(GERMANY OUT) Fidel Castro - Revolutionary, Politician, Cuba*13.08.1926-adressing- 1960ies (Photo by Jung/ullstein bild via Getty Images)

En un nuevo aniversario de la muerte de Fidel, hacemos un recorrido crítico por sus aportes al pensamiento revolucionario de Nuestra América para pensar las tareas que esta etapa nos demanda.

“No puede haber socialismo sin conciencia revolucionaria”

¿Qué puede escribirse de Fidel sin que resuene a un discurso reiterado de elogios y reconocimientos? ¿Cómo homenajear a una figura trascendente de nuestra historia (de la historia humana toda) sin caer en idolatría o admiración absoluta?

Cualquier palabra, cualquier recuerdo, cualquiera evocación aparece como pequeña ante la inmensa figura del Comandante. Quizás, comenzar recordando que desde la izquierda orientamos nuestras construcciones lo más alejado posible de la conversión de personas en ídolos/as o líderes/as inequívocos/as y eternos/as.

Quizás reafirmando que el marxismo no es un dogma ni una biblia, mucho menos un recetario aplicable de igual manera a cualquier circunstancia en cualquier tiempo y lugar.

Quizás seguramente manteniendo presente los propios deseos de Fidel, que expresamente dejó asentado que ninguna estatua, ningún museo, ninguna calle tenga el sentido de construir el mito póstumo que invalide su juicio como revolucionario, como ser humano.

No es posible ni fácil dejar de plantear, en primer término, la complejidad de que haya sido la misma persona, durante décadas, la encargada de conducir el proceso revolucionario con orientación socialista más avanzado que surgió y persistió en nuestra América. Dejemos de lado, desde ya, las pretensiones democráticas propias del régimen burgués. No es ese el camino que andaremos.

Sin embargo, como revolucionarios y revolucionarias, hay en ese vínculo puebloreferente/dirigente un nudo a desentrañar, que sin mecanismos efectivos, atentos y permanentes de cuidado, pueden devenir en desviaciones paternalistas o burocráticas (desde ya, no planteamos nosotros/as que con el triunfo revolucionario se acaben per se tales prácticas, pues el camino al socialismo deberá transitar largo trecho en convivencia y combate con estas formas heredadas del capitalismo que se encuentran instaladas en nuestras relaciones sociales y en nuestros propios seres).

Evaluar debidamente entonces, y a la distancia, hasta qué punto ese sano equilibrio se ha dado en Cuba es además un balance que requiere de un enorme respeto por el camino transitado hasta aquí por el pueblo cubano.

Con ello decimos que nos demarcamos de otras corrientes que rápidamente analizan todo proceso en el que no han sido protagonistas como “desviacionistas”, “burocráticos” o lisa y llanamente “traidores”.

A favor de Fidel, la revolución cubana no ha desaparecido de la noche a la mañana con su ausencia. Tampoco se han dado los grandes levantamientos ni catástrofes que pregonaban quienes aseguraban que la revolución cubana era solamente obra de “la voluntad y el poder del Castrismo que sometía a su pueblo”. Por el contrario, la desaparición física de Fidel (lamentada por millones y millones, probablemente en el duelo más grande de la humanidad) puede decirse que transcurrió “fluidamente” y que el pueblo de Cuba (y no sólo el pueblo de Cuba) lloró sí a un líder, pero continuó su camino sin revueltas y en la misma senda por la que Fidel transitaba.

No creemos ni por un instante que una revolución dependa exclusivamente de una persona, aunque sí que hay personas determinantes en cierto momento de esa historia (sirvan como ejemplos Marx y Engels dotando de un instrumento científico a la lucha de clases, Lenin al regreso de su exilio y reorientando la política de las y los bolcheviques, el propio Fidel y su capacidad para encauzar y unificar la lucha contra Batista, etc.). Pero la revolución a la vez que rompe estructuras genera sus propias defensas y en ocasiones murallas infranqueables que tienden a la perpetuidad de las formas.

Así, las generaciones de jóvenes pos revolución (que crecieron amparadas bajo la adquisición constante de nuevos derechos y conquistas sociales -logradas por la revolución en el marco de pobreza de una isla caribeña con pocos recursos-que ampliaron su conocimiento y desarrollo en muy diversos sentidos) encontraron a su vez un límite para continuar desarrollándose una vez llegados al punto en el que se requería “nuevas formas de hacer”.

