La plaza pública, la asamblea del pueblo

Mientras el Parlamento cocinó un “Acuerdo para la Paz y la Nueva Constitución”, de madrugada y a espaldas del pueblo, la clase trabajadora chilena, los/as pobladores/as y estudiantes organizan su propio proceso constituyente. En otras palabras, se preparan para continuar la lucha.

Nuestro último día en Santiago de Chile fue menos estridente que los primeros, pero clave para conocer en diferentes planos qué discute en este nuevo momento post-acuerdo que se inicia. Es que la situación política ha sufrido un cambio. El acuerdo fue la comprobación de que la correlación de fuerzas estaba cambiando: un presidente desbordado y sin poder contener la movilización social, un régimen político deslegitimado y sin un partido con capacidad de direccionar la masividad y radicalidad de la lucha obligó a las fuerzas políticas mayoritarias a retroceder. Desde ese punto de vista, queda más que comprobada la efectividad de la lucha.

El gobierno debía tomar la iniciativa nuevamente o desmoronarse. Sobre todo, luego de la huelga general del 12 de noviembre. El acuerdo es eso: la reacción de un gobierno en retroceso. Pero en el mismo movimiento retomó la iniciativa y pateó -ayuda de la mayoría del Parlamento mediante- la pelota a la cancha del pueblo. El aval dado por buena parte de los partidos le dio gobernabilidad. Incluso, de hacerse efectivo lo resuelto, los plazos propuestos, le permitirían a Piñera coronar su mandato con constitución nueva.

En cuanto al contenido, los argumentos para el rechazo con muchos: oculta bajo un manto de impunidad las violaciones a los derechos humanos, que incluyen muertes, violaciones, torturas, ojos vaciados y más de dos mil heridos; los mecanismos de elección de constituyentes restringe la participación a los partidos que ya están en el gobierno; asegura el mismo sistema de los dos tercios vigente en la constitución pinochetista, que le permite a la derecha vetar cualquier transformación de fondo y, desde luego, no hay unn una palabra en ese acuerdo sobre las demandas sociales. (Para más información, ver declaración de “Convergencia 2 de Abril” aquí).

Han tratado al pueblo chileno como idiotas, esperando que se tragaran su mentira. Pero las cien mil personas en Plaza de la Dignidad el viernes 15 demostraron que este pueblo ya se ha despertado.

Así las cosas, el último día en Santiago de Chile nos sumergió en esos debates. Por la mañana pudimos participar de la reunión de mesa de la Unidad Social. Una mesa bien grande: más de cien asistentes en el Salón “Clorario Blest” de la ANEF (Agrupación Nacional de Empleados Fiscales). La Unidad Social es un espacio multisectorial nacido a comienzos de agosto de este año. Participan unas doscientas organizaciones que abarcan sindicatos de estatales y privados, movimientos de pobladores, estudiantes, al movimiento feminista, espacios de disidencias, jubilados/as, pueblos originarios, intelectuales, de personas con discapacidad y espacios culturales como la Brigada Muralista “Ramona Parra”.

La primera parte de la reunión resolvió el rechazo al acuerdo, la decisión se seguir en calle para empujar la correlación de fuerzas más allá de lo alcanzado hasta el momento. Para esto, se definieron nuevas acciones que serán parte de la agenda de lucha de la próxima semana. Además, el movimiento obrero se prepara para una nueva huelga.

En un segundo momento, cada sector realizó informes que permiten hacerse una idea de la magnitud del proceso de que se está gestando por abajo. Más de mil cabildos organizados a lo largo y ancho del país, de los cuales la Unidad Social tiene información. Otro miles más desplegados por todo el territorio. Son el espacio de deliberación más importante con que cuenta hoy el pueblo. Desde allí se está forjando el proceso constituyente real, desde allí se elabora el programa de reivindicaciones económicas y políticas que fijan norte al movimiento.

Vale la pena destacar al menos tres aspectos del largo debate que hubo allí. Por un lado, el rol de los pobladores. Plaza de la Dignidad es el epicentro de la lucha de calles; pero las poblaciones también libran una batalla cotidiana contra Carabineros. Las mujeres, jefas de hogar en una enorme cantidad de casos, sostienen a sus hijos/as y son al mismo tiempo las primeras en los cortes; las que bloquearon al transporte el día de paro; las que se organizan contra las delaciones que el gobierno promueve entre vecinos. Allí, en las de abajo, está la base firme del movimiento junto con los sindicatos de la producción, los servicios y estatales. Trabajadores/as y pobladores/as tienen la fuerza y la conciencia para dar vuelta esta historia de desigualdad.

