Los pueblos de Nuestra América transitamos un momento político y económico signado por el impacto de la crisis internacional y por la oleada de gobiernos de derecha en la región, estrechamente ligados al imperialismo yanqui. Es tiempo entonces de articular la resistencia a esta nueva ofensiva neoliberal, al tiempo que abonamos a la construcción de una verdadera opción para las y los trabajadores y el pueblo.
Las rebeliones populares hacia finales de la década del ´90 contra las políticas neoliberales en América Latina signaron el desarrollo de un nuevo momento en varias regiones de nuestro continente, que ha sido caracterizado a grandes rasgos como neo-desarrollista. Los gobiernos allí surgidos condensaron en buena parte las alianzas de clase circunstanciales que se habían puesto de manifiesto en las calles, generalmente caracterizadas por un amplio mosaico que iba desde trabajadores/as desocupados/as, campesinos/as (con el agregado del componente indígena en los países con importante población originaria), sectores de la pequeña burguesía y clases medias empobrecidas e incluso, como lo demuestra el caso de Venezuela, sectores nacionalistas dentro del ejército. Ese momento “neo-desarrollista” no caracteriza al conjunto del continente, sino que tuvo expresiones más o menos radicales en una serie de países como Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina. En otros casos como México, Perú, Chile y Colombia, continuaron alternándose opciones de una profunda orientación neoliberal y estrecho vínculo con el imperialismo yanqui.
La radicalidad de los proyectos y procesos en curso se puso de manifiesto también en los métodos de enfrentamiento que las derechas tomaron. Así, el proceso bolivariano viene enfrentando desde hace años la violencia parapolicial, cuya máxima alza se registró en vísperas del referéndum hacia la Asamblea Constituyente. En este caso, el férreo apoyo popular al gobierno de Maduro y la derrota en las urnas de la derecha implicó el descenso momentáneo de los enfrentamientos, pero claro está, no se descarta un recrudecimiento de los mismos en víspera de las elecciones presidenciales del mes de abril.
El giro derechista como proyecto continental
La ofensiva de la derecha en la región implica arrasar con conquistas históricas del movimiento popular para imponer un proyecto continental en el que las clases dominantes locales logren una transferencia enorme de la riqueza desde la clase trabajadora hacia sus propias arcas, una vez cerrado el ciclo de altos precios de los comoditties de las economías primario-exportadoras del continente. En ese sentido, la profundización de las matrices primario exportadoras y extractivistas, los beneficios impositivos a los empresarios, las reformas estructurales tendientes a bajar el costo de la fuerza de trabajo golpeando las condiciones de vida de la clase obrera, los recortes en subsidios y bienestar social, el desfinanciamiento de la salud y de la educación pública son lineamientos comunes que, dependiendo de la correlación de fuerzas, se impulsan en cada uno de los casos para garantizar ganancias y competitividad en un contexto de crisis y recesión.
El fortalecimiento de la derecha latinoamericana va indisolublemente de la mano con una mayor represión. La militarización de las favelas de Río de Janeiro, cuyo control Temer puso en manos del ejército, evidencia una escalada represiva que también es continental. Al igual que lo hiciera Macri en apoyo al policía Chocobar, el presidente brasilero afirmó que “si el militar es víctima de un bandido, claro que va a tirar. La idea es darles apoyo a las policías, pero si tienen que entrar en un enfrentamiento, lo harán” (Tiempo Argentino, 25/02/2018).
En el plano económico, estas políticas están acompañadas por una profundización del saqueo y el extractivismo y una toma de deuda externa abrumadora que profundiza la dependencia. A mediados de 2017, la deuda externa bruta de América Latina (tanto privada como pública) llegaba a los 1,47 billones de dólares, un 80% más que en 2009 según los datos de la CEPAL, alcanzando en algunos casos a ser mayor que el 70% del PBI nacional. Si a esto le sumamos la inestabilidad general de la economía mundial, se complementa el cuadro de vulnerabilidad y dependencia de las economías latinoamericanas del imperialismo norteamericano.
Sin embargo, estas políticas económicas, que benefician exclusivamente a los sectores exportadores y financieros de la burguesía, generan tensiones dentro de las mismas clases dominantes. Así lo pone de manifiesto la carta suscripta por las asociaciones industriales del Mercosur que se oponen al tratado que este bloque está negociando con la Unión Europea, planteando que el mismo implica una amenaza letal a las industrias locales y sólo favorecen al sector exportador ganadero.
