Finalizado el escrutinio, los resultados de las elecciones presidenciales en Brasil muestran un ganador Jair Bolsonaro (PSL) con 46,2% de los votos, seguido por Fernando Haddad el candidato del PT con 29,1%. En términos absolutos, la diferencia a favor de Bolsonaro es de 18 millones de votos. En tercer lugar quedó Ciro Gomes (PDT) con el 12,5%, en el cuarto Geraldo Alcknim con 4,8%; el resto de los contrincantes, nueve más, obtuvo entre el 2,5 y el 0,1 de los votos emitidos. Al no superar ningún candidato por un voto el 50% del total, los dos candidatos tendrán que medirse en una segunda vuelta el próximo 28 de octubre.
Los resultados significan un avance fortísimo del fascismo en el principal país de América del Sur y principal socio comercial de la Argentina. Y no es una caracterización estilizada o ligera la de fascismo; por el contrario, todos los elementos propios de esta doctrina teórica y práctica enemiga de las clases trabajadoras constituyen la propuesta que hoy encarna Bolsonaro. Un anticomunismo feroz, hoy dirigido hacia Venezuela. Una exaltación de la violencia y de las fuerzas armadas, él mismo ex – capitán, su vice, Hamilton Mourao, un general que reivindica la tortura y que es jefe del círculo militar. Vinculación con grupos paramilitares que se pasean con banderas a plena luz del día. Misoginia y homofobia, y un apoyo decidido a todos los sectores conservadores, fuertemente vinculados a las iglesias evangélicas neopentecostales, que libran una verdadera “cruzada” contra lo que denominan “ideología de género” y que no es más que la conquista de derechos. Racismo y odio de clase, como se observa en los irreproducibles comentarios sobre la mayoría de la población brasilera: la afrodescendiente y la pobre. En términos económicos, el programa es una radicalización de las reformas regresivas implantadas por Temer.
La crisis del sistema político en el marco de una profunda crisis económica (13 millones de personas sumidas en el desocupación reconocidas oficialmente), ha tocado de lleno al PT. La persecución, cárcel y proscripción de Lula pergeñada por el juez Moro logró alterar el escenario político ya enrarecido desde el impeachment/golpe a Dilma en 2016. La figura de Fernando Haddad si bien creció aceleradamente no logra el nivel de apoyo que tiene Lula. La crisis del PT se verifica en que Dilma haya quedado cuarta no siendo elegida como senadora por el estado de Minas Gerais. Por otra parte, años de institucionalización del movimiento social y de dejar las calles para que las ocupen otros sectores pasan su factura hoy con el avance de militar que en nombre de la “antipolítica” gana con poco menos de 50 millones de votantes. Este Trump sudamericano ha logrado que se cuente entre su electorado muchos de los millones que sufrirán en carne propia su política de ajuste económico y militarización. Y en esto hay una decidida política de los sectores más reaccionarios que lanzan una verdadera revancha clasista contra las moderadas reformas de Lula, pero también hay un desencanto de grandes masas con una experiencia política que prometía otra cosa.
Quedan sólo tres semanas para la segunda vuelta. El escenario es muy complejo ya que Bolsonaro viene de un crecimiento acelerado y PT enfrenta una dificultad para que su candidato cuente con el apoyo que habría tenido Lula. Las condiciones políticas podrían verse modificadas de un modo sumamente regresivo de consolidarse este resultado, no sólo dentro del país hermano, sino en Argentina y en toda América. En la segunda vuelta de Brasil se juega mucho más que un resultado electoral. Desde Venceremos – Partido de Trabajadorxs sostenemos que frenar al fascismo en Brasil es un objetivo y una tarea de primer orden para todos los pueblos de América. Como demostró el “Ele não” y antes las movilizaciones en repudio al asesinato de Marielle Franco es en las calles donde los y las trabajadoras el espacio principal para combatir esta ofensiva. Junto a ello, hay que redoblar los esfuerzos para torcer el resultado electoral contra Bolsonaro.