la era de las revoluciones, la lucha armada y las rebeliones, había llegado a su fin gracias a la conjunción de gobiernos progresistas y que ahora se había saldado de una vez y para siempre (o al menos, durante muchas décadas) el viejo debate acerca de las vías para la liberación de las clases y pueblos oprimidos a favor de la institucionalidad, la legalidad burguesa, las elecciones. La renuncia de Evo y de García Linera no evitó la represión, allí están las denuncias documentadas y las que se podrían documentar, de todos los crímenes de lesa humanidad cometidos en esos días.

Pero a pesar de los golpes del terrorismo fascista enseñoreado en el estado y en muchas calles, el pueblo supo encontrar su fuerza en la resistencia. “La whipala se defiende, carajo”, “La pollera se defiende” fueron gritos que sintetizaron que la dignidad, que la identidad orgullosamente indígena y popular, conquistadas a partir de las enormes confrontaciones que se dieron desde las guerras del agua y del gas, no serían entregadas sin lucha.

Los meses que siguieron sacaron cualquier ilusión acerca del carácter democrático, transparente, de eficiencia o de defensa de la soberanía que podía cubrir al gobierno de Añez. Corrupción a gran escala, negociados de todo tipo, retroceso económico, crisis sanitaria, junto a la demostración de que las denuncias de fraude electoral habían sido falsas, mostraron que la dictadura no tenía nada que ofrecer al pueblo, más que la represión y el aumento de la explotación. Así, el movimiento popular comenzó a reconstituirse, a sacar conclusiones políticas y prácticas de lo ocurrido. Y salió a la calle. Sólo con los bloqueos en todo el país consiguió que la dictadura fijara la fecha de las elecciones. Hay que decirlo, también allí se expresó la tensión entre quienes estaban en la primera línea de la lucha y los llamados de Evo a moderar las acciones, arguyendo el efecto negativo de las medidas en la opinión pública.

A pocos días del 18 de octubre, hay algunas certezas. El pueblo boliviano, o mejor dicho, los 36 pueblos del estado plurinacional podrían imponer a la fórmula del MAS si las condiciones de la democracia formal fueran respetadas. No ha sido el respeto al estado de derecho o el “juego limpio” lo que ha caracterizado toda esta campaña. La posibilidad de un autogolpe, de un golpe dentro del golpe, no está excluida. ¿Se realizarán los comicios? ¿Se realizarán sin que la derecha haga fraude? Si se hacen, si a pesar de todo, la fórmula del MAS triunfa, la situación sigue llena de interrogantes. ¿Se forzará una segunda vuelta en la que todo el arco opositor que no llegó a unirse para la primera se unifique? ¿Se garantizará un traspaso de mando en caso de triunfo en las urnas de la fórmula Arce – Choquehuanca? Sin duda, el cuidado del voto dependerá de la movilización popular.

El resultado de la situación política, que incluye las elecciones pero que no se reduce a ellas, lo definirá la movilización de les jóvenes, las mujeres de pollera, los y las campesinas, los 36 pueblos, las y los trabajadores, los pobres del campo y la ciudad. En ellos y ellas radica la esperanza de poner fin a esta dictadura e iniciar un nuevo camino. En elles está la esperanza de libertad y justicia para las y los presos políticos, como nuestro compatriota Facundo Molares, y de memoria, verdad y justicia para todas las víctimas de los delitos de lesa humanidad del golpismo y el fascismo. En ese complejo movimiento popular está el germen que podrá recobrar las posiciones perdidas el 10 de noviembre para avanzar en una transformación de raíz.

Desde este rincón sur del continente, sabemos que nuestra suerte también se juega en el país hermano. Llamamos a nuestros hermanos y hermanas de Bolivia a votar críticamente al MAS, porque un triunfo en las elecciones permitirá dar un golpe político concreto a la dictadura.  Llamamos al campo popular argentino a estar alertas y a dar una rápida respuesta solidaria en las calles en defensa de la voluntad popular del hermano pueblo boliviano.

¡Abajo la dictadura en Bolivia!

¡Por un triunfo en las calles, en los cerros, en las yungas, en el trópico!

¡Jallalla los pueblos bolivianos!

¡Jallalla la rebelión de los pueblos de Nuestra América!

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