En medio del marasmo de la crisis económica, el gobierno de la Alianza CAMBIEMOS enterró el llamado gradualismo, se entregó al FMI y está decidido a acelerar no sólo el ajuste sino reformas estructurales en un tiempo que se acorta. Más allá del ensayo y error, de la improvisación y la sorpresa, ¿cuál es el programa estratégico de la alianza social expresada políticamente en CAMBIEMOS? La necesidad del protagonismo obrero y popular para derrotar cuanto antes y en las calles esta ofensiva.

Los ejes de un programa

La apuesta de reestructuración del capitalismo en Argentina de CAMBIEMOS apuntó a redefinir: (1) la relación entre espacio nacional y mercado mundial; (2) el peso relativo de distintos sectores del empresariado en el bloque de poder; (3) la relación entre mercado y estado; (4) la relación con el imperialismo en general y con el imperialismo yanqui en particular; (5) las relaciones con el conjunto de la clase trabajadora, promoviendo cambios en su composición; (6) la subjetividad de las mayorías. Por supuesto, lejos de ser ejes separados, consecutivos o paralelos, éstos son aspectos de un plan unitario.

La decisión de “insertarse en el mundo” y de ser “business friendly” fue una marca desde el inicio. La incorporación de representantes directos de bancos y multinacionales en el gabinete fue acompañada de la decisión inmediata de levantar barreras arancelarias y cambiarias. El levantamiento del “cepo” y la primera devaluación mostraron la decisión de levantar “trabas” a la importación de mercancías pero también a la entrada de capitales, por un lado. Por el otro, quitar cualquier “obstáculo” a la exportación agrominera y a la salida de capitales vía remisión de utilidades o “formación de activos en el exterior”, modo eufemístico de referir a la fuga de capitales.

En un contexto internacional marcado por la crisis abierta internacional de 2008, desde hace varios años se verifica una tendencia totalmente previsible de “migración de capitales” hacia mercados seguros, esto es, hacia las grandes potencias y en particular hacia tenencias que no tienen altos rendimientos pero son de alta calidad, como las letras del Tesoro de los EEUU. La esperada “lluvia de inversiones” nunca se produjo y los capitales que llegaron al país se dedicaron a beneficiarse con altísimos intereses adquiridos mediante la bicicleta financiera instrumentada por el BCRA.

Todo esto expresó un cambio en el bloque de poder. El sector financiero que “se la llevó en pala” durante el kirchnerismo, multiplicó sus ganancias con el gobierno de los CEOs. Y cuando notaron que el riesgo de mantenerse en Argentina era demasiado alto, desataron la corrida cambiaria que desde abril tuvo aceleraciones en junio y agosto y que nada indica que se haya estabilizado. La salida a pedido del FMI de Luis Caputo al frente del Central tiene entre sus causas la decisión del Fondo y de sus brazos locales de que el BCRA deje de intervenir en la flotación del tipo de cambio. En ese marco deben analizarse también los trascendidos respecto de posibles dolarizaciones que implicarían que el país deje de tener capacidad para intervenir en su propio sistema monetario.

Las grandes empresas de servicio así como las petroleras ya han avanzado en esto y tienen dolarizadas sus tarifas. Por lo cual, ante cada nueva devaluación hay una nueva profundización de la inflación. El sector agrario consiguió la baja de retenciones, leve y relativamente reimplantadas ahora con pedidos de disculpas por este impuesto que para los ricachones del gobierno es “malo, malísimo”. El correlato del triunfalismo de las grandes cámaras del campo es la destrucción de las economías regionales y sobre todo del pequeño campesinado que intenta sobrevivir entre la contaminación de Monsanto y cía., la prepotencia de grandes terratenientes y los poderes locales y la explotación de los intermediarios. Todo el sector exportador no sólo se benefició con la baja de retenciones o ahora con la fijación de un monto nominal fijo, sino que ha dejado de tener obligación de liquidar divisas.

