El 25 de mayo fue instaurado por el país oficial como “fecha patria”. El estado nación constituido en la segunda mitad del siglo XIX construyó la revolución y la guerra anticolonial como su propio mito de origen. Sin embargo, los genocidios constitutivos del estado nación (campaña de “pacificación” del Interior, Guerra de la Triple Infamia, Conquista de territorios indígenas), nada tienen que ver con el proyecto de Patria Grande que levantó esa descomunal fuerza revolucionaria conformada por las y los explotados y oprimidos de la colonia. Los ejércitos auxiliadores de pueblos de Castelli, de Belgrano, de San Martín, nada tienen que ver con el ejército de Roca y de Videla. El racismo eurocéntrico, que bajo la consigna de “civilización o barbarie” construyó una patria chica acorde a los mandatos imperialistas, es antagónico con la concepción revolucionaria que se veía como continuadora de Túpac Amaru II y Micaela Bastidas, de las resistencias a la conquista.

Este 25 de mayo, celebramos esa gesta revolucionaria de principios del siglo XIX, junto a la celebración de los 60 años de la fundación del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Ante tanta tergiversación, ante tanta expropiación de historia de lucha, traemos al presente la voz de aquellos que hace más de dos siglos, se dispusieron a poner fin a la injusticia.

 

“… La libertad de los pueblos no consiste en palabras ni debe existir en los papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad; y este cántico maquinal es muy compatible con las cadenas, y opresión de los que lo entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo? Mi superioridad solo existe en el acto de ejercer la magistratura, que se me ha confiado; en las demás funciones de la sociedad soy un ciudadano, sin derecho a otras consideraciones que las que merezca por mis virtudes.” Decreto de Supresión de Honores, 1810 (pluma de Mariano Moreno, firmado por la Primera Junta)

 

“… En vano sus intenciones serán rectas, en vano harán grandes esfuerzos por el bien público, en vano provocarán congresos, promoverán arreglos y atacarán las reliquias del despotismo; si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía.” Mariano Moreno, Prólogo a su traducción de El contrato social de Rousseau, 1810.

 

“¡Soldados! Todos y cada uno de ustedes conocen el esfuerzo y las dificultades por las que hemos pasado. Llegar hasta aquí es bastante, pero nunca es suficiente. El enemigo espera, y espera bien armado, señores. Son la esperanza de la América, cada uno de ustedes lleva consigo lo más importante, ¡la libertad! Trescientos años de masacre y de barbarie tiñen nuestra tierra de sangre, pero hemos venido a decir ¡basta!, ¡se acabó! Soldados, se me llena el corazón al ver a tantos guerreros dispuestos, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos recordarán este momento con orgullo, porque les dejaremos una tierra digna de ser vivida. Donde puedan sembrar, crecer y prosperar, libres de toda cadena, donde cada hombre pueda decidir su destino sin importar su color, su linaje, su procedencia, ni qué carajo. Porque todos somos iguales ante el Supremo, así como somos iguales ante la muerte, porque cualquier hijo de mujer merece ser libre de una vez y para siempre. ¡Seamos libres, que lo demás no importa nada! ¡Viva la patria!” José de San Martín, Proclama de Chacabuco, 1817.

 

 

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