“Esta noche no tengo miedo, las cañas me hacen de sonajero.» Susy Shock

1.Luminaria pendular sobre el cielo del barrio, la calle de tierra entre un misterio de charcos la patrulla en espiral asfixiando la esquina, un callejón, un baldío. Ahí sucede que se orillan los sueños del pueblo y el Estado apaga las vidas de millares de pibes. Luciano prepara tortillas para sus hermanos. Tiene dieciséis años. Si quiere zapatillas se las pide a su hermana, le dice al cana que intenta reclutarlo para su propio negocio. Esa dignidad, que no se vende por un par de llantas nuevas, en el lenguaje de la policía es poco menos que un insulto. Los moretones vienen siempre sobre la espalda. La noche es un golpe, espalda guacha en la barriada. Brillan como lamparitas de neón colgadas de hilitos precarios los sueños de esos pibes y sus amores bailan cumbias dulzonas en la calle de tierra. Luciano sueña, sonríe y sueña. Es un perfecto peligro para el sistema. Por eso recibe la paliza en la taquería improvisada. Luciano devuelve insultos, de bronca y tripas, a sus torturadores. Por esta vez sale caminando.

El último día que se lo ve con vida, compra cigarros sueltos con los centavos que le habilitó la vieja. En el kiosquito le regalan un par más. Para en la placita frente al barrio. La placita tiene ese nombre que no dice nada, una inmanencia aplastante: República Argentina. Como si hiciera falta recalcar lo obvio. Él que ya conoce la jornada metalúrgica y el cartoneo, sueña con retomar el estudio y regalarle el título a la familia. En un pedazo de cemento, entre el límite del barrio y los chalets de enfrente, en su esquina, se trasciende y escribe su nombre en el cemento. Recién entonces volverán por él a emboscarlo a unas cuadras, a pasearlo por la noche, con luna o sin, que ahora mira para otro lado mientras lo fajan y lo desaparecen.

Titilan las luminarias antes de apagarse, sale el sol de enero. Luciano no está. Pasarán años hasta encontrar su cuerpo sepultado como NN en el cementerio de la Chacarita. Pero una certeza recorrerá las calles, lo sabrán las lágrimas de sus hermanos, de su mamá, de su hermana y se escribirá en las paredes de Lomas del Mirador: “lo mató la policía, lo desapareció el Estado”.

2. Las balas vienen de atrás, de atrás hacia adelante. Viajan de a tres, de a diez, en busca de una espaldita. Cortan el aire en su trayectoria, cortan el tiempo en su viaje de pólvora: cortan pasado, presente y futuro. Facu lustra los botines que le devuelven en el reflejo su propia sonrisa. Lleva la camiseta por afuera de los cortos. Hay un solcito hermoso para gambetear y hacer firuletes en el potrero. Allá en Sunchales, donde está visitando a su madre, le dicen El Tucu o Cumpita. Este año empieza el secundario en Tucumán. En el verano se vuelve al pago, donde lo espera el abrazo cariñoso de su abuela. Facu sueña. Sueña que el fútbol le comprará una casa. Sueña que puede vivir con su mamá, que ya no tendrá que estar tan lejos para trabajar. Sueña con ser grande.

Esa noche se va a ver las picadas. Se sube a la moto con un amigo. Si hay o no luna, a nadie le importa. El paisaje es siempre el mismo. Casillas hechas con pulmón y tiempo ganado al poco tiempo que le sobra a la jornada.

Las balas vienen de atrás. Siempre de atrás. Y le cortan las alas al Facu.

3. Las historias se repiten una y otra vez, siempre con los mismos síntomas, las mismas señales de muerte. Miles de pibes violentados por la policía, reprimidos, baleados, desaparecidos, torturados por esta democracia. Los pasos de las familias buscando en morgues, en hospitales y en comisarías. Se puede escuchar sus voces recién cuando se han tragado todos los mares de llanto, pidiendo justicia. Y cada rostro de cada pibito tiene nombre propio, una memoria, un puñado de sueños hacia adelante, un presente de pan duro, pero también de juegos y alegrías humildes, de amores, de sol para nacer la risa en la placita, de la noche repartida entre cucos y aventuras. Cada rostro tiene su stencil estampado en las paredes de los barrios donde las vidas, esas vidas con nombre y apellido, con identidad, repetimos, con vida de carne y hueso, como bien se ha dicho, “cuestan menos que la bala que las mata”.

