Cinco siglos, 518 años, con más precisión, desde el inicio de la invasión. La España de la espada y la cruz, la de la contrarreforma, la de la limpieza étnica, la de los Reyes Católicos y de la centralización forzada; esa España fue la que inició la invasión europea del Abya Yala. En nombre “de Dios”, de la “Santa Iglesia Católica”, del “Santo Padre”, los conquistadores del siglo XV (sucesores de los legionarios romanos, antecesores de los marines yanquis) masacraron, torturaron. La violación fue herramienta (como con los legionarios y marines) para sojuzgar, para humillar, para doblegar. El trabajo y los cuerpos fueron apropiados, forzados, obligados a trabajar, a servir. La tierra fue apropiada por los invasores.

“España impuso un orden clasista, patriarcal y racializado que todavía impacta en nuestras vidas. Los privilegios de los españoles nacidos en la Península o de los españoles criollos se sostenían en la servidumbre a la que fueron sometides millones de indígenas y la esclavitud a que se impuso a millones de pobladores de África, literalmente cazades, transportades y vendides en América. El dominio de los varones blancos sancionado por la Iglesia católica que consideraba a mujeres e indígenas como personas incapaces de autogobernarse y a la población esclavizada ni siquiera reconocía carácter humano. La colonia construyó una matriz clasista, racista y patriarcal que continúa con distintas formas hasta el día de hoy.

La violencia material se potenció con una violencia simbólica a gran escala. Los colonizadores negaron la historia, el idioma, las religiones, las costumbres y la capacidad de producir cultura y conocimiento de las poblaciones indígenas y esclavizadas. Esa imposición de la conquista, bajo nuevas formas y argumentos, continúa hasta el día de hoy.

La Conquista de América jugó un rol central en la acumulación originaria del capital. La expropiación del campesinado, la acumulación de enormes riquezas producidas por el trabajo forzado de indígenas y población esclavizada y la imposición de una nueva forma de división sexual del trabajo a través de la persecución de las llamadas “cazas de brujas” generaron las condiciones propias del capitalismo: una masa de desposeídes de sus condiciones materiales de producción y existencia y de una minoría que concentra la propiedad de los medios de producción y de vida.” (Programa de Venceremos – Partido de Trabajadorxs).

Frente a la prepotencia colonial, frente a la violencia a gran escala y hasta lo más íntimo, desde el mismo 12 de octubre de 1492, se desarrolló la resistencia. No hubo día sin guerra. De la resistencia nació la rebelión, las rebeliones. Muchas derrotadas. Aunque la perseverancia, a veces silenciosa, a veces abierta, de les vencides encontró caminos, huellas para retomar la senda y hacerse revolución.

La construcción de estados nacionales burgueses, surgidos del descuartizamiento del proyecto de patria grande, comandada por estas burguesías altaneras y genocidas con sus pueblos y obsecuentes con el imperialismo, reactivó la conquista. En lugar de “Dios” ahora fue en nombre del “Progreso”. Los métodos, los justificativos y los fines no fueron diferentes. Y también la resistencia supo reamarse y reconstruirse.

Hoy saludamos esa resistencia que llevan adelante los pueblos originarios contra el extractivismo, contra el despojo, contra la apropiación del agua, del aire, de las semillas y de la vida. Saludamos las rebeliones que, desde Chile y Haití, de Ecuador y Colombia, pasando por la Bolivia que enfrenta la dictadura, sacuden la conciencia y la tranquilidad de los herederos actuales de los conquistadores de antaño. En estos tiempos en que la cara de muerte del capitalismo aparece sin maquillaje, la lucha contra la colonia y todo su persistente lastre de colonialidad, la lucha contra el imperialismo y el capitalismo, sigue buscando sus caminos para tomar el cielo por asalto. Saludamos y seguimos abrazando el desafío de esa revolución por hacer… con las fuerzas de la historia y la meta de la revolución nuestroamericana y socialista en el corazón, en las entrañas y en los sueños.

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