Cuando pensamos en un país y su industria aeronáutica pensamos en una cuestión estratégica de desarrollo para algo fundamental, la conexión con el mundo, sobre todo en territorios tan extensos como el nuestro. Entonces ¿Cómo pensamos que debería ser la industria aeronáutica en un plan de desarrollo? Debería basarse por lo menos en la fabricación nacional de aviones, repuestos, para ser proveedores de otras industrias y lograr un desarrollo conjunto con la industria aeroespacial.

Lejos de esta realidad, hoy tenemos una industria aeronáutica hegemonizada por un sector íntimamente vinculado a capitales extranjeros que controlan nuestros mercados. Un ejemplo de esto es que los principales fabricantes de aviones hoy en el mundo son 5 o 6 empresas. Proveen aeronaves y partes, lo que hace que cualquier aerolínea dependa de las condiciones que dichos fabricantes establezcan.

 

Nosotros no escapamos a este modelo dependiente, es por eso que nuestro servicio aéreo se limita actualmente a volar algunas rutas de cabotaje. De todas formas podemos decir con orgullo que esas rutas se realizan en su mayoría por la aerolínea de bandera (Aerolíneas Argentinas), que no es poco.

En este sentido, Aerolíneas Argentinas es además un estandarte de lucha ya que fue reestatizada en 2008, modernizó su flota, invirtió en simuladores de vuelo y forma parte del grupo de empresas nacionales que lograron un importante nivel de desarrollo en los años de kirchnerismo: Intercargo, Aeropuertos Argentina 2000 y FaDeA.

Este sistema nacional aeronáutico comenzó a ser desguazado apenas asume el gobierno de Macri. En enero de 2016 quebró la Aerolínea Sol. Luego se empezaron a otorgar más de 1500 rutas aéreas a empresas sin respaldo económico y sin siquiera poseer aviones, mediante 3 audiencias públicas. Comenzaron a volar los amigos del presidente, Flybondi, JetSmart, Avian, entre otras. Se autorizó a que el aeropuerto militar de El Palomar operara como aeropuerto comercial, para ahorrarle costos a estas empresas conocidas como “low cost”.

Los medios profundizaron su ataque a los sindicatos aeronáuticos. “Los sindicatos no quieren nuevos empleos”, dijeron. No era esa la cuestión. Mientras las nuevas compañías contratan personal multifunción con salarios muy por debajo de los que pactan los sindicatos aeronáuticos, las empresas que ya operaban en la Argentina, se van achicando: LAN Argentina cerró sus escalas de Bahía Blanca y San Juan. Andes devolvió 4 aviones y está pagando los salarios en cuotas. LASA voló 23 días y no pudo seguir haciéndolo porque se le negaron las líneas de crédito para operar. AVIAN suspendió operaciones dejando a todo su personal en suspenso. Intercargo fue objeto de numerosos decretos para lograr su privatización (aunque sea una empresa nacional superavitaria que genera dólares para el país). La misma Aerolínea de bandera tiene la paritaria suspendida hace un año.

 

El rol de los sindicatos

A pesar de este panorama, los sindicatos aeronáuticos lograron lo que no logró ningún sector del movimiento obrero argentino en esta época: la unidad de 7 de ellos en un Frente Gremial que de manera conjunta evitó el desastre: a pesar de todo, no hubo despidos masivos, y la mayoría de los trabajadores afectados por cualquiera de las medidas, fueron reubicados. En algunos casos esto no fue posible. Pero definitivamente no se sufrieron las consecuencias como en otros sectores, donde el avance neoliberal fue drástico.

Peña, Macri, Lopetegui, Insausti, Altgelt son algunos de los nombres responsables de la situación actual del sector aeronáutico: entre todos favorecieron la llegada de capitales extranjeros a la industria aeronáutica para adueñarse de sus cielos, de sus pasajeros y de cada sector o ruta rentable que pudieran tomar.

Desde el gobierno se tomó la decisión de abrir los cielos argentinos a cualquier empresa, se hizo una negociación previa con familiares y funcionarios amigos. Esto fue denunciado penal y civilmente por muchos gremios porque hay una vinculación directa entre muchos funcionarios y los dueños de estas nuevas aerolíneas low cost, entre ellos el mismo presidente. Autorizaron y promovieron los sindicatos por empresa, y los presiden delincuentes.

Los trabajadores aeronáuticos y los sindicatos resistieron estos años de macrismo con unidad y lucha. Las elecciones de octubre y un posible recambio político pueden ser factores de cambio positivo, que brinden oxígeno a Aerolíneas Argentinas y las demás empresas del estado, y que se recupere el standard de seguridad vulnerado por las nuevas normas. Tres años y medio de batallas generan desgaste, pero será cuestión de seguir con la unidad para recuperar lo perdido e ir por más en una industria estratégica.

Es muy probable que el ataque feroz que está recibiendo el sector no sea tal cuando el nuevo gobierno peronista asuma. Pero no va a ser mágicamente que las cosas se solucionen. Las trabajadoras y trabajadores aeronáuticos tienen que mantenerse organizadxs, sabiendo que muchos de los atropellos que fueron frenados se lograron con organización, producto de la participación de todas y todos los aeronáuticos. Hay que cuidar estas victorias, porque son la base de un sindicalismo democrático y participativo, características sin las cuales nuestra organización gremial se pondría a merced de cualquier poder político o económico que en ninguno de los casos representa las necesidades de la clase trabajadora.

¡Por el desarrollo nacional de la industria aeronáutica!

¡Fuera las privatizadas!

¡Viva la lucha de las y los trabajadores aeronáuticos!

 

 

 

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