Recuperar el patio trasero
El giro político, claro está, no se puede pensar desvinculado de una mayor injerencia del imperialismo yanqui en la región. Lejos de la retórica proteccionista, Trump ha puesto en primer plano a América Latina. Su lema “hacer grande nuevamente a Estados Unidos” implicaba también recuperar su “patio trasero”. Así, en menos de 6 meses dos enviados de primer rango recorrieron el continente. En agosto de 2017, el vicepresidente Mike Pence y en febrero Rex Tillerson, el Secretario de Estado. Incluso este año Trump estará dos veces por estas latitudes, en julio para la cumbre de la OEA en Perú y en noviembre, en nuestro país para la reunión del G-20. A ello se suman los acuerdos de cooperación y entrenamiento militar que se reeditan, como el firmado entre el gobierno argentino y el ejército norteamericano junto al FBI.
La agenda de interés yanqui tiene tres puntos centrales: destruir la revolución bolivariana, recuperar sus mercados en el marco de la disputa con Rusia y China y tener mayor control, en el mediano plazo, de los recursos naturales de la región.
Para todo ello, Argentina y Colombia son dos aliados fundamentales. Macri es el adalid perfecto para empujar en la región sanciones que agudicen la guerra económica contra Venezuela, y así lo viene poniendo de manifiesto. Por su parte, la frontera de Colombia con Venezuela es la principal vía de contrabando de productos, que favorecen el desabastecimiento y son fundamentales para el ahogo económico de la revolución bolivariana. De más está decir, que la misma influencia imperialista en Colombia repercute también en el incumplimiento de los tratados de paz por parte del gobierno de Juan Manuel Santos que ya se ha cobrado la vida de más de 40 compañeros/as del campo popular.
Resistencia popular y unidad latinoamericana
Pese a su avance, la derecha sigue encontrando resistencias de las/los trabajadores/as y el pueblo. Así quedó de manifiesto en Perú con las masivas marchas contra los indultos otorgados por Pedro Kuczynski al ex presidente y genocida Alberto Fujimori. En el mismo sentido, se manifestó el pueblo brasilero ante el intento de encarcelamiento de Lula, copando las calles de las principales ciudades. También se multiplica la organización popular y la resistencia en México, en Honduras, en Colombia, donde el fascismo asesina cotidianamente a luchadores/as y referentes populares. Del mismo modo – aunque en diferente escala- lo viene haciendo el pueblo bolivariano en el constante enfrentamiento contra los grupos armados escuálidos. Sumado a esto, es necesario destacar la aparición de fuerzas políticas que, con las limitaciones que se puedan señalar, constituyen opciones que incomodan a las fuerzas tradicionales como el Frente Amplio en Chile o la candidatura de Marichuy Patricio, en una táctica novedosa e inesperada del zapatismo para enfrentar al establishment del narco-estado mexicano.
El corriente año tiene por delante una agenda electoral ardua, en la que se dirimen en muchos casos correlaciones de fuerza fundamentales en nuestro continente. El primero de los resultados fue en Costa Rica, donde triunfó en primera vuelta de predicador evangelista Fabricio Alvarado que centró su campaña en contra del matrimonio igualitario.
El resto de las contiendas electorales se darán en Colombia, Cuba, Venezuela, Paraguay, México, Brasil y Perú. En todos los casos serán presidenciales (aunque también tendrán lugar legislativas en Colombia y Cuba). La importancia que revisten para la región Brasil y México por sus economías, Colombia por la persistencia o no de los acuerdos de paz y Venezuela y Cuba por su rol político, evidencia que lo que ocurra en las urnas tendrá gran impacto en el desarrollo político de la región.
Ante un escenario adverso, se impone como una tarea de primer orden la solidaridad latinoamericana e internacionalista. Debemos estar al pie del cañón ante cualquier maniobra que las derechas con el aval del imperialismo yanqui quieran desarrollar en los próximos meses. La visualización de lo que los grandes medios van a querer ocultar o disfrazar es parte de lo que debemos hacer, pero sobre todo tenemos que estar en las calles ya que es de esa forma que podremos hacer nuestras también las luchas que están dando en cada país nuestros pueblos hermanos.
¡DERROTEMOS la avanzada de la derecha neoliberal en nuestro continente!
¡Fuera yankis de américa latina!