Ninguna de las medidas fundamentales de ajuste implementadas por el macrismo desde su asunción hubieran sido posible, al menos en toda su dimensión, sin el concurso activo (o por omisión) de la burocracia sindical cegetista. Amenazados judicialmente por la Casa Rosada, al no ser capaces de demostrar fuentes legítimas que expliquen sus fabulosos incrementos patrimoniales, los jefes sindicales brindaron una tregua clave para el avance a los tumbos pero constante de la batería de medidas ajustadoras del gobierno de Cambiemos.

Nada que sorprenda. Habituados a la concesión de los intereses de sus representados/as y por instinto de preservación (política y per­sonal), la burocracia cegetista cedió de manera cómplice a las presiones del Ministerio de Trabajo, como lo reflejó el derrotero de la entrega del “triunvirato” de Daer, Acuña y Schmid.

Sin embargo, esa etapa llega a su fin, en el marco de una fuerte crisis econó­mica y política del gobierno, con un ma­lestar popular en ascenso, a causa de la inflación imparable, el impacto de los tarifazos y los despidos permanentes. Así, empieza a imponerse nuevamente la convocatoria (a su pesar) de un nuevo paro general, en el marco de una durísi­ma disputa (de incierta resolución) por la jefatura cegetista, que se concretará en agosto.

CGT: sin lugar para todos

En principio, la disputa de bloques al interior de la CGT no es una excepción sino la regla a lo largo de la historia del movimiento obrero organizado. Sólo con la emergencia de liderazgos fuertes en determinadas coyunturas políticas (Ubaldini durante los ´80 o Moyano en los primeros años de gobiernos kirch­neristas, por ejemplo), se construye el escenario de una CGT mayoritariamen­te unificada, aunque nunca en su totali­dad, obviamente.

El “triunvirato” saliente expresó básicamente un acuerdo entre el sec­tor de los “gordos” (Daer), moyanismo (Schmid) y el barrionuevismo (Acuña), con el respaldo de los “independientes” (UPCN, UOCRA, entre otros) y dejó afuera a los gremios agrupados en el MASA de Viviani (taxistas) y Sassia (ferroviarios); de la Corriente Federal de Trabajadores (Pallazzo) y, de las filas del macrismo militante, a las “62 Organizaciones Pe­ronistas” que por entonces conducía el fallecido sindicalista-patrón rural Geró­nimo “Momo” Venegas.

El nuevo esquema de alianzas para hacerse con la conducción de la CGT seguramente tendrá como contrincan­tes fundamentales, por un lado, a “gor­dos”, el MASA e “independientes”; y, por el otro, al moyanismo y la CFT (núcleo fundamental del espacio multisectorial 21F), con un perfil de mayor confron­tación con el gobierno. Sin embargo, desde la sede del PJ intervenido, Luis Barrionuevo también se propone terciar en la puja y con ese fin días atrás reu­nió en la sede de la calle Matheu a una cincuentena de gremios cegetistas para debatir la perspectiva de recomposición del justicialismo, logrando algunas pre­sencias significativas para la “rosca” interna como la de Andrés Rodríguez, el burócrata de UPCN, verdugo de las y los trabajadores/as estatales.

El desenlace final de estas negocia­ciones es completamente impredecible ya que por la naturaleza misma de la discusión y los intereses corporativos en juego, pueden esperarse todo tipo de acuerdo entre sectores que podían pa­recer imposible hasta minutos antes de su concreción. Es que más allá de las diferencias existentes y las perspectivas políticas en pugna, unos y otros coinci­den en el ejercicio de un modelo sindical vertical y burocrático; y una arraigada concepción del gremialismo como fac­tor de poder y presión (en el mejor de los casos) pero carente de independencia y completamente integrado al aparato es­tatal.

