Decía León Trotsky en 1922 “Si pudiésemos simplemente unir al proletariado en torno a nuestra bandera o alrededor de nuestras consignas prácticas y saltar por encima de las organizaciones reformistas, ya fuesen partidos o sindicatos, lógicamente, esto sería lo mejor del mundo. En este caso, el problema del Frente Único no existiría en su forma actual”. Hoy, la relación entre el frente único y la independencia política sigue siendo un terreno de debate dentro de la construcción de la organización sindical. En esta nota, hacemos un balance provisorio sobre el SUTE recuperado.

Pronto se cumplirá un año desde que el Frente de Unidad por la Recupe­ración del SUTE (FURS) asumió la conducción el SUTE. Se impone la nece­sidad de establecer algunos elementos de balance de este breve pero intenso perio­do que, a su vez, nos permita proyectar nuestro trabajo a futuro.

También es necesario poner ese balance en tensión con la perspecti­va del objetivo mayor que guía nues­tro accionar. Nuestra línea estratégica como partido va mucho más allá de la acumulación orgánica o cuantitativa de nuestros espacios; sea de la agrupa­ción sindical donde participamos desde años, la Agrupación Marrón Maestra Silvia Núñez; sea de nuestro partido. Ambas son condiciones importantes en el proceso político que buscamos cons­truir, pero son solo un momento en la necesidad de construir poder obrero y popular. En otras palabras, se trata de aportar a la construcción de una fuer­za social revolucionaria que exprese en diferentes niveles los intereses de las y los oprimidos. Este es el horizonte que nos guía.

¿Cómo llegamos a conducir el SUTE?

Nuestro sindicato es el más impor­tante de la provincia de Mendoza y el quinto gremio de trabajadores/as de la educación, en importancia, a nivel na­cional. Durante más de 20 años estuvo dirigido por la Agrupación Celeste. La principal agrupación opositora (Lila) que existió durante años era un des­prendimiento burocrático de la misma que incluía independientes con pers­pectiva sindicalista y militantes vincu­lados/as a los aparatos del radicalismo y del PJ.

Nuestra llegada a la conducción en 2017 fue una sorpresa para propios/as y extraños/as. Pero también fue parte de una apuesta táctica y estratégica desa­rrollada por la Agrupación Marrón don­de, desde hace años construimos codo a codo con numerosos/as compañeros/ as independientes. Durante años nos dedicamos a una construcción pacien­te que nos posicionara como dirección alternativa.

Un rasgo político notorio de esa agru­pación fue que, en la elaboración de lí­nea, dejamos de lado paulatinamente la lógica de la diferenciación y la denuncia constante que caracteriza a otros agru­pamientos combativos. Pusimos el eje en la concreción táctica de nuestro pro­grama, en la formulación de propuestas que fueran más allá del rechazo a las defecciones de la burocracia y que mos­trasen que había una propuesta viable para todo el sector.

Cada vez más nos esforzamos por disputar la dirección de los conflictos, pensándonos, precisamente, como di­rección de esos procesos.

Esta línea nos permitió en 2013 acce­der a la conducción del SUTE Godoy Cruz y poner a prueba, en pequeño, nuestra capacidad para dirigir. Pero fundamen­talmente nos posibilitó mostrar en la práctica nuestro programa político sin­dical: un sindicato presente en cada lucha; una conducción democrática y con un diálogo constante con la base; la construcción de un cuerpo de delega­dos/as activo y con un rol organizador en cada unidad de trabajo; la articula­ción con la comunidad y otros sectores de trabajadores/as, sin mezquindades, para evitar a cada paso el aislamiento de las luchas. También, la supresión de privilegios como los sobresueldos de quienes ocupan cargos gremiales. El SUTE Godoy Cruz fue el embrión del nuevo SUTE.

Cuatro años más tarde vino el triun­fo electoral en 2017. El contexto en que sucedió tuvo particularidades, más allá de nuestras acciones, que es sumamen­te importante mencionar. En primer lugar, no se produjo en un momento de auge de luchas, sino en medio de un proceso de derrota tan fuerte que provo­có un cisma de la Agrupación Celeste. La ruptura de la burocracia fue un factor fundamental para el resultado electoral de tres tercios: uno en manos del FURS, los dos restantes (celestes y azules-na­ranjas) en manos o con fuertes vínculos con el PJ local.

Además, se dio un fenómeno com­plejo desde el punto de vista de la con­ciencia política de la base: en el proceso en las elecciones hubo un sector que, si bien ideológicamente coincidía con el sindicalismo de la Celeste o Azul-Na­ranja, nos identificó a nosotros/as como las y los únicos capaces de defender sus intereses corporativos.