Un segundo elemento: ya la Unidad Social florece por cuenta propia más allá de la región metropolitana. La territorialización del espacio es un debate que emerge a cada momento. Una condición más para construir una fuerza social poderosa.

Sobre el cierre de la reunión, compañeros/as de los pueblos originarios/as y compañeras del movimiento feminista ajustan el perfil de la Asamblea Constituyente que necesita el pueblo: plurinacional y con paridad de género. Aquí, en este espacio están todos los debates que entre las cuatro paredes nefastas del Parlamento no tienen ni tendrán lugar.

El parlamento del pueblo es la plaza pública. Y de eso se trata la segunda parte del día, cuando llegamos a Villa Olímpica, un barrio al sur de Santiago donde los vecinos y vecinas se han convocado para debatir sobre lo que sucede. En este barrio también han combatido arduo contra Carabineros. Cortaron calles del barrio y recibieron, como siempre, la visita del guanaco y el zorrillo. Respondieron con las armas elementales del pueblo, las piedras, la organización y la disposición a no rendirse.

En la plaza frente a Junta Vecinal, el punto de partida de las deliberaciones es elocuente: ni se discute el aval o rechazo al acuerdo. Las preguntas son: cómo nos organizamos, cómo construimos el proceso constituyente del pueblo, cómo elegimos a nuestros/as representantes. La confianza en el gobierno, en los partidos del régimen está completamente rota. A medida que avanza la discusión nuevos/as vecinos/as se suman. Hay jóvenes, adolescentes, adultos que son padres y madres, trabajadores/as todos/as que planifican colectivamente el futuro.

El cierre de esta crónica y del encuentro con Santiago rebelado, es nuevamente en Plaza de la Dignidad. Esa tarde ha marchado la comunidad LGTTBIQ. También la enorme hinchada de la Universidad de Chile. Es un fenómeno extrañísimo a ojos argentinos, tan acostumbrados que las barras de muchos clubes sean patota del algún funcionario y actúen como fuerza de choque o mafia en los barrios. En Chile, numerosos clubes de fútbol tienen hinchadas que han cumplido un rol muy destacado en la pelea. Por Avenida Vicuña Mackena van con sus banderas. La U de universidad que encierra la imagen del Che ondea en la cima del monumento del Baquedano. Son banderas azules y rojas que se mezclan con la mapuche, la wiphala y la bandera de la diversidad.

Por la Alameda han llegado los guanacos e infantería disparando bombas de lacrimógeno. La lucha se organiza: si ellos avanzan, retrocedemos para protegernos. Y después viene el contragolpe. La primera línea, con capucha, ondas y otros/as con escudos para protección de los balines lanza una lluvia de piedras. Como es de tarde y la luz amaina, aparecen los primeros láseres, que sirven para cegar a los pacos que conducen y confundirlos. Cuando la infantería dispara las bombas, pues aparecen los «bomberos». Su armadura son guantes industriales para agarrar los proyectiles, antiparras y máscaras para el gas. Recogen la bomba y la ahogan en un bidón con agua para anular el ataque. Es la ingeniería popular que se ha gestado en décadas de pelea callejera y que, ahora, luego de tres semanas, funciona muy efectivamente. En la retaguarda hay compañeros/as picando veredas, juntando escombros en bolsas para la primera línea. Los héroes y heroínas anónimos que completan esta gesta, muchos de los cuales son apenas “cabros chicos” de 16, 18 o 20 años, son los/as brigadistas de salud, que montan en cualquier rincón, en cualquier esquina un puesto para atender heridos, ofrecer agua con bicarbonato. Así se resiste y así se lucha.

Hasta hace tres semanas, aún había quienes hablaban de encapuchados, de los violentos, los que realizan destrozos. Hoy, la violencia popular es acompañada, defendida, reivindicada.

En la calle, en la plaza, se está gestando un nuevo mundo donde hay solidaridad, generosidad, cuidado de los/as otros/as. Donde un triunfo es un triunfo colectivo y un retroceso es un retroceso colectivo.

Los de arriba cierran acuerdos por arriba. El pueblo planifica su futuro en la plaza pública y defiende su destino con amor y con piedrazos. No es una historia color de rosa. Así son las luchas verdaderas. Así es parida toda posible victoria.

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