CTA´s: dos centrales, tres elecciones

Inseparable de la puja al interior del peronismo en su reordenamiento bajo nuevos liderazgos, la pelea por la con­ducción de la CGT también se hace sen­tir esta vez en distintas fracciones de la CTA, que ya se pronunciaron por una vuelta a la central de la calle Azopardo, en el caso de que se imponga el tándem Moyano-Pallazzo. Se trata de los secto­res ceteístas que confluyen en Unidad Ciudadana, como el titular de la CTA-T y diputado por esa fuerza, Hugo Yasky; Roberto Baradel del SUTEBA y Daniel Ca­talano, de la Verde y Blanca de ATE Ca­pital, reafiliado meses atrás al PJ porte­ño (donde comparte espacio ni más ni menos que con el mismo Andrés Rodrí­guez).

Desde ya, no es un camino despejado de obstáculos. La perspectiva de retorno que plantea este sector de la CTA-T junto al kirchnerismo de ATE deberá atrave­sar un complejo calendario electoral, de muy difícil compresión para los trabaja­dores y trabajadoras de base agrupados en las CTA´s, que muestran un marcado desinterés por estas disputas superes­tructurales completamente alejadas de las necesidades de las y los laburantes.

Sin embargo, lo cierto es que el sector de la CTA-A liderado por Pablo Micheli realizará a fines de junio sus comicios virtuales, que no tendrán casi ningún tipo de concreción real más que en al­gunas regionales muy puntuales como Bahía Blanca; o en aquellas donde la Verde y Blanca de ATE está interesada en sumar un sello institucional (CABA, por ejemplo), desde el cual fortalecer luego la “unificación” con la CTA yaskysta, que ira elecciones en septiembre. En verdad, la disputa aquí no pasa por una genuina voluntad de unificación (o no) de centra­les sindicales, sino que se reduce al con­trol del aparato y la millonaria caja de ATE a nivel nacional, cuya dirección li­derada por “Cachorro” Godoy ya convocó para agosto a otras elecciones de la CTA-A con sede en calle Perón, consumando una ruptura irreversible, con responsa­bilidades compartidas con el agonizante michelismo, que inexorablemente dará lugar a la intervención del Ministerio de Trabajo.

Unidad de acción para la lucha contra el ajuste macrista

Por fuera de estas disputas en las alturas de los ámbitos de conducción, los trabajadores y trabajadoras de a pie la están pasando muy mal, golpeados por el alza permanente de los precios; los tarifazos y la pérdida de puestos de trabajo, que por estas semanas puede recrudecer por un nuevo ataque sobre las y los estatales, dado que uno de los principales requerimientos del FMI para el otorgamiento de créditos es una drás­tica reducción del “gasto” público y de la dotación de trabajadores/as del Estado.

Los sectores democráticos y comba­tivos del movimiento obrero seguimos siendo una marcada minoría en rela­ción al conjunto de la clase organiza­da sindicalmente; y está condenada al fracaso e impotencia toda táctica de intervención que se circunscriba a la unidad exclusivamente de los sectores antiburocráticos y clasistas, sin proyec­tar orientaciones y coordinaciones para la lucha que se extiendan hacia los más amplios sectores de la clase trabajadora, incluidas sus franjas más precarizadas y empobrecidas, comúnmente denomi­nadas como de la “economía popular”.

Por esta razón, junto con la pelea in­claudicable por poner en pie experien­cias sindicales democráticas y de lucha, y recuperar para sus trabajadores y tra­bajadoras a los sindicatos y centrales que hoy están en mano de la burocracia sindical; es una obligación forjar desde las bases la más amplia unidad de ac­ción para la lucha para enfrentar en las calles las reformas neoliberales de Cam­biemos y el saqueo del FMI.

El llamado a un Paro General activo, que unifique a los millones de trabajado­res y trabajadoras para enfrentar en las calles el ajustazo macrista, es una tarea y necesidad de primer orden. Ya ocurrió una vez que desde las bases, y atril me­diante, fuimos capaces de imponer una medida de fuerza que la burocracia de la CGT intentó evitar por todos los medios.

Ahora vamos por más: tenemos que imponer un paro general que lejos de descomprimir el malestar social (como sucedió la vez anterior) plantee en el centro de la escena las reivindicaciones de la clase obrera, marque un quiebre decisivo en la correlación de fuerzas en­tre clases y ponga un freno real al ajuste en curso.

Los trabajadores y trabajadoras so­mos capaces de eso y mucho más. Está en nuestras manos asumir ese protago­nismo.

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