El 15 de agosto de 1972 se realizó una de las acciones más importantes contra la dictadura que encabezaba el General Lanusse, último de los dictadores de la autodenominada “Revolución Argentina”. Militantes revolucionarios del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de Montoneros, de modo unitario, llevaron adelante un plan de fuga conjunto desde la cárcel a la que habían sido confinadxs,  ubicada en Chubut, en el sur de nuestro país.

El penal de Rawson, considerado de máxima seguridad, -y ubicado en una zona de  difícil acceso y movilidad- era el lugar que la dictadura venía destinando a los cuadros políticos de las principales organizaciones revolucionarias. Allí se encontraban Mario Roberto Santucho, Roberto Quieto, Fernando Vaca Narvaja y muchxs otrxs presxs políticxs, entre los que se destaca Agustín Tosco.

Para un/a militante, la tarea de un preso político o una presa política era desde el primer momento, planear la fuga para retomar la lucha contra la dictadura. Y así fue también en Rawson: contando con las asistencia de un pequeño grupo de apoyo, que serviría como traslado una vez afuera, y la toma de un avión para subir a los más de 130 militantes que participarían de la acción, el plan se puso en marcha.

Sólo la coordinación de las organizaciones en el interior del penal, a través de la unidad de lxs revolucionarixs permitiría lograr el objetivo.

El 15 de agosto se escuchó la zamba Luis Burela, que era la señal para el inicio de la operación. La misma se realizó sorteando sin problemas pequeños inconvenientes, y se logró ocupar el penal tal como se había planeado. Solo hubo un foco de resistencia en la puerta de salida del lugar que implicó un tiroteo donde murió un guardia cárcel.

Por desinteligencias con el grupo de apoyo, sólo la primera tanda de presos , los máximos dirigentes, alcanzó el avión logrando volar hasta Chile, donde el gobierno de Salvador Allende los amparó, siendo esta la primer escala en su viaje a Cuba. Al no contar con los camiones de apoyo, el grupo de dirigentes de segunda línea tomó unos autos y llegó también al aeropuerto, aunque tarde ya para abordar el avión. Es el grupo que ocupó el aeropuerto y se entregó luego con la promesa de ser llevados nuevamente al penal. Se sometieron a un examen médico para constatar su buen estado de salud (y evitar la represión física). En conferencia de prensa ante los medios públicos anunciaron su rendición y el acuerdo alcanzado. Mientras tanto, el resto de lxs presxs que había tomado el penal, con una disciplina revolucionaria, volvió a sus celdas.

La dictadura, no cumplió con lo pactado y lxs militantes fueron llevados a la base Almirante Zar, en Trelew. La noche del 22 de agosto fueron asesinados en sus celdas 16 compañerxs, sobreviviendo sólo 3. La masacre de Trelew fue una de las mayores represalias tomadas por los militares frente a la osadía de haberlos puesto en ridículo y constituyó un anticipo de lo que sería el terrorismo de Estado a partir de 1976,. Sin embargo, Trelew pasó a la historia como una de las hazañas más asombrosas de lo que puede lograr la organización, la planificación, la unidad y la decisión revolucionaria cuando se tienen en claro los objetivos y se miden consecuentemente las tareas.

La fuga de Rawson fue la demostración de que ni siquiera una dictadura que hasta entonces, era la mayor muestra de autoritarismo en nuestro país, podía detener el ímpetu revolucionario. El asesinato posterior de los militantes fue la única respuesta de una cúpula militar ridiculizada por su incapacidad, que siempre apostó a la represión como método para detener la voluntad de la clase trabajadora, del pueblo por conquistar sus derechos. Con la masacre,  los militares demostraron una vez más que sólo la muerte es su respuesta. Pese a la tristeza que implicó este hecho, el mismo no puede empañar lo que pueden realizar la fuerza moral, la inteligencia, y el convencimiento revolucionario.

Hoy, a 47 años de aquella gesta, los nombres de aquellxs compañerxs que hacemos nuestrxs, siguen siendo una inspiración para enfrentar las luchas actuales. Siguen siendo nuestras banderas que deberemos llevar bien alto hasta la victoria, como continuidad de la lucha, y de la construcción de un verdadero proyecto revolucionario que tiene que tener por objetivo la construcción del socialismo, sabiendo que esa lucha será siempre dura y desigual, pero con el convencimiento intacto de que no hay atajos ni mucho menos mediaciones para alcanzar nuestra meta, que no es otra que la búsqueda de igualdad y felicidad para nuestro pueblo y para todos los pueblos del mundo. Sólo con la derrota de este sistema capitalista de muerte y opresión podremos ofrecerles el verdadero homenaje que lxs héroes de Trelew se merecen.

Trelew, su fuga y sus protagonistas son para nosotrxs también un ejemplo a seguir en tanto la expresión más genuina y honesta de solidaridad entre revolucionarixs; una guía para entender que debemos prepararnos para enfrentar todos los escenarios, todas las adversidades, todo el odio de nuestrxs enemigxs. Un ejemplo que nos debe enseñar que sin preparación, sin creatividad e inteligencia, sin verdadera audacia difícilmente lograremos nuestros objetivos.

Porque estamos convencidxs que luchar vale la pena y que cada compañerx caído vive en la lucha del pueblo.

Porque la victoria final es nuestro horizonte de manera irrenunciable.

Porque la unidad de lxs revolucionarixs es para construir revolución.

Alejandro Ulla (PRT-ERP), Alfredo Kohon (FAR), Ana María Villarreal de Santucho (PRT-ERP), Carlos Alberto del Rey (PRT-ERP), Carlos Astudillo (FAR), Clarisa Lea Place (PRT-ERP), Eduardo Capello (PRT-ERP), Humberto Suárez (PRT-ERP), Humberto Toschi (PRT-ERP), José Ricardo Mena (PRT-ERP), María Angélica Sabelli (FAR), Mariano Pujadas (Montoneros), Mario Emilio Delfino (PRT-ERP), Miguel Ángel Polti (PRT-ERP), Rubén Pedro Bonnet (PRT-ERP), Susana Lesgart (Montoneros).

¡Presentes! ¡Ahora y siempre!

¡Venceremos! ¡ Venceremos! 

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