Amplias franjas de los sectores más pobres de las masas iraníes salieron a las calles durante la primera semana de enero para reclamar contra el presupuesto de ajuste anunciado por el presidente, Hassan Rohaní, representante del ala «moderada» o «liberal» del régimen de los clérigos chiitas. Las protestas comenzaron en Mashad al conocerse el recorte en la ayuda estatal que alcanza a 77 millones de personas y en el aumento de la nafta que implica un incremento en la carestía de vida que impacta sobre una población que sufre niveles altos de desempleo.
Las manifestaciones comenzaron en un bastión opositor al presidente y hay quienes vinculan su impulso a las fracciones más conservadoras ligadas al Ayatolah Jamenei. La compleja estructura estatal en Irán -con un Consejo Supremo que gobierna el país en forma teocrática combinado con un sistema presidencial y un parlamento subordinado- acumula enormes tensiones, en gran medida también por la creciente presión a la que es sometida por las sanciones económicas del imperialismo.
La asunción de Rohaní luego del mandato de Mahmoud Ahmadinejad, quien representaba a uno de los sectores más tradicionales de la revolución del ´79 y que llevó a uno de sus puntos más altos el enfrentamiento con el imperialismo, aspiraba a procesar una «normalización económica» del país que no se verificó como tal, pues la llegada del gobierno de Trump deshizo el acuerdo alcanzado sobre el programa nuclear previamente con Obama y bloqueó cualquier alivio. Al mismo tiempo, otro factor de poder (y de tensiones) es la Guardia Revolucionaria Iraní que no solo representa la principal fuerza armada del Estado sino que tiene importantes posesiones en la economía nacional (algunas investigaciones lo cifran en el 15%).
La protesta, uno de cuyos lemas más popularizados fue «Pan, trabajo y libertad», rápidamente se extendió entre las poblaciones más empobrecidas de las provincias del país (a diferencia de la «Primavera» de 2009 que fue protagonizada por sectores mayormente urbanos de clase media y con una agenda principalmente de reforma política). Desde ese punto de vista, las protestas son más asimilables a las ocurridas durante el año ´92 frente al aumento del costo de vida que fueron sofocadas luego de varios embates represivos.
Las manifestaciones también impactaron en forma desigual sobre la clase obrera, cuyos sindicatos son bastante débiles por la persecución a la que son sometidos. Incluso, la ley laboral busca reemplazar las asociaciones gremiales por consejos islámicos laborales. A pesar de esto, se registran procesos de organización como. una huelga importante en la refinería de azucar Haft Tapeh frente a la falta de pago de salarios, una situación que se repite en otros lugares de trabajo como ocurrió en septiembre del año pasado en las empresas Hepco y Azarwater.
Al extenderse las protestas a lo largo del pais (se fueron sumando nuevos actores como la oposición política y las organizaciones kurdas), el régimen cerró filas con un mensaje de Jameini y la represión de la GRI que dejó miles de detenidos/as y varias decenas de heridos.
Un apoyo envenenado
Al conocerse las crecientes manifestaciones de protesta contra la carestía de vida y la falta de libertades, el imperialismo norteamericano llamó a apoyar a las movilizaciones e intentó de ese modo capitalizar políticamente el embrionario proceso en curso, a tráves de sus agentes locales. Este elemento impactó en forma sumamente negativa ya que le permitió cerrar filas al gobierno iraní y al Consejo Supremo detrás del enfrentamiento con el imperialismo yanqui, que es repudiado naturalmente en todo el país. A pesar de que continuaron protestas aisladas, luego de 7 días con 21 muertos y casi mil arrestados, además de cientos de heridos por la represión estatal, el régimen chiita ha logrado retomar la iniciativa política impulsando marchas a su favor.
Sin embargo, quedan algunas lecciones de este proceso. Las protestas parecen haber sellado el destino del presidente Rohaní y la preparación de un relevo acorde a las necesidades del régimen que mantiene todavía una fuerte unidad, la cual impide vislubrar un trastocamiento de envergadura por ahora como resultado de las movilizaciones. Pero este recambio, al mismo tiempo, dificilmente pueda revertir la acuciante situación económica que atraviesa el país, que depende casi exclusivamente de la exportación de pétroleo y que viene sufriendo un ahogamiento por parte del imperialismo a tráves de numerosas sanciones para que renuncie a su programa nuclear.
Las protestas por ahora parecen haberse apagado, pero las tensiones se siguen cocinando a fuego lento.