La cuestión de los bienes comunes es siempre un tema de actualidad en nuestros países. Desde la conquista hasta nuestros días el centro del poder mundial nos ha impuesto el lugar de proveedores de recursos primarios para las grandes industrias de los centros económicos de turno, lo cual a esta altura es una verdad de perogrullo. A pesar de planteos agiornados que buscan reactualizar fragmentos de las tesis desarrollistas de crecimiento de la economía y la industria en base a la rentabilidad de los llamados “comoditties”, lo cierto es que el capital, sea en su rostro progresista, nacional y popular o abiertamente neo-liberal, década tras década ha mantenido intacta la estructura económica dependiente y subdesarrollada por el capital internacionalizado.

El litio no escapa a esta historia. Este mineral que es denominado muchas veces como el “oro blanco”, es presentado por los grandes medios como el motor del desarrollo económico y social. Sin embargo, para las economías que tienen la posibilidad de extraerlo, nos pone nuevamente en el debate sobre políticas estratégicas, referente a la discusión de proyectos societales y de las estructuras de los Estados en los que vivimos.

La exploración del litio en la Argentina se remonta hasta 1922. Posteriormente, el gobierno de Arturo Illia, desde una mirada nacional-desarrollista, planteaba que el Estado debía tener el monopolio total sobre este recurso estratégico. Ya en ese entonces, estas primeras observaciones catalogarían al mineral como una riqueza nacional de importancia a principios del siglo XX. Con el tiempo, esta mirada del Estado se iría modificando conforme la presión y los intereses económicos de turno.

Entre 1969 y 1974 se iniciaría una nueva etapa en las exploraciones de litio. Zonas como Pocitos en la provincia de Salta, Antofalla en Catamarca y Cauchari en Jujuy, por mencionar algunas, serían los nuevos yacimientos en la mira del capital. A partir de este período, se definiría como rentable la explotación del mineral y entrarían en escena las grandes multinacionales de la minería para instalar sus enormes negociados. De los primeros concursos públicos internacionales llamados por el propio Estado, la empresa Altiplano S.A. perteneciente a capitales estadounidenses de la firma FMC Corporación, se quedaría con los derechos de explotación. Poniéndole fin de esta manera, a la mirada desarrollista de tutela estatal e iniciando el monopolio de las multinacionales. Durante la dictadura cívico-militar-eclesiástica instalada tras el golpe de 1976, no faltarían intentos de otorgarle las concesiones plenas a las empresas, pero los convenios no podrían celebrarse hasta 1991 con el presidente Carlos Menem.

Actualmente uno de los mayores emprendimientos empresariales sobre el litio, se ubican en el Salar de Olaroz ubicado en el departamento Suques, a 270 km de San Salvador de Jujuy. Detrás de la máscara brindada por el Estado provincial con el nombre de Sales Jujuy, la realidad es que el 66,5% de sus acciones pertenecen a la empresa australiana Orocobre, un 25% a la japonesa Toyota y el restante 8,5% al Estado provincial a través de Jujuy, Minería, y Energía Sociedad del Estado (JEMSE). La primera planta de extracción de litio en el país sería inaugurada allí vía teleconferencia por la ex presidenta Cristina Kirchner en marzo de 2013, con la presencia del entonces vicepresidente Amado Boudou acompañando al ex gobernador jujeño del PJ Eduardo Fellner.

Se calcula que en el mundo hay 33 millones de toneladas de Litio, pero de estas, solo 13 millones de toneladas son rentables para su extracción y producción. A su vez, el 58% del litio se encuentra en depósitos de Salmuera que es la forma más sencilla de extracción, luego le siguen la pegmatita con el 26% y la arcilla con 7% de los depósitos mundiales. La mayor reserva del mundo se encuentra en Sudamérica en el llamado “triángulo del litio” conformado por Bolivia, Chile y Argentina donde se encuentra el 68% de las reservas mundiales, con el 30%, el 21% y 17% de las reservas, correspondientemente a cada país. No en vano la revista Forbes, se refirió como la “Arabia Saudita del Litio” al trío formado por estos tres países que albergan el 85% de las salmueras de litio de todo el mundo

