El escenario internacional se complejizó en los últimos meses y diferentes circunstancias han contribuido a ese proceso en el que, las tensiones entre diversos países, se agudizan y tensan las relaciones internacionales. En esta nota haremos un repaso por esos acontecimientos, en el afán de sintetizar lo más posible una coyuntura internacional difícil para los pueblos del mundo.
“Hacer grande a América nuevamente”
El primer factor del escenario es la política de redefiniciones de acuerdos y relaciones internacionales que impulsa la gestión de Trump en Estados Unidos. En los últimos meses hay dos líneas de acción que se profundizaron notoriamente, pero que no son sorpresivas. Ya durante el proceso electoral del que Trump salió victorioso existía el debate acerca del carácter que asumiría la política internacional de los EEUU si este “outsider” devenido presidente triunfaba. Desde entonces se avizoraba una rediscusión de los acuerdos multilaterales y la pretensión de acrecentar la influencia de EEUU frente al despliegue de potencias como China. Pues bien, esa política está en marcha.
De un lado, hay una intención de los Estados Unidos de rediscutir su alianza económica con China. Trump busca reequilibrar una balanza comercial con el gigante asiático que tiene más de 300 millones de dólares anuales de déficit y, fundamentalmente, detener la capacidad de renovación tecnológica en la que China avanza y pretende superar a su rival. Esto abrió la puerta para un tironeo económico entre ambos países que no debe ser sobrevalorado pero tampoco subestimado. Los anuncios últimos de imposición de aranceles a China en más de 1.300 productos es una expresión de la competencia económica propia del capitalismo. No obstante, la imprevisibilidad de Trump para negociar y desconocer lo negociado, así como también la táctica de “atacar para que el adversario se siente a negociar” expresa que las tensiones económicas continuarán y probablemente se agudicen. El porqué de esta previsión es el proyecto a un mediano plazo, cada vez más cercano, de que China despunte como potencia tecnológica, lo cual significaría, entonces, una verdadera amenaza para EEUU como potencia mundial.
Mientras tanto, la misma política económica despliega EEUU hacia México, Canadá y la Unión Europea. El anuncio de aranceles al aluminio y al acero, que afectaría a todos esos sectores, cayó muy mal. Esto, a su vez, tiene consecuencias políticas y económicas de alcance internacional que analizamos a continuación.
La agresividad yankee con sus propios aliados económicos sólo ha producido distanciamientos. En efecto, en la Unión Europea hay países que, por dar sólo un ejemplo, ya debaten la revisión de sanciones económicas a Rusia como respuesta a la decisión tomada por Estados Unidos.
Esto no sería tan grave, si no fuera porque otras decisiones de los Estados Unidos van en el mismo sentido. Un elemento clave de la coyuntura es la ruptura unilateral del acuerdo nuclear con Irán. Este fue suscripto también por Inglaterra, Francia y Alemania, en quienes la noticia cayó muy mal y de hecho anunciaron que intentarán dar continuidad al pacto con Irán a pesar de la decisión de Trump.
Cada una de las decisiones que ha tomado el presidente yankee en los últimos meses, a la cual podríamos agregar el inicio de la construcción, en San Diego, del muro en la frontera mexicana, es manifestación fiel del lema “Make America great again” (Hacer grande a América nuevamente).
El lobby sionista
Otro factor insoslayable en el panorama que describimos es el estrechamiento de las relaciones entre EEUU e Israel. El reconocimiento de Jerusalén como capital israelí por parte de Trump fue una señal de alarma para los pueblos árabes de Medio Oriente. La ruptura del pacto con Irán ya señalado apunta en el mismo sentido. Irán e Israel son enemigos a muerte en la región y EEUU ya hizo su apuesta: irá a fondo con su búsqueda de recuperar poder en esa región luego de décadas de reveses y el empantanamiento en conflictos interminables. Lo hará, desde luego, a través de la peor amenaza que conocen los pueblos de esa región, es decir, el ultra derechista Benjamín Netanyahu.
De todos modos, las garantías no parecen estar del lado estadounidense. Las tensiones económicas con China, la ruptura con Irán y la disputa geopolítica con Rusia en territorio sirio no hace más que consolidar un bloque anti-yankee muy poderoso en Oriente medio. De hecho, China y Rusia han anunciado millonarias inversiones en Irán mientras que “la teocracia de los Shah” se dispone a aumentar su rol exportador de petróleo a Europa.
El lobby sionista es una jugada táctica de EEUU que no le sumará aliados, sino todo lo contrario. Otros países árabes de la región, como Qatar, han dado respaldo a Irán y eso acrecienta su influencia.
El derecho de vivir en paz
Las consecuencias de esta serie de movimientos serán graves para los pueblos de las diferentes etnias de la región. Siria, en donde la guerra ya ha costado más de 400.000 vidas y 13 millones de refugiados y refugiadas verá abrirse un nuevo foco de disputa. Al sur del país, en los Altos del Golán, Israel ha bombardeado posiciones iraníes. La respuesta no se hará esperar. Y desde luego, el resultado es el desangrarse del pueblo sirio mientras las burguesías de todos los signos y banderas juegan al ajedrez con vidas ajenas.
En el escenario internacional tan brevemente descripto, es necesario resaltar una serie de conclusiones políticas:
1) A pesar de las diferentes tácticas empleadas, ninguno de los bloques mencionados representa una alternativa para los pueblos del mundo. En mayor o menor medida, cada uno está jugando posiciones de poder. Estados Unidos e Israel pretenden doblegar a las naciones árabes, fundamentalmente, por la fuerza militar. Mientras tanto, Rusia, China e Irán pretender actuar con mayor cautela, pero sus objetivos son los mismos que los yankee-sionistas: dominio de la zona y apertura de un corredor comercial hacia el Mediterráneo que una los extremos del mundo.
2) Estas disputas son viejas. Se renuevan los nombres, las tácticas, pero los intereses son los mismos de siempre. Y las víctimas también. Quienes sufren las peores consecuencias en la región son el pueblo palestino, que virtualmente habita en un campo de concentración llamado Gaza. Una nueva ofensiva israelí se cierne sobre ellos y ellas.
También el pueblo kurdo, asediado desde varios flancos (Siria, Turquía, Rusia) libra una batalla heroica para defender su libertad, su derecho a la vida, a la autodeterminación, a la convivencia fraterna de las etnias y religiones. Y no tienen más aliado que el resto de las y los oprimidos del mundo.
El pueblo de Yemen, por su parte, sufre la peor crisis humanitaria que conoce hoy la humanidad. Desde hace tres años, uno de los aliados clave de Estados Unidos, Arabia Saudita, desarrolla un bloqueo económico y bombardea a 25 millones de civiles, de los cuales 20 millones están al borde la inanición.
La lucha antiimperialista de los pueblos del mundo está a la orden del día. Es una necesidad urgente, así como la solidaridad internacional para que se conozcan y combatan los crímenes que el capitalismo, el gran enemigo de la humanidad, comete a lo largo y ancho del planeta.