Aquellos días de junio del 2002 mostraban un país desbastado económica, política y socialmente como consecuencia de las políticas neoliberales del proyecto del PJ representadas en el Menemismo. La mitad del pueblo estaba hundida en la pobreza, sin trabajo y con pocas expectativas de recuperarlo a corto plazo. La salida en helicóptero del ex presidente Fernando de la Rúa puso a Eduardo Duhalde en el sillón de Rivadavia un dirigente del riñon del PJ Bonaerense, quien fuera gobernador de la misma provincia.
Desde el fondo de los pueblos del interior del país, desde las barriadas del conurbano bonaerense, ya se venía construyendo la resistencia, organizando la bronca y la necesidad por llenar la olla. Desde Cutral-Co, Plaza Huincul, Tartagal y General Mosconi ya se sentía el olor a goma quemada y las imágenes de rutas cortadas durante semanas enteras. Entre quienes habían perdido el trabajo y les faltaba la changa nació el movimiento de trabajadores desocupados. También bautizados como “piqueteros” por el método para la lucha: piquete, corte de ruta y asamblea.
El 26 de junio del 2002, una masiva movilización piquetera, coordinada por los distintos sectores organizados en aquellos días, se dirigía al puente Pueyrredón con la intensión de cortar e instalar un nuevo reclamo tan básico como trabajo y alimento. Sin embargo, el gobierno ya tenía prevista esta situación y, en consecuencia, organizada la respuesta represiva. En los días previos al 26, se podía ver en los medios de comunicación el discurso instalado desde la casa rosada de una actitud conspirativa del movimiento piquetero, como si fuesen cuasi terroristas. Al llegar al pie del puente, se desató una represión y una cacería feroz. Policías disparando con balas de plomo salieron a literalmente a cazar piqueteros. En el marco de ese accionar, la policía represora de Eduardo Duhalde asesina por la espalda a los compañeros Maximiliano Kosteky y Dario Santillán en la ex estación Avellaneda del Ferrocarril Roca; estación que hoy lleva el nombre de ellos.
Los mismos que instalaron las versiones conspirativas, salieron a decir que se mataron entre ellos. Que fue una pelea entre fracciones piqueteras por disputas de poder. Tiempo después, con luchas y movilización, se logró enjuiciar y condenar a los responsables materiales de los asesinatos de Dario y Maxi. Sin embargo, los responsables políticos, aquellos que dieron las ordenes y digitaron todo ese día, siguen en libertad. No solo eso, si no que varios de ellos han ocupado cargos públicos y siguen haciendo política. En ese plano seguimos dando batalla.
Se cumplen 16 años de la masacre de Avellaneda. Pensar a Darío y a Maxi no es una mera conmemoración de su entrega y su lucha. Pensar en la lucha de los movimientos sociales es pensar también el presente y trazar líneas de cara al futuro. Aquellas consignas de trabajo, dignidad y cambio social continúan hoy con la misma vigencia y necesidad de sostenerlas en alto que por aquel entonces. Nuevos debates se han abierto en el sector de trabajadores/as precarizados/as y desocupados/as pero el mismo protagonismo que tuvieron los movimientos a fines de los noventa e inicios del 2000, lo tienen hoy encabezando la resistencia contra el plan de ajuste que busca imponer Cambiemos desde la rosada y los gobernadores cómplices. Su última muestra de fuerza y movilización fue en la Marcha Federal del 1ro de junio pasado donde cientos de miles de personas se movilizaron desde distintos puntos del país para llegar a la plaza de Mayo con las consignas de Pan y Trabajo, el rechazo al FMI, los tarifazos, el ajuste, el reclamo de apertura de paritarias superiores a la inflación y el llamado a un paro general activo.
Esa muestra de protagonismo y de unidad para luchar en las calles que vienen realizando los movimientos sociales es la que necesitamos replicar en todos los sectores del movimiento obrero para derrotar en las calles el plan de ajuste. Esa misma bandera de cambio social que levantaron Dario y Maxi es la que debemos seguir levantando hoy para trazar un proyecto político de las y los trabajadores. Con su ejemplo, con la unidad de la izquierda anticapitalista y antipatriarcal, para alcanzar el anhelado cambio social que no es otro que la destrucción del capitalismo y la construcción del socialismo.