Pero un aspecto que diferencia a estos países es la forma en la cual el Estado ha reglamentado la exploración y explotación de este mineral. Mientras que en Bolivia el Estado Plurinacional declaro al litio como recurso fiscal, quedándose con el 51% de propiedad, en Chile es un recurso estratégico (ambas condiciones hoy en estado de revisión práctica). Por su parte, en Argentina el código minero tan laxo y la inexistencia de una política nacional unificada, a la medida del capital, facilitan la extracción multinacional sin mayores impedimentos permitiendo la negociación entre los estados provinciales y las empresas interesadas. Incluso el artículo 124 de la reforma constitucional de 1994 establece que los recursos “originarios” son de dominio provinciales al estar en sus territorios. Este es otro claro ejemplo de un federalismo acéfalo que genera múltiples regulaciones provinciales diferentes una de otras. Además de que el Estado reconoce la propiedad secundaria de los “descubridores”, con lo cual esto es un trampolín legal para la firma de concesiones.

La falta de información fidedigna para conocer la cantidad de regalías que dejan las mineras es otro agravante de importancia. En 2019, el gobernador de Jujuy Gerardo Morales, anunció el otorgamiento de 20 mil hectáreas a las 70 mil ya existentes para la extracción de litio a través del Ministerio de Producción y Desarrollo. Mientras tanto según el presupuesto provincial del 2018 se recaudaron un poco más de 106 millones de pesos en la provincia, para una exportación calculada en 12 mil millones de pesos (según el dólar en ese momento), lo cual equivale al 0.9% de regalías[1]. Esto considerando que las empresas mineras declaran con absoluta fidelidad lo que producen, lo cual resulta bastante improbable. Pero ni aun así, ese año no se llegó ni siquiera al 3% de regalías establecidos en la ley 24.196/93, dejando en evidencia la nula regulación del Estado y el saqueo que esta desregulación genera.

¿Litio para el desarrollo?

En Argentina existen dos proyectos maduros en los cuales se extrae Litio a gran escala. Uno es el Proyecto Fénix de la provincia de Catamarca explotado por la ya mencionada estadounidense FMC con sede en Filadelfia mediante la empresa Minera del Altiplano. La cual cuenta con una planta de entre 250 y 270 puestos de trabajo lo que implica, el 0,9 de los empleos privados registrados en la provincia de Catamarca que ascienden a 31.300 según estudios en este campo[2].

El segundo proyecto es el que mencionamos en la provincia de Jujuy en el Salar de Olaroz, donde en el año 2017 la empresa declaro tener 250 puestos de trabajo de los cuales 100 son ocupado por personal proveniente de la puna y los restantes de obreros de distintas regiones. En este caso, el porcentaje de puestos de empleos es aún menor que en Catamarca, ya que los 250 puestos de trabajo mencionados por la empresa representaron el 0,42% de los 59.500 puestos de trabajos existentes para el año 2017 según las mismas fuentes. A pesar de que en el año 2014 el entonces senador por la UCR Gerardo Morales cuestionaría el proyecto de litio ya que aportaría solamente “150 millones de pesos anuales y no más de 600 puestos de trabajo directo”[3].

El rendimiento actual de la extracción de litio en Jujuy estaría bastante por debajo de las cuestionables cifras para el gobernador actual en 2014, ya que en 2018 recordemos se recaudaron poco más de 106 millones de pesos con 250 puestos de trabajo directo. Dichos puestos además son de baja cualificación, dado que se trabaja mayormente en el excavado de piletones, y que ante la desidia del Estado y las lejanías geográficas permite no garantizar las condiciones de trabajo mínimas por parte de las empresas. Esto consolida un cuadro de explotación similar al de otras producciones de la provincia, como el del azúcar o biocombustibles, que combinan formas modernas de explotación laboral con formas casi pre-capitalistas. A este estado de cosas, para el pueblo trabajador se suma la escasísima existencia de estudios ambientales claros sobre el impacto en los acuíferos y ecosistemas. Aspecto tan importante para las comunidades originarias y las familias campesinas que viven de la autosubsistencia, toda vez que produce la salobrización de algunas napas de agua que entran en contacto con el salar y afloran más abajo, ya inutilizables para uso agropecuario.

