En un escenario marcado por la derechización y las reformas neoliberales, es fundamental sostener la lucha en las calles en unidad, y consolidar un polo político alternativo, que se ponga en la primera línea de defensa de los intereses populares.

La derecha está envalentonada. En Grecia, la debacle de Syriza (luego de su traición al planteo popular), llevó a un recambio por derecha, con el triunfo de los conservadores (ver nota aparte). El mismo signo se consolidó en el Reino Unido, con el ascenso de Boris Johnson, el excéntrico “Donald Trump” británico. En América Latina, con una presencia mayoritaria de las derechas, el centro de la escena fue copado por Bolsonaro, quien reivindica abiertamente la dictadura, niega las desapariciones (y obstruye su investigación), impulsa nuevas privatizaciones (Eletrobras), deforesta la amazonia, y viene de salvar al gobierno derechista de Paraguay (que estuvo a punto de ser destituido). 

En este marco, bajo la tutela de Trump, la alianza con el Brasil de Bolsonaro se volvió un elemento central de la agenda del macrismo. La negociación con la Unión Europea desde el Mercosur, los acuerdos bilaterales de libre comercio de Brasil y Argentina con EEUU, y el salvataje del FMI para sostener su presidencia, son parte de un acuerdo más amplio que incluye el respaldo político de Trump y Bolsonaro a la reelección presidencial  y el apoyo de los sudamericanos al bloqueo yanqui en Venezuela.

Nuestro país y continente se insertan así en un marco donde derechas renovadas (y no tanto) disputan la hegemonía del capitalismo global. Pero esta respuesta de desesperación ante el impacto de la crisis global es, a su vez, completamente inestable. Muchos de los proyectos derechistas en ascenso entran en crisis rápidamente, muestran sus límites, y en muchos casos dan lugar a la emergencia de importantes movimientos de masas.

La avanzada neoliberal

Esta ofensiva derechista, trae bajo el brazo una agenda para la profundización del neoliberalismo. Junto al desmonte de los restos del “estado de bienestar”, el ataque a los mecanismos de protección económica, los acuerdos de libre comercio, la privatización de todo el sistema económico, juegan un rol central las reformas estructurales orientadas a abaratar la fuerza de trabajo: un ataque directo a los derechos y el nivel de vida de las mayorías trabajadoras.

En nuestro país, esa agenda está en el centro de la escena. La reforma previsional presentada por Cambiemos y votada por gran parte del PJ supuso un retroceso de derechos, aunque la contundente resistencia popular de diciembre de 2017 obligó a postergar su profundización. El otro gran eje, que el macrismo tenía en carpeta pero debió encajonar, es la reforma laboral. Desde entonces, esta reforma se viene aplicando focalizadamente, sector por sector. Pero ahora el marco electoral abrió los bozales del lobby empresario y del imperialismo, y uno tras otro salieron a reclamar el impulso completo de esta reforma. El titular de la Cámara de la Construcción, Julio Crivelli expresó de forma brutal lo que otros empresarios vienen reclamando, y lo propio hizo el secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross. Justamente, con esta expectativa, el FMI viene jugando fuerte a la reelección de Macri, funcionando en los hechos como su principal financista, por medio de los sucesivos desembolsos.  

La derechización nacional

La presión por reformas estructurales, el discurso neoliberal, y las derivas derechistas que acompañan ese movimiento con perspectiva xenófoba, reaccionaria, antiderechos y represiva, están empapando gran parte de la agenda nacional.

Aunque exprese a un sector aún minoritario, es significativo el crecimiento de una figura ultra liberal y derechista como Espert, que logró entrar en el debate público ganando apoyo entre sectores juveniles y disputa el cuarto lugar electoral con el FIT. En su programa plantea despedir “a millones de empleados ñoquis, terminar con las jubilaciones y pensiones no sustentadas en aportes previos”, «tirar a la basura» las leyes laborales, “prohibir el derecho de huelga en la educación y desterrar el estatuto docente”, “eliminar la negociación colectiva”, entre otras cosas. De esta forma Espert trata de desarrollar el espacio político “a la derecha del macrismo” del que forman parte también figuras como Gómez Centurión, Amalia Granata o Alfredo Olmedo.

