Esta mañana el ex presidente de Brasil, Michel Temer, fue detenido por la policía federal debido a su vinculación con la megacausa conocida como Lava Jato.

 

Temer, quien había alcanzado el sillón del palacio de Planalto tras el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, fue detenido con prisión preventiva en la mañana del jueves, mientras se dirigía al aeropuerto de Guarulhos, en São Paulo.

“É uma barbaridade” llegó a decir el líder del PMDB al periodista Kennedy Alencar, antes de ser detenido por orden del Juez Federal de Río de Janeiro, Marcelo Bretas, quién además pidió la detención del ex Ministro de Energía de Temer, Wellington Moreira Franco.

Desde el impeachment contra Rousseff, Temer había sido vinculado a numerosas causas de corrupción, pero, mientras ejerció la presidencia fue sistemáticamente protegido el Congreso brasileño. La fiscalía actuante llegó a pedir dos veces la apertura de juicio contra Temer ante la Corte Suprema de Justicia, pero el entramado político-judicial se mantuvo firme mientras éste encabezó las reformas más regresivas contra los trabajadores y trabajadoras.

Con esta detención se reaviva el sismo político que significó el Lava Jato para el gigante continental. Y esto no podría ser más oportuno para el actual presidente, Jair Bolsonaro, quién intenta construir su legitimidad como el anverso de la corrupción de los partidos tradicionales, a pesar de que el hedor de la fosa séptica en el que está hundida la política brasileña se aproxima cada vez más a su círculo íntimo.

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