Con todo esto, que es en realidad bastante poco para lo que podemos y queremos decir, queremos adentrarnos en un aspecto: la centralidad de la conciencia en esta lucha a muerte contra el sistema.

“Las ideas de un hombre pueden desaparecer con él, lo que jamás puede ocurrir es que las ideas encarnadas en el alma y en el corazón de un pueblo puedan morir”

Desde hace largos años Fidel promovió lo que se ha dado en llamar “batalla de ideas”. Confiado en que la razón es la base de toda justicia, durante mucho tiempo, particularmente la última parte de su vida, reforzó su prédica revolucionaria en el cuidado del medio ambiente, en la posibilidad real de erradicación del hambre que hoy tiene la humanidad, en la salud como un DDHH universal y contra el peligro latente de la carrera armamentista (capaz de destruir hoy al planeta entero), por dar solo algunos ejemplos. En todos ellos el denominador común es la confianza en la racionalidad del ser humano y en la comprensión de las mayorías de la profundidad y raíz de los problemas mundiales.

Con la pedagogía como estandarte, sus discursos siempre estuvieron orientados a ese aspecto educativo, a la apelación a la lógica, a la elevación de la conciencia de su propio pueblo y de los pueblos del mundo, en perfecta sintonía con lo que el Che pregonaba cuando afirmaba que no le interesaba la eficiencia económica sin la moral comunista.

Así de simple se resume la centralidad de la conciencia en el rol transformador de los hombres, mujeres y disidencias de cara a la construcción de una nueva sociedad. Pues no es lo mismo en modo alguno asumir decisiones por necesidad que disfrazarlas de voluntad.

“La vida física de los hombres no es lo principal sino su conducta”

Con los aciertos y errores que el pueblo de Cuba pueda atribuirle a su máxima figura histórica junto con Martí, Fidel siempre ponderó la verdad y la sinceridad por sobre la grandilocuencia de lo posible. Puede tomarse al azar cualquier discurso o cualquier reflexión de Fidel y en cualquiera de ellas se puede notar este aspecto.

Pero más aún, no sólo en su palabra y reflexión, sino en su quehacer político y cotidiano. Vivir como el pueblo no es un slogan publicitario. Los beneficios o privilegios que pudo haber tenido responden, desde ya, a la lógica de su función en el gobierno, pero jamás ha utilizado tal función para beneficio propio o familiar. Lejos de los acomodamientos filiales a los que estamos acostumbrados por estos lares, sobrados ejemplos hay en Cuba de, incluso, restricciones ordenadas por el propio Fidel para evitar beneficios sobre sus consanguíneos.

Desde la participación directa ante la invasión yanqui de Playa Girón o el trabajo voluntario que el Che impulsara en Cuba hasta sus continuas visitas a los barrios de la isla o la estimulación a la ciencia y el deporte, fundamentalmente a la juventud, siempre puede observarse el rasgo ideológico mucho más allá de un pensamiento escrito aquí o allá.

El internacionalismo cubano es probablemente la prueba más fiel de ello. Militarmente sí, sobre todo con el proceso de descolonización de las naciones africanas, pero mucho más aún con las Brigadas médicas enviadas a colaborar con los pueblos más necesitados y castigados del mundo, en un acto de solidaridad internacional que tiene, en el mejor de los casos, contadas comparaciones.

Y Fidel siempre ha estado allí, en el medio de esa ola, predicando y complementando entre el decir y el hacer lo que constituye un enorme aporte a la elevación de la conciencia social.

En su memoria, intentamos brevemente resaltar este aspecto ideológico que consideramos fundamental. Sus dotes de estratega militar, su atinado análisis político, el reconocimiento como estadista y analista geopolítico, su carisma y rectitud, entre muchas otras características que lo identifican, están integradas indisociablemente con una forma de comprender el mundo y de actuar en consecuencia.

“…cuando una idea noble, una aspiración legítima se hace carne de pueblo, ninguna tiranía sangrienta, ninguna filosofía reaccionaria, ninguna vil calumnia impedirán su triunfo…”

¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, COMPAÑERO FIDEL!

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