4. Los planes económicos hacen agua. La pobreza cero es quizá el mayor de los versos escuchados en una campaña. Los brotes verdes, el final del túnel, la inflación de un dígito: un rosario de mentiras bien, o más o menos bien, planificadas. Así se llega a la pretemporada electoral: sin ningún galardón para mostrar. Pero la campaña empezó. Entre las tres preocupaciones que miden históricamente bien en la sociedad argentina, una de ellas, siempre en el podio, es la variable “seguridad”. Duranbarbismo -o no tanto- mediante, el gobierno orienta el discurso en ese sentido (nada puede decir del desempleo que no sea otra mentira, nada puede decir de la inflación que no sea una fábula). Entonces, como un círculo que se cierra perfectamente, el discurso de la “seguridad” viene a calmar un reclamo vigente en determinadas -pero no pocas- conciencias. La “demagogia punitiva” o el “voto bala” parecería, en este punto y a esta altura del año que se inicia, transformase en un emblema. Tal vez, el único que no implique para el gobierno demasiado maquillaje. Es el propio La Nación que expone la estrategia: “En el ministerio que comanda Bullrich tienen en estudio nuevas iniciativas para continuar con el raid de anuncios en los próximos días, tras presentar el nuevo régimen penal juvenil, la compra de pistolas Taser y el proyecto para reforzar los controles migratorios, todos temas que suscitan controversia e interés público en meses donde el frente económico sigue en estado delicado” (LN, 26-01-19). La campaña se desliza por esta vía. La ministra de la “Doctrina Chocobar” que reforzó, legitimó y autorizó el gatillo fácil de forma explícita, la del reciente “Plan Restituir”, cuya finalidad consiste en reincorporar a las Fuerzas de Seguridad a lxs agentes que hayan asesinado o cometido delitos graves, se convierte hoy, inclusive, en un rumor de vice para la boleta del oficialismo en octubre. Las encuestas “confidenciales”, como titulan algunos medios, le dan un 30% como “la mejor ministra”. Más allá de la falta de fidelidad de los datos y de los medios que reproducen estas informaciones, el clima nacional y regional es un sustrato fértil para perfiles como el de Bullrich, quien ya es equiparada con Bolsonaro sin que esto le parezca una ofensa: «No me importa (la comparación), estoy grande, me ofenden pocas cosas» (Clarín, 22-01-19).

5. La cancha está demarcada. En ese terreno, los representantes de expresiones políticas o partidos de la burguesía buscan un lugar que les permita captar la mayor audiencia posible en torno al discurso de “mano dura”. El “peronismo federal” abona sin ninguna dificultad esa línea: «Estoy de acuerdo en discutir un régimen penal juvenil integral que se ajuste a los casos que involucren a menores» (La voz, 08-01-19), avala Pichetto, y redobla la apuesta con una fuerte dosis de xenofobia: “Hay una estructuración ligada a organizaciones delictivas peruanas que salen de las villas periféricas de la Ciudad de Buenos Aires y de la provincia” (Clarín, 08-01-19), reforzando así el estigma sobre las comunidades de los países hermanos de Nuestra América. En otra rama del peronismo, el ex Secretario de Seguridad y actual Senador Sergio Berni, también se ha sumado a este coro, justificando la compra y el uso de armas taser, defendiendo la represión (que él mismo comando en incontable cantidad de veces cuando los laburantes de Lear cortaban la Panamericana) y pidiéndole al actual gobierno que no haga demagogia con esto, es decir, que incremente e implemente sin reveses su política represiva.

6. Hay un evidente caldo de cultivo en medio de una crisis económica para que esta línea discursiva y política cale profundamente. Desde este lado, desde la izquierda, no podemos menos que enfrentar con todos nuestros esfuerzos la impunidad Estatal para torturar, fusilar, desaparecer o destinar al encierro a lxs jóvenes de los barrios populares. La lucha contra la baja de la edad de imputabilidad es hoy una pelea primordial en nuestra agenda. Lucha que se entronca con la pelea contra el gatillo fácil y la represión estatal en general. Es contra el disciplinamiento de nuestra clase, de nuestro pueblo contra lo que nos enfrentamos en definitiva. Para que no haya un Luciano Arruga más, un Facundo Ferreira, un Kiki Lezcano, un Rafael Nahuel. Para que los pibes y las pibas vivan una vida sin el patrullaje permanente de sus territorios. Una vida de juego, de escuela linda y abierta, de sueños piolas que se materialicen. Una vida sin estigmas, plena de derechos, de música y potreros, de un sol que los cobije y no que les curta el lomo en una precoz jornada de trabajo. Y que la noche sea sólo desvelo para pensar en un futuro digno y bueno, que sea cuna o grillo, baguala o cuento.

 

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