Mañana se realizan las elecciones presidenciales en la República Federativa de Brasil. En las calles se respira incertidumbre por el resultado. Las últimas encuestas marcan un crecimiento sostenido del candidato de Lula, Fernando Haddad, pero nada pareciera mover de lo más alto de los sondeos al fascista Jair Bolsonaro (PSL). Conforme se achican las horas que nos distancian de los resultados, los ojos de toda la región y las principales potencias del mundo miran al país más grande de América Latina.

Brasil atraviesa una profunda crisis de su sistema político. Sin duda, este es un fenómeno que trasciende fronteras y no son pocos los analistas que marcan el modo en que la crisis de la globalización neoliberal que estalló en 2008 ha alterado el tablero político. Luego de décadas de “fin de la historia” y sucesión (y asimilación) de gobiernos que dejaban a un lado las identidades partidarias para poner en primer lugar la estabilidad de la explotación y la liberación del comercio, la crisis abrió un escenario. Las socialdemocracias y los progresismos que gestionaron el “capitalismo con rostro humano” fueron arrastradas en una crisis de representación que pareciera no haber terminado y que sumergió a muchos de los sistemas políticos hasta entonces estables. El ascenso de Marine Le Pen en Francia, Ciudadanos en España, 5 Estrellas en Italia y Donald Trump en EEUU, son los síntomas más explícitos de esta situación. Ni las socialdemocracias del norte de Europa lograron escaparse y los partidos neonazis se han visto revitalizados electoralmente, gracias a un discurso de virulenta xenofobia.

En este contexto, el Estado militar en Río de Janeiro, los atentados contra refugiados venezolanos en la frontera norte Brasil, las amenazas a Judith Butler en Brasilia y el asesinato de Marielle Franco, no parecieran desentonar y Jair Bolsonaro emerge como el vocero de un fascismo ya instalado en gran parte de la sociedad.

El segundo elemento ineludible para analizar estas elecciones, es el Golpe de Estado contra Dilma Rousseff y la prisión contra Luiz Inácio “Lula” Da Silva. La causa Lava Jato, que desnudó gran parte de trama de corrupción y economía off shore sobre la cual se mueven los grandes capitales, fue la punta de lanza para correr al PT de la presidencia. El juez Sergio Moro, hombre de los Estados Unidos, quien desde el 2005 venía planteando la “necesidad” de llevar adelante un Mani Pulite a la brasileña, se encargó de conducir el proceso judicial contra Lula Da Silva y garantizar que no pudiera competir en las elecciones presidenciales.

Ante esta medida proscriptiva, el Partido de los Trabajadores debió bajar la candidatura de Lula, quien venía encabezando las encuestas (incluso ya encarcelado) y decidió poner en su lugar al ex alcalde de Sao Pablo y ex ministro de educación Fernando Haddad. La candidatura de Haddad, filósofo y académico, contrasta bastante con las aspiraciones de la base norteña y popular del PT, al tiempo que significa un gesto al empresariado brasileño. El Gobierno del golpista Temer recrudece la persecución contra el PT. En las últimas semanas, hicieron efectiva la proscripción sobre 3,4 millones de personas, la mitad perteneciente al padrón del norte, históricamente petista, que no podrán participar de las elecciones este domingo. A su vez, mantienen aislado al ex presidente Lula, restringiéndole visitas y prohibiendo que realice llamados o envíe videos grabados. Una medida inédita para todo el derecho penal en occidente.

Sin dudas, el elemento más disruptivo en estos últimos días fue la gigantesca movilización bajo la consigna #EleNão. Una vez más, como en Argentina, en Perú, en España y en todo el mundo, las mujeres desbordaron las calles para plantarse como el movimiento más radical de resistencia contra el fascismo y el Medioevo.

Esto es más importante aún en un país cuyos niveles de movilización y protesta callejera son cualitativamente diferentes a los que caracterizan a la dinámica social de Argentina. Esto se vio tanto durante el Golpe a Dilma, como luego de la prisión a Lula, en los que si bien existieron movilizaciones éstas no tuvieron la masividad o radicalidad que podía esperarse ante la gravedad del ataque. La institucionalización y desmovilización provocados por los gobiernos del PT fueron factores que contribuyeron a que la lucha en las calles no tuviera el suficiente protagonismo como para condicionar una salida política diferente.

Las elecciones de mañana expresan también lo tardío y limitado socialmente de los procesos de memoria, verdad y justicia. Recién en 2015, luego de 30 años de salida de la dictadura se conformó una Comisión de Verdad pero el proceso de justicia así como las organizaciones de derechos humanos no cuentan con el arraigo que tuvieron y tienen en Argentina Esto significa, que las fuerzas armadas no cargan con el peso del descrédito que tienen más al sur de la región, y los sectores más conservadores no temen reivindicar a los genocidas y su proyecto político. El militar retirado Bolsonaro lleva además de a un vicepresidente de su misma condición a cerca de 90 militares en sus listas.

Por último, el peso de las iglesias evangélicas está mucho más consolidado que en nuestro país. Con una fuerte impronta anticomunista, conservadora y en antagonismo con toda la tradición de la Teología de la Liberación, estas iglesias cuentan con alcaldías, gobernaciones y bloque de 87 diputados, provenientes de todos los partidos y con representación parlamentaria. Tienen canales de televisión. Este núcleo de poder, que en zonas como Rio de Janeiro no oculta sus vínculos con el narcotráfico, maneja recursos enormes y son el sector que más furiosamente resiste la ampliación de derechos hacia las mujeres y las disidencias.

¿Surgirá en América Latina un régimen militar promovido desde las urnas? ¿Será un blanco paulista capaz de conquistar la épica social del PT y el electorado del norte? ¿Habrá espacio para una opción más cercana a los deseos del establishment que impulsó el golpe contra Dilma y la cárcel a Lula Da Silva? ¿Se traducirá en resultados electorado la masiva movilización de mujeres y disidencias #EleNão que sacudió las calles de Brasil en los últimos días? Muchas son las preguntas que circulan a las elecciones brasileñas de este domingo y hay una sola certeza: el resultado tendrá un impacto trascendental en toda la región.

 

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