Las y los trabajadores de la educación acaparan los reflectores: son el blanco de las críticas de la mayoría de los gobernantes, a la par que sus paritarias se ven atravesadas no solo por la disputa por el salario, sino también por los intentos de las patronales por avanzar sobre sus condiciones de trabajo y sobre el contenido mismo de la educación. Un gobierno que muestra cada vez menos disimulo para ajustar, los paros en el sector y la necesidad de superar a las conducciones burocráticas enmarcan el escenario.

Los culpables que ya eligió el gobierno
Las y los trabajadores son el centro a donde el presidente y la gobernadora bonaerense apuntaron sus dardos. Los resultados de los amañados operativos de evaluación, la manipulación estadística para ocultar los graves problemas en la salud laboral y hablar en cambio de las “licencias truchas”, el éxodo inducido por el gobierno en la matrícula hacia la escuela privado.Todos los elementos de una crisis educativa real, pero gestada desde el poder del estado, pretenden utilizarse para culpabilizar a la docencia y justificar su pauperización salarial en plena negociación. Mientras desde los gobiernos se cierran cursos y escuelas enteras, mientras se vacía de recursos la escuela pública, quienes diseñan las políticas que hacen desmoronarse el sistema educativo señalan como responsables a los trabajadores y trabajadoras que se encuentran en el peldaño más bajo de la pirámide escolar. Esta estigmatización busca no solo legitimar la baja salarial: es una herramienta para instrumentar “premios” y “castigos”, avanzando en el salario “por mérito” y los “bonos” por presentismo, por “capacitación” o por rendimiento. Se trata un nuevo intento por fragmentar y quebrar el colectivo docente mediante salarios diferenciados, a la par que se avanza en una reforma educativa que afecta el rol de las y los educadores y el contenido mismo de la educación, tal como se plantea en el proyecto de ley denominado “Plan Maestro”.

Una pelea nacional, rota en 24 partes
Nuestro sistema educativo se encuentra atomizado. Las leyes de transferencia de la dictadura y del menemato no fueron revertidas, sino complementadas por los gobiernos sucesivos, incluido el kirchnerismo. Sobre esta realidad opera el actual neoliberalismo gobernante, y da un paso más, eliminando la discusión salarial de la mesa nacional. Ante esto, existe actualmente una abierta cooptación sobre sectores del sindicalismo docente, como UDA o AMET. A su vez, la dirección de la CTERA da respuestas espasmódicas: algunos de sus sindicatos de base, como la Unión de Docentes de la Provincia de Misiones, comandada por “Marilú” Leverberg, líder del gremio y diputada del FpV, firman sin sonrojarse paritarias en torno al 15% que impulsa el macrismo. A la par, y con la perspectiva de reposicionarse como interlocutores en una restringida paritaria nacional, la conducción de la central docente se ve obligada a dar pelea más por las circunstancias y por la ofensiva el propio gobierno que por decisión de movilizar a sus bases.
Desde la oposición se ha dado impulso a un intento de articulación nacional. Lamentablemente, el frente opositor muestra un nivel de cohesión efímero. Muchas veces desde este espacio se incurre en planteos esquemáticos, donde prima el “delimitacionismo” sobre la burocracia por encima de la necesidad de interpelar a sectores amplios de la docencia para organizarse y luchar, y desbordar a la burocracia en los hechos y no solamente denunciarlos con justas pero poco efectivas proclamas.
Más allá de todas estas limitaciones, la unidad de la oposición docente en torno a un programa de lucha y posicionamientos unitarios sigue siendo una necesidad, pero requiere pasos más firmes y una vocación unitaria hoy ausente en muchas corrientes fuertemente identificadas con construcciones partidarias y poco permeables para el trabajo frentista.

Enfrentar al gobierno en la más amplia unidad; superar a la burocracia desde las bases
La necesidad de medidas nacionales continuadas y progresivas cobra cada vez mayor relevancia. La dirección de CTERA, fuertemente identificada con el FpV, no apuesta a organizar a la docencia para una pelea a fondo contra la reforma educativa y la pauperización salarial. Las y los trabajadores de la educación debemos apostar a medidas masivas y contundentes, pero a su vez, a generar instancias de participación para superar las peleas parciales y acotadas que las direcciones burocráticas plantean.
Como oposición docente, urge trazar una línea de intervención común, sin mezquindades ni sectarismo, en defensa de un pliego elemental pero innegociable:

Por una paritaria docente libre, democrática y sin techo salarial.
Por la renacionalización de nuestro sistema educativo. Aumento presupuestario ya para educación.
Defensa de nuestras cajas jubilatorias. La jubilación docente NO ES DE PRIVILEGIO: por el 82% móvil real para todas y todos los docentes jubilados. No a la eliminación de nuestros regímenes jubilatorios ni a la confiscación de nuestros aportes.
Rechazo al “Plan Maestro” y las reformas privatizadoras en educación.
Defensa de nuestros estatutos.

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