En el marco de un operativo de seguridad que impedía que cualquier manifestación o persona llegue al Congreso, Mauricio Macri realizó el último discurso de su mandato frente al cuerpo legislativo.

Durante su alocución, más allá de los furcios y fallidos, el jefe de estado intentó usar esa tribuna como una plataforma para su campaña por la reelección. Destacó los supuestos logros de su gestión como bajar la inflación y el gasto fiscal, reducir la pobreza y el desempleo, y lamentó que estos avances hayan quedados truncos por los «factores externos» que adjudicó a la sequía y a la parálisis en la obra pública por la causa de los cuadernos. Incluso intentó ensayar una modesta agenda de géneros y anticipó un aumento del 46% para pensiones y asignaciones.

Sin embargo, los pésimos indices económicos con los que Macri concluye su mandato (más de 13.500.000 de pobres, la inflación más alta en décadas, una caida del empleo hasta niveles de 2014) nada tienen de externo. Es el resultado de su política que, primero intentó financiar el llamado «gradualismo» con deuda externa y cuando el grifo se cerró, el gobierno tuvo que recurrir a un «salvataje» del FMI y avanzar en un plan de ajuste («deficit cero»). Ajuste que, naturalmente, no aplica al pago de los intereses de deuda que ya alcanzan un quinto del presupuesto nacional.

Rechazo burgués

Luego del discurso de apertura, la Bolsa de Comercio cayó mientras volvieron a subir el dólar y el riesgo país. De ese modo, la burguesía y los mercados demuestran que su preocupación está en lo que Macri no dijo. Seguramente por la poca popularidad del tema, el presidente prefirió evitar hablar tanto de la reforma laboral como de la nueva reforma previsional que le reclama el FMI. Pero es justamente la principal preocupación de los sectores más concentrados de la economía: avanzar en las reformas estructurales del capital contra la clase trabajadora. Esta presión se agrava, además, luego del anuncio de Bolsonaro para reestructurar el sistema de pensiones del vecino país con un aumento en la edad jubilatoria.

El macrismo juega todas sus fichas a una reelección para renovar su capital político y avanzar en la agenda que le reclama la burguesía. Pero desde el propio riñón del oficialismo advierten que un segundo mandato puede ser todavía peor pues no tendrán mayoría parlamentaria y ya se cargan con su propio desgaste por la pesada herencia que dejaron. Incluso, el pago de los intereses de deuda para el año próximo no están garantizado y es prácticamente una obviedad que se deberá ir a una renegociación con el FMI.

El balance de lo dicho y lo no dicho en el discurso presidencial, de todas maneras, arrojan la misma conclusión para nuestra clase trabajadora: hay que echarlos con la movilización y organización popular. Son ellos o nosotrxs.

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