A su modo también la propia derecha macrista plantea una derechización. Aunque viene tomando medidas que postergan lo más duro del ajuste para después de las elecciones, su programa para el próximo período consiste en promover las reformas que aún no logró implementar, en primer lugar la previsional y la laboral. En el mismo sentido, Macri no ahorra palabras para dejar en claro el carácter de clase de su gobierno, como demuestran sus afirmaciones en la Sociedad Rural acerca de la necesidad de eliminar las retenciones porque es un «impuesto que atrasa», medida que permitiría levantarla aún más en pala a la burguesía agraria.  Pero además, el macrismo está desplegando una suerte de “bolsonarización” de su discurso político. Al reiterado guiño a las FFAA y las diversas fuerzas de seguridad, se debe sumar el proyecto de resarcimiento económico a los familiares «víctimas de la guerrilla», y el impulso del Servicio Cívico Voluntario dirigido por la Gendarmería (ver nota aparte) apostando a una militarización de la sociedad, bajo el mando de fuerzas responsables de la represión de ayer y de hoy (Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, y los casos diarios de gatillo fácil de por medio). A esto debemos sumar la campaña xenófoba y macartista, que ataca a los inmigrantes y a la izquierda, y para la cual les calza perfecto la incorporación del peronista Piccheto en la fórmula presidencial.

Un efecto similar tuvo la incorporación de Urtubey a la pálida campaña de Lavagna, que terminó por desalentar el acercamiento de radicales díscolos y socialistas (PS) al armado de esta “calle angosta” del medio.

Y aunque el rearmado del peronismo busca presentarse como completa oposición a la derecha macrista, la integración de amplios sectores del PJ y afines para construir el “frente anti Macri” se hizo al precio de “derechizar” al peronismo, cambiando a Cristina por Alberto Fernández, y dando un lugar relevante a candidatos que el mismo kirchnerismo ha denunciado como expresión de la derecha. Por eso escuchamos a Massa, candidato a encabezar la cámara de diputados, salir a defender la prisión de Milagro Sala, o a Nielsen, muy probable miembro del equipo económico, defender a capa y espada la reforma laboral. El lugar marginal asignado en el Frente de Todos a los sectores más críticos con el FMI es elocuente sobre el carácter conservador que asumirá el proyecto peronista en caso de conquistar la presidencia.

Una respuesta de fondo

Las y los trabajadores necesitamos poner un freno contundente a la avanzada derechista y de reformas antipopulares que está impregnando la agenda política nacional.

Las políticas que el empresariado y sus representantes políticos patronales están impulsando suponen un ataque directo a los derechos laborales conquistados por la clase trabajadora, de las y los migrantes, de las mujeres y colectivos disidentes, a las libertades democráticas y las conquistas históricas del movimiento de derechos humanos y contra la represión.

Sin embargo, las jornadas de diciembre de 2017 contra la reforma previsional, la marea verde que logró instalar el reclamo de aborto legal, el rechazo popular contra el 2×1 que beneficiaba a los militares genocidas, las jornadas de lucha que han protagonizado las  y los trabajadores ocupados y desocupados, dejan en claro que la movilización unitaria de las fuerzas populares, tiene capacidad de enfrentar los más duros planes antipopulares.

Más allá de las diferencias existentes entre las distintas opciones de gobierno que están en juego –diferencias que no desconocemos en absoluto-, nuestro pueblo debe tener en claro que sólo el sostenimiento de la lucha en las calles y en unidad podrá garantizar un freno real a los intentos de reforma neoliberal y a las iniciativas derechista que no dejarán de presentarse. 

A su vez, en el plano de la disputa y construcción política, es de gran importancia desarrollar un polo de organización que esté marcado, justamente, por una agenda popular. Que rechace de forma contundente las reformas laboral y previsional así como la dependencia frente al FMI; que ponga en el centro la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito; que sostenga en alto las banderas contra la represión de ayer y de hoy, contra el gatillo fácil y la impunidad de los represores.

Hoy el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad, del que formamos parte junto a todos los compañeros y compañeras de la Corriente de Izquierda Poder Popular, es el paso más avanzado en este sentido, porque expresa tanto en sus planteos políticos como en su práctica cotidiana, la defensa de todos y cada uno de esos ejes (ver nota aparte). Por eso sostenemos que, junto a la lucha codo a codo en las calles, es central impulsar el voto a la izquierda, como aporte concreto a desarrollar una opción política que en nuestro país enfrente a fondo la avanzada derechista y neoliberal y abra una perspectiva política propia de las y los trabajadores.

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