Que el discurso electoral de las principales fuerzas patronales está bien corrida hacia la derecha no es algo novedoso. Cada candidato, a su manera, milita el sentido común conservador que mejor le sirve para su campaña.
El caso de Miguel Pichetto es descarado. Es la cara cara visible, junto con Patricia Bullrich, de la defensa del odio de clase, de la xenofobia y de la eliminación física de pobres a cambio de votos. «Habría que dinamitar todo, que vuele todo por el aire», es la frase dicha por el candidato a vicepresidente, refiriéndose a la Villa 1-11-14.
Pero no son solo palabras. En el día de hoy se publicó una resolución que permite que las fuerzas policiales y de seguridad puedan solicitar el DNI de las personas que transiten las estaciones de tren en el país. El objetivo será el de «prevenir delitos en este sistema de transporte».
La desesperación del gobierno nacional habla el lenguaje del terror. Con la economía en ruinas, la pobreza y la desocupación en alza, a sus votantes no tiene más que ofrecer el discurso del miedo, buscando la culpabilidad de todos los males sociales en quienes, en verdad, son las víctimas de un régimen social cada vez más desigual.
No basta con repudiar los dichos de Pichetto. Es necesario poner en cuestión a fondo la batalla ideológica que emprendió Cambiemos para arrasar con la solidaridad, la empatía. Sobre ese veneno ideológico crece el consenso social para reprimir, perseguir y matar, y que no se resuelve con un simple cambio de gobierno.
Al odio de los de arriba tenemos que responder con la bronca de los de abajo. Hay que responder en unidad y en las calles. Hay que responder con debate de ideas y con un proyecto social que aspire a terminar con todas formas de desigualdad, explotación y opresión.