
Unas instituciones que le dan la espalda al pueblo. Un pueblo que empieza a tomar distancia de ellas.
Como lo vienen demostrando las elecciones realizadas en diversas jurisdicciones, el porcentaje de participación y concurrencia en los comicios está cayendo precipitadamente. En Santa Fe sólo fue a votar el 55% de los habilitados para hacerlo. Y los comicios en Salta, Jujuy, San Luis y Chaco tuvieron como denominador común la escasa participación del electorado, donde en ningún caso participó más del 65%. El ausentismo fue del 41% en Salta, del 35% en Jujuy, del 40% en San Luis y del 48% en Chaco. Esto constituye una evidencia clara del descrédito de la población frente a un sistema y un régimen político que, como venimos sosteniendo, se encuentra en crisis.
Esa crisis se evidencia en la fragmentación y la decadencia de los partidos tradicionales y del propio partido de gobierno, que exhiben múltiples conflictos al momento de votar leyes que apuntan a quitarle derechos al pueblo, donde quedan al descubierto pases, alianzas rotas y reconfiguradas, insultos mediáticos y escándalos varios, compra de votos y acusaciones cruzadas. Así, el Congreso de la Nación, donde se convalida el saqueo del FMI, se condena a la indigencia a lxs jubiladxs o se le brindan gobernabilidad y poderes extraordinarios a Milei y sus secuaces, es también el escenario donde la politiquería muestra su decadencia explícitamente. Senadores que cambian su voto sin explicaciones, como recientemente en la votación del proyecto de “ficha limpia” o hace un par de meses para evitar que se forme una comisión que investigue la estafa de Libra que salpica al presidente, a su hermana como “cajera” y al lenguaraz de su vocero, Manuel Adorni. En el caso de los dos senadores del Frente Renovador por la Concordia de Misiones, que en 2023 hicieron campaña por Sergio Massa, vienen prestando sus votos a los hermanos Milei desde hace meses sin sonrojarse. Estas maniobras obscenas por parte de un elenco político descompuesto, muestran a las claras que nada podemos esperar como pueblo trabajador de esta democracia de los ricos. Frente a semejante descomposición, que repercute en un descrédito cada vez mayor, la posición de la izquierda debería contribuir a denunciar estas instituciones, y no a requerir el voto popular para integrarlas.
Un escenario corrido a la derecha que no se frenará desde las urnas
Frente un gobierno de ultraderecha con características fascistas y absolutamente subordinado al imperialismo yanqui, el grueso de los candidatos se corre fuertemente a la derecha apostando a un discurso que supuestamente expresa “lo que la gente quiere escuchar”: mano dura, baja de edad de imputabilidad, justificación de la represión a la protesta social, convalidación del ajuste porque “había que ordenar la macroeconomía y bajar la inflación”. El impresentable gobierno de Milei se apalanca en el gran empresariado. Catapultado al ejecutivo por el descontento social y en medio de la debacle de macrismo y peronismo, logra aplicar sus políticas frente a una oscilante resistencia popular y con la colaboración de los partidos mayoritarios, las burocracias sindicales y otras instituciones del régimen: jueces, medios masivos de prensa, cámaras patronales. Desde el kirchnerismo, el peronismo, el pseudo progresismo, las propuestas son las de aggiornarse al sistema, sin cuestionar por supuesto, ninguno de los problemas de fondo, y hundiéndose en las internas y las peleas de cartel. Kicillof, que en la Provincia de Bs. As. se erige como supuesta alternativa, viene pagando salarios de pobreza a estatales y docentes, y patea las paritarias con el aval de Yasky, Baradel y la Verde de ATE. El peronismo porteño, que lleva como cabeza de lista a un radical que inició su militancia en la rosca universitaria apadrinado por Franja Morada, exhibe también un recorrido en el cual ha colaborado con el macrismo profusamente desde la Legislatura. La campaña lavada de este miembro del “Grupo Parlamentario de Amistad con Israel” presagia más acuerdos para continuar abonando a una ciudad expulsiva donde los negociados inmobiliarios sigan a la orden del día. Nada podemos esperar de los partidos patronales, garantes de este sistema de saqueo y explotación.