En síntesis: se ganó el sindicato con programa combativo en un sector que venía de profundas derrotas, como el Ítem Aula, desmovilizado, despolitizado y con la mayor parte del aparato en ma­nos de dos agrupaciones burocráticas.

En este escenario extremadamen­te difícil es donde venimos intentando conducir y enfrentar los ataques per­manentes de Cambiemos, empecinado en convertir a Mendoza en laboratorio de la reforma educativa y ejemplo de disciplinamiento social.

El Frente único y la independencia política

La conclusión política que se impu­so en tamaño escenario es la táctica del frente único. Parte de la necesidad de dirigir desde un lugar de minoría y con el camino sembrado de adversarios. En simultáneo, la independencia política es la única garantía del desarrollo de nuestro programa.

Planteado así, a grandes rasgos, no supondría debates. Sin embargo, en cada situación concreta las cosas cam­bian. Varios momentos han tensionado al FURS en la discusión del frente úni­co. Dos que podríamos mencionar son: 1) los acuerdos públicos con la Azul Na­ranja para impulsar puntos programá­ticos del FURS; 2) la unidad de acción contra la reforma previsional.

El primero sucedió a poco de haber asumido. En el contexto de definición de la línea gremial 2018 el escenario era peligroso: con dos tercios del sindicato dominados por la burocracia existía la posibilidad de que ambos se unieran en la definición de una línea gremial que políticamente las y los dejara a ellos/as como conducción del sindicato. En esce­narios de debilidad no se puede atacar todos los enemigos al mismo tiempo. Es necesario elegir dónde golpear y dónde no golpear.

Entonces tuvo lugar una discusión muy importante en FURS. Desde la Agru­pación Marrón se proponía un acuerdo, que se hizo público, para poder poner en marcha elementos del programa del FURS: aprobar una propuesta gremial de lucha, la eliminación de los “sobre­sueldos” para terminar con privilegios así como la supresión de una parte del aparato de la Agrupación Celeste.

En el debate con compañeros/as del FURS, un sector sostenía que era inco­rrecto cualquier tipo de compromiso. La respuesta a estos planteos era que el compromiso con una parte de la buro­cracia era la única forma de concretar nuestros propios principios, expresados en el programa.

La puesta en práctica de esa táctica demostró ser correcta. No sólo por el triunfo en los plenarios, sino funda­mentalmente porque permitió que el FURS se consolidara como conducción real del sindicato.

También a fines de 2017, en el con­texto de la reforma previsional, se dio un profundo debate sobre la unidad de acción en la calle para resistir la refor­ma. Una vez más, una parte del FURS (en particular agrupaciones del PO y PTS) sostenía la necesidad de la dife­renciación de la burocracia como tácti­ca de intervención. En nuestro planteo se ponía por delante la importancia de convocar a una masa de compañeros/ as a la calle para resistir el ataque. Nue­vamente, la posición de frente único resultó correcta: fue la primera gran movilización en que participó el SUTE recuperado, con una poderosa colum­na que, además obligó a la burocracia de la CGT y la CTA de los Trabajadores a darnos un lugar de relevancia en cada acción callejera.

Conclusiones para tiempos adversos

La experiencia del SUTE recuperado, aunque recién iniciada, ha sido riquísi­ma en debates y desafíos. El más impor­tante puede sintetizarse en el siguiente: cómo conducir un gremio con un progra­ma combativo desde el lugar de minoría y en un panorama político de ataque permanente desde la patronal y sin una base dispuesta a dar una lucha a fondo.

En coyunturas adversas como esta, las posiciones de diferenciación y que ponen por delante los principios en abs­tracto como barrera para la unidad, aun cuando esa unidad debe realizarse con sectores burocráticos, resultan errados. Profundizan la fragmentación del mo­vimiento obrero y agudizan la debilidad para la lucha.

La tarea política que hemos aprendi­do quienes hoy asumimos la dura tarea de conducir el SUTE es que, en posicio­nes de debilidad, la unidad es necesaria, fundamentalmente, porque no hay otro modo de disputar política, de construir hegemonía ni de llevar a la práctica el programa propio si no es estableciendo compromisos momentáneos con adver­sarios. Esto, desde luego, no es posible si no existe un programa firme y los prin­cipios que permitan, aún en medio de los compromisos, sostener una posición de independencia política.

Sólo sobre esta base podremos cons­truir mejores condiciones para la lucha que permiten, no sólo resistir, sino po­sicionar cada vez mejor a sectores revo­lucionarios, como la única alternativa para superar la crisis que atraviesa el país y que empuja a tremendas condicio­nes de pobreza y explotación a las masas trabajadoras.

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