En junio, luego de las elecciones PASO en la provincia hablamos de un panorma conservador. Lo sucedido el pasado domingo confirma un escenario adverso para los/as luchadores/as populares y para la disputa política en favor de los/as trabajadores/as. Reforzar la unidad en las calles es el único camino para resistir al próximo gobierno de Rodolfo Suárez.
Los números dicen no solo que Cambia Mendoza creció tres puntos entre las generales de 2015, cuando triunfó Alfredo Cornejo, y las elecciones de este 29 de septiembre, sino que además entre las PASO y las generales lograron crecer nueve puntos y alcanzaron el 51%. Pero eso no es todo. Más interesante es el dato que muestra que el peronismo y Cambia Mendoza comparten un caudal numeroso de votantes. ¿El argumento? El Frente de Todos logró un 40% de los votos en la PASO nacionales agosto, mientras que Juntos por el Cambio obtuvo el 37%. Es decir, hay cerca de 10% puntos -más de 100.000 personas- que votaron a ambas fuerzas, según la elección.
No se trata solamente del juego de campañas. Mientras que el peronismo apostó a nacionalizar la elección, el radicalismo se despegó todo lo posible del gobierno nacional y de la figura de Macri en particular. El primero, haciendo hincapié en el real desmadre de la economía; el segundo, en el cumplimiento preciso de «ordenar la provincia» y defender la «buena gestión de gobierno».
Pero además: Cambia Mendoza es un frente que incluye a sectores -ex Frente Renovador, Libres del Sur- que nivel nacional se posicionan como opositores. ¿Coherencia? Bien, gracias. De fondo, lo que sucede es que hay un corrimiento generalizado de las fuerzas políticas hacia posiciones conservadoras: el radicalismo afirmado en los rasgos más disciplinadores y ajustadores y el peronismo, prometiendo más policía en las calles y sostener el extractivismo.
Unidad en las calles para resistir
A partir de diciembre incluirá otras complejidades. Por un lado, un gobierno local que, si bien goza de amplio consenso, tiene ciertos límites objetivos. A modo de ejemplo: una deuda pública que supera los mil millones de dólares. Pero también será un gobierno que, a diferencia de estos cuatro años, tendrá el contrapeso de un gobierno nacional peronista. Ese juego de tensiones entre el Estado nacional y el provincial será importante en los próximos cuatro años.
Más importante aún es el rol nuestro, de los/as luchadores/as populares. Trabajadores/as de la educación, sectores de estatales y movimientos sociales conformamos la alianza más poderosa para responder al ajuste en las calles. La unidad de los objetivos y las acciones en la calle, es decir, la profundización del camino recorrido hasta aquí, es central para lo que viene. Para defender el salario, el trabajo genuino, las condiciones de vida del pueblo, para enfrentar el fracking y el disciplinamiento esta unidad tiene que crecer. Es necesario desarrollar una alternativa propia, desde la izquierda, capaz de desbordar a quienes nos llaman a quedarnos en la casa sin salir a luchar. Por esto, un proyecto político de la clase trabajadora y con perspectiva feminista es clave para avanzar.