Según estudios de la Universidad de Antofagasta en Chile, se requieren dos millones de litros de agua por cada tonelada de mineral extraído. Siguiendo estas proyecciones en Argentina, según las expectativas de producción anuales se emplearían 50 mil millones de litros de agua, lo cual equivale al consumo anual de una ciudad de 350 mil habitantes. Este ejemplo, es más de los que consumiría la población entera de la ciudad de San Salvador de Jujuy, que cuenta según el censo 2010 con más de 260 mil habitantes. Todo esto en una zona, la puna, con marcada escasez de agua, y muchas veces haciendo uso por ello de acuíferos no renovables de este recurso.

Entre los años 1997 y 2015 toda la superficie de los salares de la puna estuvo bajo convenios de exploración y extracción de Litio a distintas escalas (Slipak, 2015). Entre ellas Salar del Rincón donde Enigri Group extrajo 1200 toneladas de Litio en el año 2011, Cauchari y Olaroz donde la norteamericana Lithium Américas realizo múltiples exploraciones. También el Proyecto Sal de Vida, en el Salar Hombre Muerto, también de la estadounidense Galaxy Resourses, en los Salares de Ratones y Centenario donde el grupo francés Eramet también desarrollo proyectos mineros, son algunos de los más importantes proyectos de explotación de Litio que han avanzado exactamente según el cuadro desarrollado anteriormente.

Otro rasgo sumamente importante es que si bien hay países desarrollados con capacidad de producción de este mineral, es absolutamente desigual la producción del consumo si se comparan los países centrales con los periféricos. Por ejemplo en 2013: Bélgica, Estados Unidos, China, Alemania y Corea del Sur aportaron el 20% del Litio al mercado mundial, pero acapararon el 68% del consumo total del mundo. Esto evidencia que el clásico patrón dependentista de las economías periféricas, las grandes potencias económicas y militares del mundo, concentran el consumo de la producción sustentada sobre el saqueo, la explotación de la mano de obra y la naturaleza de nuestros países. La producción de las potencias occidentales muestra una muy importante merma ya que el capitalismo del norte se ha vuelto el comprador por excelencia del oligopolio asiático, máximo productor de productos industriales en base a litio.

El “oro blanco” se conforma así, lejos de los anhelos generados por el ya de por sí engañoso planteo de un discurso pretendidademente neo-desarrollista, en un entramado típico de la fase actual del capitalismo global que acumula capas de oligopolio, capitalismo dependiente, extractivismo depredador de los bienes comunes, explotación precarizante del trabajo y combinada con formas de explotación precapitalistas. Todas condiciones que caen a plomo sobre los hombros de lxs laburantes y comunidades andinas. Condiciones que, como condición de cambio, se sostienen en la resistencia y perspectiva de transformación hacia un modelo superior de sociedad y relación con el ambiente.

[1]                    Fuente La Izquierda Diario: http://www.laizquierdadiario.com/Mineras-dejan-0-9-de-regalias-pero-Morales-festeja-darles-90-mil-hectareas

[2]                    Historias de la Extraccion, dinámicas jurídico-tributarias y el litio en los modelos de desaroollo de Argentina, Bolivia y Chile. Ariel M: Slipak y Santiago Urrutia Reveco. 2019.

[3]                    Fuente Jujuyaldia: https://www.jujuyaldia.com.ar/2013/01/31/calachi-sobre-la-explotacion-de-litio-en-jujuy-sera-una-parte-de-nuestra-economia-un-eslabon-en-toda-una-cadena/

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