Una fecha de reivindicación de las luchas históricas y actuales de nuestra clase

La conmemoración del Día Internacional de les Trabajadores tiene su origen histórico en el homenaje a los Mártires de Chicago. En aquel mayo de 1886, luego del inicio de una huelga por la conquista de las 8 horas de trabajo signada por la represión y la muerte, un grupo de ocho obreros anarquistas fueron enjuiciados y cinco de ellos condenados a muerte en la horca. Esta fecha nos encuentra como clase trabajadora mundial en un contexto de crisis sanitaria, económica y social marcada por la pandemia del COVID-19, pero que tiene su raíz en el desarrollo de una crisis económica de que ya arrastra varios años.

El capitalismo, en tanto modo irracional de producción de las cosas, organizador de la vida social y de la relación de la humanidad con el medio ambiente, nos muestra en estos tiempos su cara más descarnada. Esto se traduce en millones de puestos de trabajo que hoy están siendo destruidos, en cada vez mayores porciones de población desplazadas del sistema, en hambre y miseria para les trabajadores. Mientras, los capitalistas concentran cada vez más la riqueza social que producimos y se benefician como siempre del salvataje que realizan los estados nacionales en favor de sus intereses, descargando todo el peso de la crisis sobre nuestras espaldas.

Vale destacar la particularidad que adquiere este ataque hacia la clase trabajadora en su conjunto, y especialmente hacia mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries. Por un lado, en el deterioro de las condiciones de vida, ya en desventaja por los obstáculos para el acceso a la salud, y la precariedad acuciante respecto a la inserción laboral, agravada ante esta coyuntura que golpea más fuertemente a los sectores informales, los que muchas veces son la única vía de ingreso para estas poblaciones. Esta precarización repercute en la vida toda, invalidando el acceso a derechos básicos que hacen a un cuidado de la salud integral como la vivienda y la alimentación entre otros. Por otro lado, cabe señalar que el grueso de las plantas de servicios esenciales como salud y desarrollo social son altamente feminizadas, ubicándonos en este contexto en la primera línea de cuidados, pero en la misma estructura estatal deficitaria, deteriorada, vaciada de recursos básicos. Aquí queda de manifiesto, además, cómo el no reconocimiento de las tareas de cuidado y reproducción que se desarrollan en el ámbito doméstico, se hacen extensivas hacia esas áreas, en un engranaje patriarcado/capitalismo, donde el aumento de ganancias, es a costa, literalmente, de nuestras vidas.

En nuestro país, el Gobierno Nacional planteó al inicio de la cuarentena algunas medidas de restricción de la circulación de bienes y personas, para dar luego un aval abierto a otras de reducción salarial y dejar pasar miles de despidos y suspensiones, así como los aumentos de los productos de primera necesidad. Es la muestra más cabal de que, más allá de los gobiernos y sus matices, el estado burgués es comandado por la clase capitalista, que en última instancia termina imponiendo sus condiciones. Contando además con el inestimable apoyo de las burocracias sindicales que, tal como lo demostró el reciente acuerdo de rebaja salarial de un 25% entre la CGT y la UIA, son garantes del ajuste en curso. Nuestro salario, esa pequeña parte de nuestra fuerza de trabajo remunerada, sufrirá recortes. Para los megamillonarios, que viven del trabajo ajeno, evaden impuestos y vienen disfrutando de ganancias extraordinarias, se habla de un incierto 1% o 2% de impuesto por única vez a sus fortunas. Para los bonistas, especuladores financieros que lucraron con el vaciamiento y endeudamiento externo sufrido por nuestro país, se programa una quita del 5% sobre el capital de una deuda usuraria que no pasaría una mínima auditoría sin ser declarada ilegal. Urge entonces un impuesto progresivo a los grandes millonarios de este país: los Rocca (TECHINT), Urquía (AGD), Bulgheroni (PAE), Pérez Companc (PECOM), Galperín (Mercado Libre), entre otros pocos, son quienes deben tributar al fisco de manera urgente para solventar los costos de la pandemia. A su vez, la prohibición de despidos y suspensiones debe ser real, sin rebajas salariales, y las empresas que especulen con quiebras fraudulentas deben ser recuperadas y puestas a producir por sus trabajadorxs, tal como hay una larga tradición en nuestro país. La nacionalización de la banca, de las privatizadas y del comercio exterior, y la suspensión de todo pago a acreedores externos por una deuda externa ilegítima, son medidas indispensables que el pueblo movilizado puede levantar como bandera.

En este día de lucha, debemos sentirnos hermanadas y hermanados en un reclamo: quienes hacemos funcionar los engranajes de la economía y producimos las riquezas en todo el planeta no podemos ni debemos pagar esta crisis. Solo con unidad y organización podremos salir de esta situación. Como se ha demostrado en estas semanas en distintos sectores, desde abajo, organizando la bronca en los lugares de trabajo, en la calle, en la disputa en los gremios por conducciones antiburocráticas y combativas que se asienten en la democracia sindical, en la decisión de las bases y no en los acuerdos de cúpulas. Y en la organización política de les trabajadorxs, independiente de los patrones, por la construcción de otro tipo de sociedad que merezca ser vivida, socialista.

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