La izquierda electoral, en su laberinto
Ante el descrédito creciente de la población frente las instituciones del régimen, ante la evidencia notoria de que el Congreso, las legislaturas provinciales y todas las instituciones de la democracia burguesa son una cloaca, buena parte de la izquierda despliega una campaña parlamentarista e institucional, en lugar de esclarecer el carácter clasista de este mismo parlamento. Mayoritariamente aglutinada en el FIT-U, pero con escenarios donde el frente fue dividido (como el caso de Salta, con el MST por un lado y PO-PTS por otro) las disputas proselitistas no escaparon al escenario de fragmentación. Las campañas predominantes, donde se apela desde una estética y discurso acorde a las reglas del juego simplemente a ampliar la representación de la izquierda en esas cámaras, dejan de lado la denuncia sobre el carácter de estas instituciones y no muestran ánimo alguno de concientización. Se trata de una participación que termina redundando en una revalidación de este sistema. Adecuando sus discursos, lavando eslógans y presentando propuestas que en nada se diferencian de las “progresistas” y lejos están de plantear los problemas de fondo, no hay en la campaña electoral posicionamientos anticapitalistas que convoquen al pueblo a organizarse, a movilizarse o a rebelarse contra las instituciones y el estado. Mientras se gastan millones de pesos en afiches, propagandas y pautas publicitarias, nada se dice de la necesidad de ruptura con el capitalismo para avanzar en la resolución de los problemas de salud, educación, derechos laborales. Nada se dice de la necesidad de expropiación al capital para poder resolver de verdad el problema de la vivienda, de la concentración de la tierra, del saqueo y del extractivismo. Nada se dice de la necesidad de constituir poder del pueblo para frenar la ofensiva imperialista.
Sabemos que muchxs de quienes se presentan son efectivamente luchadores con quienes nos encontramos en la calle en múltiples batallas. Justamente por eso, nos preguntamos en qué medida puede abonar a dar esas batallas reproducir la mentira de que con poner un impuesto más o menos a la riqueza o a los grandes propietarios (proyectos que seguramente no puedan ser aprobados porque no contarán con el apoyo de las mayorías de legisladores) podremos resolver, por ejemplo, el problema de la vivienda, el vaciamiento de la salud y la educación públicas. Esto lo sabe el pueblo, y ha sido demostrado ampliamente en los últimos años y en particular el año pasado frente a las votaciones de la Ley Bases, de presupuesto universitario, frente al ajuste a lxs jubiladxs. De allí que no sean creíbles propuestas que no tienen ninguna viabilidad real.
Ante un escenario de guerra y de crisis mundial que se profundiza, la alternativa no es revalidar el orden institucional que sostiene a este sistema, sino convocar a la población trabajadora, a los pobres y desocupados de las zonas rurales y de la ciudades, a los pueblos originarios que dan batalla en la defensa de sus territorios, a las asambleas ambientales y populares, al movimiento feminista, a organizar esa fuerza en pos de una rebelión que logre echar definitivamente al gobierno y que se dé la tarea de construir un programa con una perspectiva revolucionaria que pueda avanzar en las transformaciones de raíz que nuestro pueblo necesita. Por eso, en estas elecciones, llamamos a no votar o votar en blanco.
Luego de 40 años de democracia burguesa, es necesario reflexionar acerca de cómo hemos asumido la derrota del proyecto revolucionario que se desplegó en nuestro país y continente en la década de los 70. Urge que el campo de la izquierda pueda salirse del lugar de víctima que le reclama el reconocimiento de derechos al estado desde una perspectiva constitucionalista, que se acomoda y limita a la democracia liberal burguesa, para poder constituirse en dirigente de un proyecto verdaderamente popular y revolucionario que potencie las importantes luchas que se vienen.


