«Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad”.
Palabras de Fidel a los combatientes del Moncada momentos antes de iniciar la operación.

El 26 de julio de 1953, un grupo compuesto por algo más de 130 combatientes, intentó el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba. El ataque, que no pudo concretarse exitosamente al fallar el factor sorpresa, incluía también la toma del Hospital Civil, el palacio de Justicia en Santiago y el cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo.
Su objetivo era iniciar un levantamiento nacional para el derrocamiento del régimen encabezado por el dictador Fulgencio Batista. En caso de que el gobierno resistiera al levantamiento, el objetivo era el acopio de armamento para iniciar la lucha en las montañas.
Batista, en sociedad con el imperialismo yanqui, había ocupado el gobierno cubano mediante un golpe de estado el 10 de marzo de 1952, con la pretensión de frenar el movimiento popular e impedir las elecciones fechadas para apenas 82 días después.
De esta manera, la oligarquía cubana, en subordinada sociedad con el gobierno de Estados Unidos, buscaba profundizar y perpetuar la dependencia al imperio y su intervencionismo. El golpe, a pesar de los discursos y promesas de bienestar para el pueblo, vendría a garantizar explotación, desempleo, miseria y todas las formas de opresión posibles, en una Cuba que para los imperialistas y los sectores dominantes cubanos no era más que “una dependencia yanqui, un jugoso centro de explotación monopolista, una moderna Capua para sus turistas, un gran prostíbulo, un inmenso garito” (1).
Ante esta situación y ante la complicidad de las fuerzas política que formalmente se reclamaban parte de la oposición al régimen, Fidel Castro, joven abogado, por entonces militante del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo), inicia un proceso de organización de una fuerza político militar dispuesta a ocupar un lugar en la lucha por el derrocamiento de Batista, con una visión del proceso que consideraba imprescindible la unidad de acción de todo el pueblo.
Fidel confiaba ciegamente en el pueblo cubano, en la lucha que sabría protagonizar para derrocar a Batista y comenzar un nuevo y definitivo ciclo revolucionario para conquistar la independencia de la patria. Eso lo diferenciaba radicalmente de las fuerzas tradicionales y sus politiqueros. Eso también fue decisivo en la conformación del nuevo movimiento revolucionario: “en las capas más humildes del pueblo, trabajadores en su casi totalidad, procedentes de la ciudad y del campo, y algunos estudiantes y profesionales no contaminados por los vicios de la política tradicional” (2).
Tras dieciséis meses de disciplinada y eficaz preparación, y dado que la respuesta de las fuerzas de “oposición” al llamado a una lucha unitaria fue la de una claudicación vergonzosa, el movimiento dirigido por Fidel decide tomar la iniciativa y encabezar un plan estratégico de lucha para el derrocamiento revolucionario del régimen.
Lxs jóvenes revolucionarixs de la generación del centenario de José Martí, el maestro, el autor intelectual del asalto al cuartel según Fidel, dieron heroico inicio al proceso revolucionario que triunfó el 1º de enero de 1959.
A pesar de la derrota militar del 26 de julio y a pesar también de la respuesta represiva del régimen que torturó y asesinó a la gran mayoría de las y los combatientes capturados en las horas siguientes al repliegue, tras una resistencia tenaz, Fidel y otros/as compañeros/as son detenidos cuando intentaban llegar a las montañas.
Fidel asume su propia defensa en un juicio sin garantías básicas, basándose en el derecho a la rebelión, y pasando de acusado a acusador denunciando los crímenes y vejaciones que el régimen imponía al pueblo de Cuba. Su alegato, publicado luego como “La historia me absolverá”, esboza un programa para la lucha, que contiene y continua lo expresado en el Manifiesto del Moncada, redactado por Raúl Gómez García y leído por Fidel antes de que los 131 combatientes partieran desde la finca en la que operaban hacia la cercana Santiago de Cuba donde se encontraba el cuartel Moncada.
Según Fidel, la experiencia fallida del Moncada les enseñó a convertir reveses en victorias. Y eso lo prueban los hechos posteriores al 26 de julio.
La respuesta represiva del régimen acrecentó el repudio y fortaleció un movimiento popular que meses más tarde conquistó la amnistía de todos/as los/as condenados/as. Ya en libertad, inmediatamente se abocaron a la reorganización de las fuerzas y a la fundación del Movimiento 26 de Julio.
Su acción se centrará en la continuidad del movimiento revolucionario, demostrando a la opinión pública que no había posibilidad alguna de solución pacífica en las condiciones políticas que reinaban en la isla. Y que eso no era por deseo de las y los revolucionarios, sino por las condiciones que imponía la dictadura.
El creciente repudio popular a la dictadura de Batista, el desastre económico y social que soportaban las capas más castigadas dela población, pudo tornarse en resistencia y en un nuevo ciclo revolucionario por la acertada estrategia que supo confiar en las masas y su capacidad de lucha.
Capacidad que pueden desplegar y llevar a fondo, en la medida que desarrollen la fuerza material y moral necesaria, y que las pongan en juego hasta vencer. Como las y los jóvenes revolucionarios de la generación del centenario, como el pueblo de Cuba, las y los trabajadores en cada huelga general, en las luchas de las y los campesinos y estudiantes, en los enfrentamientos callejeros en las ciudades, en los levantamientos, en la organización cotidiana, paciente y clandestina adecuada al creciente proceso revolucionario, en la preparación en el exilio para el desembarco del Granma y la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, hasta el 1 de enero de 1959 de la revolución victoriosa.
A Fidel la historia lo absolvió sin lugar a dudas. El pueblo y el gobierno revolucionarios de Cuba continúan su lucha en un contexto mundial críticamente desfavorable, su persistencia continúa siendo un desafío a muerte al capital y al imperialismo, un ejemplo en donde quiera que estemos, un estímulo y un llamado a la lucha, para que siempre sea 26.
1-Discurso pronunciado Fidel Castro Ruz, el 26 de julio de 1973, en el acto central en conmemoración del xx aniversario del ataque al Cuartel Moncada.

2-Discurso pronunciado Fidel Castro Ruz, el 26 de julio de 1973, en el acto central en conmemoración del xx aniversario del ataque al Cuartel Moncada

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