Pocas veces en la historia aparecen figuras que logran sintetizar las aspiraciones de generaciones. Fidel Castro logró en este sentido, convertirse en el referente de un movimiento rebelde, anticapitalista y por el socialismo de trascendencia mundial.
Surgido de las entrañas de una desdeñada isla del Caribe, Fidel se convirtió allá por la década del 50, en esa figura gracias a su papel indiscutido de líder de la revolución cubana. Su genio como estratega militar, como dirigente político, de enorme estadista, y de orador sin parangón lo perfilan con una estampa emblemática.
Así, con estas capacidades, además del apoyo y la organización popular, supo sortear la derrota sufrida el 26 de Julio en el asalto al cuartel Moncada. Luego de estar preso en las cárceles del dictador Fulgencio Batista logra la amnistía tras la presión del pueblo cubano y se exilia a México. Al poco tiempo retorna al país para cumplir lo que había prometido: liberar a Cuba. Con el grupo de militantes que se instala en la Sierra Maestra, fue ganando combate tras combate, hasta que la dictadura cayó derrotada y triunfa la primer Revolución Socialista de América Latina.

Supo enfrentar los peores momentos durante la década del 60, frente al ataque del gendarme capitalista que desde los 170 kilómetros de mar que los separan, no se cansó de intentar sabotear al pueblo cubano. Supo enfrentar la crisis de los misiles. Supo mantener el mando frente a ese crimen atroz que sigue siendo el bloqueo naval a la isla. Y también supo conducir a Cuba durante el período especial, el más terrible de la historia, el que marcó las peores condiciones de la isla durante fines de los 80 y principios de los 90, resistiendo frente la ideología del fin de la historia y del proyecto emancipatorio. También frente a quienes se arrodillaban contra lo que parecía inevitable, él mantuvo los principios y emergió nuevamente a principios del siglo XXI, para acompañar a las nuevas rebeliones populares en nuestro continente que surgieron de la injusticia neoliberal, para derrocar gobiernos y volver a aspirar a un mejor futuro.

Hay un aspecto que pocxs se detienen a resaltar y reconocer de Fidel: su humildad. Su vocación de estar siempre cercano al pueblo. Un dirigente revolucionario, preocupado permanentemente por ser coherente entre el decir y el hacer. Y en particular siempre tuvo una preocupación por los más necesitados. Y ahí lo vemos entre lxs niñxs, entre lxs ancianxs, entre lxs enfermxs. No por nada fue impulsor de un ejército de liberación de médicos que realizaron centenares de misiones de ayuda humanitaria a lo largo y ancho del mundo, contraponiendo esta política con la del país del norte que se cansó de exportar soldados y bombas. Para esto no hay mejor manera de afirmarlo, que recuperando sus propias palabras que hicieron resonar el auditorio de las Naciones Unidas en Octubre de 1979:
“Se habla con frecuencia de los derechos humanos, pero hay que hablar también de los derechos de la Humanidad.”
“¿Por qué unos pueblos han de andar descalzos, para que otros viajen en lujosos automóviles? ¿Por qué unos han de vivir 35 años, para que otros vivan 70? ¿Por qué unos han de ser míseramente pobres, para que otros sean exageradamente ricos? Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan. Hablo en nombre de los enfermos que no tienen medicinas, hablo en nombre de aquellos a los que se les ha negado el derecho a la vida y a la dignidad humana.”
“Unos países poseen, en fin, abundantes recursos. Otros no poseen nada. ¿Cuál es el destino de éstos? ¿Morirse de hambre? ¿Ser eternamente pobres? ¿Para qué sirve entonces la civilización? ¿Para qué sirve la conciencia del hombre? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas? ¿Para qué sirve el mundo?”
Y Fidel tampoco sería él mismo sin la figura de su gran compañero, de su hermano de batalla, quien lo admiró y siguió en casi todas sus empresas. El Che, internacionalista hasta los huesos, osado hasta enfrentar la muerte, encontró en Fidel un verdadero maestro. Ambos se hicieron, se construyeron, el tiempo que estuvieron juntos.
Como tampoco Fidel ni el Che serían nada sin el apoyo, la organización y el sostén que a lo largo de su historia desarrolló todo el pueblo cubano. Porque sin poder popular de un pueblo organizado nada de lo que es hoy dignidad y libertad en Cuba podría ser.
Seguramente habrá tenido errores, contradicciones. No los equívocos que los poderosos del capital quieren endilgarle, porque no son errores para nosotrxs oponerse a toda forma de opresión o haber derrocado a un régimen podrido y tirano, o haber denunciado los desastres norteamericanos. Y habrá tenido errores y contradicciones, como todo dirigente, como todo militante, como cualquier ser humano. Siempre habrá tiempo para balances más profundos, pero de los que ayudan a fortalecer los caminos de liberación, y no los que hacen retroceder a lxs mediocres.
Hace un año la noticia de su muerte, tantas veces esperada y pretendida por los Estados Unidos, incluso con intentos concretos de asesinato, nos cubrió de tristeza el semblante. Y miles, millones lloramos su partida. Los que tuvieron el honor de conocerlo, y quienes nos alcanzó con leer sus palabras o escucharlo desde lo lejos, lo despedimos llenos de congoja. Quienes nos formamos y nos guiamos con sus enseñanzas en nuestra búsqueda por encarar y aspirar a encarnar un proyecto revolucionario nos preguntamos: ¿qué será de nosotrxs sin Fidel? Y las lágrimas pasaron, pero su ejemplo sigue presente. Y Fidel somos todxs. En cada lugar donde una persona se rebela contra la miseria, contra la explotación, en cada corazón lleno de pasión y de esperanza, de sueños por un mundo mejor, ahí está Fidel. Porque Fidel no se habrá ido si cada compañerx asume su puesto en la lucha por defender la vida, por cambiar todo lo que deba ser cambiado, y hacer realidad que otro mundo es posible, que el socialismo es posible, y que vale la pena dar la vida por ese proyecto.
Bien vale decir, recordando ese maravilloso alegato realizado frente al tribunal que lo quiso juzgar por el asalto al cuartel Moncada, donde enumeró el programa revolucionario para Cuba, que queda guardado entre los discursos memorables, Fidel. Los pueblos oprimidos del mundo, lxs revolucionarixs, y la historia de la dignidad humana: te absolvemos! Y cuanto te agradecemos el lugar que has ocupado en la historia de Nuestra América y el mundo!
Hasta la victoria siempre comandante!
Patria o muerte! Venceremos!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí