«El cobro de esta deuda y el sistema injusto de relaciones económicas es la más flagrante y más brutal violación de los derechos humanos que puedan concebirse

Fidel Castro , agosto de 1985.

Sería impensable disociar la deuda, el problema de la deuda externa, de nuestra propia historia. La biografía de la deuda en la Argentina es ni más ni menos que el relato de la dependencia económica y política a la que nos han sometido las distintas potencias imperialistas del orbe con la complicidad de los gobiernos y las burguesías locales. Es la deuda externa la expresión de esa atadura a los vaivenes del sistema capitalista, a su hambre insaciable.

En los manuales escolares o en cualquier página de internet se llega pronto al dato: hace casi doscientos años que, durante el gobierno de Bernardino Rivadavia -enemigo político de San Martín- se solicitara a la compañía bancaria británica Baring Brothers el conocido empréstito. Como los mitos, que narran el origen determinante de una serie de hechos, aquella deuda marca el derrotero y la lógica de los subsiguientes endeudamientos. El destino de las libras esterlinas de los financistas del imperio británico estaba previsto que fuera la construcción del Puerto de Buenos Aires, la fundación de pueblos y la dotación de agua corriente a la ciudad. Lxs lectorxs de estas líneas ya pueden ir adivinando: las mencionadas obras no fueron cumplidas. Pero no sólo eso, el préstamo se terminó de pagar ochenta años después, por ocho veces su monto original. Como si fuera poco, uno de los argumentos para que fuera aprobado la solicitud de ese préstamo en aquel entonces había sido la necesaria reactivación de la economía. Las similitudes con la historia reciente no son coincidencia, debiera decir la placa que precede a esta película.

El salto cualitativo en la historia de las deudas -para ahorrarnos algunas páginas- se da durante la dictadura militar. Llegando en 1982 a la impagable suma de 42.000 millones de dólares (seis veces mayor a la que se tenía en 1976). Vale decir que todos los gobiernos electos posteriores a la Dictadura Cívico Militar mantuvieron los compromisos de pago.

Hubo gobiernos que han pagado a término y hubo gobiernos con mayores dificultades para hacerlo. Pero todos han pagado, con o sin rectificaciones en los plazos y en los vencimientos. Durante la década de gobierno kirchnerista, se adjudicaron sus propios dirigentes el, cuanto menos cuestionable, mérito de ser “pagadores seriales”. Durante ese período la relación entre deuda y PBI se redujo a niveles históricos, pero siempre respetando el “sagrado” compromiso del pago.

Una vez asumido el gobierno del actual en 2015, la deuda volvió a escalar de manera acelerada. En especial a partir de abril del año pasado. Los próximos tres años se deben pagar 178.000 millones de dólares y en la actualidad la deuda total ya supera el 100% del PBI.

Este desembolso de dólares en cuotas no ha servido más que para bancar la especulación financiera más flagrante[i].

Ahora bien, ¿qué implica mantener los compromisos de pago? ¿Qué implica honrar esa deuda? ¿Quiénes pierden en esta historia? ¿Quiénes ganan?

Los grandes ganadores han sido y son los banqueros, los especuladores que, montados a la “bicicleta financiera” habilitada por las grandes tasas de interés del Banco Central (es decir, el propio gobierno), se la fugan toda y se la llevan en pala, las grandes empresas multinacionales que giran sus ganancias a sus casas centrales y los propios funcionarios de gobierno que son todo lo contrario a un ejemplo patriótico, fugando ellos también sus riquezas al extranjero.

Por otro lado, lxs que pierden en este ciclo de endeudamiento y desendeudamiento son nuestrxs pibes y pibas. La deuda se paga a costa sus calles de tierra, del gas que no llega y el agua tampoco, de sus escuelas caídas a pedazos, de las aulas que explotan y matan Sandras y Rubenes. El pago es y ha sido, a costa de millones de laburantes que deben parar la olla con trabajos precarios y flexibilizados, con vivienda de improviso, cartón, chapas, frío. La deuda la pagan lxs enfermxs pobres, en hospitales pobres, faltos de gasa, ibuprofeno y personal. La deuda la pagan lxs salarios de lxs trabajadores y trabajadoras del Estado con paritarias congeladas o a la baja, bien debajo de la canasta básica y de la dignidad mínima. La deuda se paga con la vida de lxs jubiladxs, con las pensiones magras y ridículas de nuestrxs viejxs. La deuda se paga con ajuste, con reforma laboral y previsional. La deuda se paga con el hambre del pueblo, se paga con la pérdida de soberanía sobre nuestra tierra, montañas, suelo, glaciares. La deuda se paga con los derechos de las mujeres y disidencias, con los derechos de lxs niñxs, con los derechos humanos, con todos los presupuestos destinados a políticas sociales que se congelan o disminuyen escandalosamente. La deuda se paga con vida. Con la vida que nos quitan a lxs que generamos todas las riquezas con las que se paga la deuda.  

La deuda, entonces, es con lxs pibxs, con lxs jubiladxs, con lxs trabajadorxs. La deuda es con la educación, la salud y la vivienda. Honrar la deuda, es venerar una mítica espiral de dependencia, un futuro nefasto para nuestra clase, para lxs de abajo.

Habrá que ser desobedientes, con organización y lucha, con las calles colmadas de pueblo, de laburantes, de estudiantes. Predispuestxs a llevar la consigna al corazón de cada uno y una de los que empujamos la madrugada, de lxs que hacemos las casas y las cosas, de lxs que amamos nuestra tierra, de lxs que vivimos de nuestra propia fuerza de trabajo. Habrá que ser desobedientes otra vez, de nuevo, con renovados corajes y a pesar de los discursos conciliatorios porque no se puede conciliar con el hambre. Habrá que ser desobedientes para frenar esta forma de saqueo que lleva casi dos siglos. 

 

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[i]En 2016, la fuga de capitales fue de u$s9.951 millones, en 2017 fue de u$s22.148 millones (un 122,57% más) y en 2018 llegó a u$s23.098 millones. Es decir que, en los 3 años de Cambiemos, la cifra total de fuga ya supera al monto acordado con el FMI” (En A vencer, junio de 2019)

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