El sector industrial y de la construcción se vio afectado por la reducción del mercado interno y el encarecimiento de insumos importados, y ahora fotocopias mediante, se ve afectado por la reducción de partidas para la obra pública así como por la caída de la inversión privada ante el desfile de empresarios del sector en los tribunales. El desplazamiento relativo de estos sectores empresarios es significativo. No obstante, hasta el inicio de la grave recesión actual, el empresariado no pasó de expresar moderadamente sus diferencias, evitando romper lanzas contra un gobierno que prometía bajar el “costo laboral” y defender la libertad de empresa abandonando ese intervencionismo estatal (intervención que tanto necesitan como condenan cuando afecta en algo sus negocios).

Bajo el ala del imperio

En una reedición de las “relaciones carnales” de Guido Di Tella de los ’90, o de la “relación especial” con Inglaterra en la época del Tratado Roca – Runciman, el programa expresado por CAMBIEMOS significa una subordinación en toda la línea al imperialismo en general, y al yanqui en particular. Desde la visita de Obama un 24 de marzo, pasando por la “angustia” de quienes firmaron la declaración de la independencia frente al rey franquista, la política de “vuelta al mundo” no ha ahorrado medidas concretas y gestos políticos que muestran una orientación a favor de la subordinación servil a las potencias del mundo. Pero ante la crisis económica que viene licuando el capital y el margen de acción política del gobierno, la vuelta al FMI abrió una nueva fase de eso que Carlos Escudé defendía como “realismo periférico” (asumirse periferia y en consecuencia aspirar a estar en la mejor vinculación posible con el amo imperial).

En la última semana de septiembre, mientras las y los trabajadores de Argentina realizábamos una de las huelgas generales más grandes de los últimos años y tomábamos las calles, Macri realizaba una patética gira por los EEUU en la que fue premiado por la nefasta Atlantic Council (entre cuyos directivos está Henry Kissinger), habló del “enamoramiento” con la titular del FMI y su expectativa de que todo el pueblo argentino también se enamore de Christine Lagarde, y lanzó su candidatura para una reelección en el 2019 hablando en inglés ante inversores. La pleitesía con la que el gobierno se arrodilla ante el FMI y los EEUU tendrá su coronación cuando Macri reciba a Trump en la cumbre del G20 en un lejanísimo fines de noviembre.

Esta apuesta estratégica del gobierno y de todo un sector de la clase dominante a ser un alfil obediente de los intereses yanquis en Nuestra América también se verifica a cada paso. Macri se convirtió en una pieza importante en la política de cerco y ataque a Venezuela. La recientemente anunciada denuncia que Argentina presentará ante la Corte Penal Internacional en contra de la República Bolivariana muestra a las claras el rol que el gobierno de CAMBIEMOS está jugando a nivel regional. La agitación de la “democracia y derechos humanos” en los mismos representantes del 2×1 para los genocidas, de la desaparición de Santiago Maldonado y el fusilamiento de Rafael Nahuel, del retorno de las razzias en las movilizaciones, significa la adopción de la doctrina “antiterrorista” yanqui en contra de los pueblos.

El corazón del programa

El programa que incluye la reorientación de la articulación entre estado y mercado, las medidas de política económica, los cambios en el bloque de poder, la vinculación con el imperialismo, tiene su corazón en un viejo anhelo del poder real de la Argentina: imponer una relación entre el capital y trabajo en la que se borre la experiencia de organización, de lucha y de conquista de derechos.

La “modernización” o la “modernidad” no significan otra cosa que el proyecto (muchas veces fallido) de conformar una clase trabajadora que se acostumbre pasivamente al hambre, a la miseria, a la expropiación del futuro. Como parte de ello, se busca un cambio en términos subjetivos que sustituya las identidades colectivas y como trabajadores/as, que naturalice la privatización de todas las esferas de la vida social y exalte la competencia y el “mérito”; al tiempo que naturalice los niveles represivos sin los cuales este programa no es viable en ningún lugar del planeta.

No es sólo el feroz ajuste lo que está en juego. Derrotar al macrismo es derrotar un intento de imponer una transformación orgánica de la relación entre capital y trabajo. Y como tal es una tarea que no puede esperar a los tiempos de la agenda electoral

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