En el día en que se realiza la primera vuelta para la elección presidencial en el hermano país de Colombia, se cumplen 54 años de la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia, la guerrilla más antigua del mundo que luego de los Acuerdos de La Habana se ha convertido en el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común

Mucha agua ha corrido debajo del puente en este poco más de medio siglo, en Colombia, en Nuestra América y en el mundo. Sin embargo, el problema de la concentración de la propiedad de la tierra; la agresiva política contrainsurgente de las clases dominantes, el Estado y el imperialismo yanqui; la persecución a cualquier forma de oposición política; la criminalización de la protesta y de la organización popular; la extensión de la miseria para muchos y muchas y la acumulación de riquezas y privilegios para pocos y pocas; siguen siendo los problemas de la hora.

A 54 años de la Operación Marquetalia, verdadera intervención de contrainsurgencia coordinada por los yanquis junto al ejército local, el “premio Nobel” Santos celebra la integración de Colombia a la OCDE y a la OTAN. A 54 de años de la heroica resistencia de menos de 50 campesinos que lograron quebrar el cerco de Marquetalia para luego dar origen a una de las guerrillas más grandes de la historia, las y los militantes de las Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común dan pelea para romper el cerco que establishment está trazando contra los Acuerdos de Paz, promoviendo una vez más persistir en el enfoque guerrerista del profundo conflicto económico, social y político. La detención y el pedido de extradición del Jesús Santrich, así como la amenaza de “falsos positivos judiciales” para toda la dirección de FARC, el mantenimiento de más de 600 presas y presos políticos, los asesinatos de líderes y lideresas sociales configuran un escenario por demás complejo y que muestra la vocación del poder de ahogar en sangre un nuevo intento de alcanzar la paz con justicia social.

Las denuncias de fraude, la maquinaria de compra de votos, la abstención de una parte importante de la población, dan el marco de estas elecciones presidenciales en las que se pone en juego cuál será el escenario de los próximos años. El probable triunfo de Iván Duque, delfín de Álvaro Uribe Vélez augura una escalada del terrorismo de Estado. La candidatura de Gustavo Petro representa la posibilidad difícil de democratizar la vida del hermano país.

Sea cual fuera el resultado, las esperanzas estarán siempre en esa Colombia profunda, pobre, desplazada, negra, indígena, mestiza, mujer, raizal, negada y perseguida secularmente. De allí surgen las voces de dignidad que luchan por otro mundo posible en el que la vida valga más que los negocios, y por un país en el que los gobernantes sean algo más que laderos obsecuentes del imperialismo. De allí surgen los lazos y caminos para construir una América Latina unida y socialista, en la que a nadie le falte ni paz ni pan.

VENCEREMOS – Partido de Trabajadorxs
27 de mayo de 2018

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