En un colmado microestadio de Lanús, el Congreso de la CTA de los Trabajadores (CTA-T) que lidera Hugo Yasky votó retornar a la CGT, luego de 28 años de acción sindical por fuera de esa central gremial, en un evento que fue, antes que nada, una sobreactuada demostración de alineamiento político detrás de la fórmula presidencial del Frente de Todos.
Alejada por completo de la más elemental noción de autonomía sindical, esa motivación política fundamental se materializó tanto en la integración del palco, con la presencia en primera fila y discurso del mismo Alberto Fernández, Máximo Kirchner, Verónica Magario y Felipe Solá, entre otros; como en la votación de una explícita resolución de adhesión a la política de concertación social, ligándola a la necesidad de la unidad del movimiento obrero, para concretar la tregua de 180 días que reclama Alberto Fernández para el inicio de su gestión.
En este marco, la unánime votación de las y los congresales presentes de iniciar un proceso de retorno a la Confederación General del Trabajo (CGT) fue apenas un trámite administrativo. De algún modo, el anuncio acompaña en el plano gremial el pasaje del mismo Yasky a las filas del Partido Justicialista (PJ), luego de su militancia en Nuevo Encuentro del relegado Martín Sabatella. Está más que claro que la apoyatura en una fuerza de centroizquierda popular se ha demostrado insuficiente para disputarle, en el plano político, una alternativa al PJ y, a nivel sindical, a la CGT. El desplazamiento político de Yasky hacia el pejotismo es reflejo de esa impotencia.
El que vuelve sin que lo llamen…
Con el auspicio principal del moyanismo y de la Corriente Federal de Trabajadores (hacedores principales junto al SMATA del FreSiMoNa), el anuncio de la CTA-T de retorno a la CGT es hasta ahora una declaración de intenciones, sin condiciones ni objeciones respecto al burocrático modelo sindical cegetista, con el único fin de no quedarse fuera de las mesas de discusión del próximo período para garantizar la paz social.
Aún así, apenas anunciado puso en evidencia diversas dificultades e imposibilidades, entre ellas la resistencia tajante de los sectores que hoy dirigen la CGT a través de las figuras de Daer y Acuña (gordos, independientes y barrionuevismo), que ese mismo día se reunieron en el camping del hiperburocrático SUTECBA de Amadeo Genta, desde donde caracterizaron como “alcahuetes” a los dirigentes de la CTA-T y les facturaron sus acusaciones mediáticas contra la escandalosa tregua de la jefatura cegetista con el gobierno macrista.
Cada cual atiende su juego y los sindicatos dirigentes del FreSiMoNa, interesados también en sumar volumen político y fuerzas para volver a “subirse” a la conducción de la CGT el año próximo, son de los principales promotores de ese retorno.
Resta ver aún si ese padrinazgo alcanza para que la vuelta a la CGT de los sindicatos miembros de la CTA-T (no de la Central como tal) se concrete. Lo que no deja margen para dudas es que tanto el binomio Acuña-Daer como el por estos días imperceptible FreSiMoNa coinciden sin fisuras en no hacer ningún tipo de olas en las semanas finales del gobierno macrista, mientras se descarga un brutal zarpazo sobre el poder adquisitivo del pueblo trabajador, devaluación e inflación mediante.
A esa política que relega los intereses y las luchas de la clase trabajadora, al poner por delante las necesidades de gobernabilidad del futuro gobierno, pretende acoplarse la CTA-T como requisito de pertenencia al campo del oficialismo.
Es por esto que esta propuesta de “unidad” del movimiento obrero no presenta rasgos progresivos, sino que asume la forma de una búsqueda de integración a una política de paz social que va a resultar muy costosa para los trabajadores y trabajadoras en los próximos meses, a raíz de la continuidad del acuerdo con el FMI que va a imponer condiciones muy duras para las y los de abajo.
La unidad que necesitamos
Desde Venceremos – Partido de Trabajadorxs defendemos la más amplia unidad de acción de la clase trabajadora en la lucha por sus derechos y reivindicaciones; y no compartimos la política de alternativismo sindical como principio de aplicación, en todo momento o lugar, que fue un rasgo característico de la CTA en su desarrollo.
Sin embargo, no hacemos un fetiche abstracto de la unidad en el movimiento obrero por fuera de la naturaleza política de los procesos organizativos, por lo que el contenido político de una “unificación” o un “desprendimiento” jamás son “en sí mismos” positivos o negativos, sino que están inexorablemente ligados a los objetivos que persiguen y a los procesos de construcción de base que expresan.En esta perspectiva, reivindicamos las experiencias de coordinación obrera que se vienen desarrollando en las zonas norte y sur del conurbano bonaerense, por ejemplo, agrupando a sectores de la vanguardia obrera que están en lucha en defensa de las fuentes de trabajo y contra la persecución patronal. También las articulaciones intersindicales que promueve el SUTE mendocino para enfrentar -y no para “hacer la plancha”- las políticas de ajuste del cornejismo. En esta línea, el SUTE resolvió incluso avanzar en la coordinación con los sindicatos de la CGT Regional que agrupan a otros sectores del movimiento obrero, superando el corset de una CTA-T local completamente vacía, devenida en aparato de supervivencia política del dirigente “docente” Gustavo Correa.
Desde Venceremos – Partido de Trabajadorxs defendemos la unidad combativa del movimiento obrero y en esa línea el horizonte de una central obrera única en Argentina, que para que efectivamente defienda los intereses de la clase trabajadora deberá desarrollar una política verdaderamente independiente de gobiernos y empresarios. Modelo sindical opuesto por el vértice al del sindicalismo pro-patronal y entreguista de las fracciones dirigentes de la CGT Azopardo, bajo cuya dirección y tutela la conducción de la CTA-T hoy pretende ubicarse para sentarse en la mesa del Pacto Social.