Por Sebastián Henríquez

El acuerdo salarial para el 2019 que realizó el SUTE en diciembre generó una esperable polémica. El debate se genera dentro del mismo frente (FURS) que conduce el sindicato, entre el activismo comprometido y también a nivel nacional. La intención de esta nota es profundizar el debate en relación al papel de la izquierda marxista en la conducción sindical con responsabilidades de masas.

El primer dato clave es que fue la mayoría del FURS la que impulsó la realización del acuerdo salarial, de manera abierta y pública, tras un largo análisis de lo que ocurría y ocurre tanto en 1) la “base”; 2) el activismo 3) la vida interna del sindicato; 4) la situación del FURS; 5) el conjunto de los estatales y 6) la situación política provincial y nacional. Las agrupaciones Marrón “Maestra Silvia Núñez”, donde militamos como Venceremos; la Corriente Nacional 9 de abril -PTS- y la Agrupación 4 de abril, corriente nacional Azul y Blanca (PCR-PTP), fuimos la mayoría que impulsó esta decisión. Se opusieron Tribuna Docente (PO) y Frente Índigo (PSTU), también parte del frente que conduce.

Antes de entrar en el análisis, conviene adelantar que el resultado del debate en las escuelas fue que de 18 departamentos, en 15 ganó la aceptación. En 3 se propuso pedir cuarto intermedio hasta febrero. Y a pesar de que algunos sectores militaron el rechazo, ni un solo departamento de los 12 que dirige la antigua burocracia (Celeste y Azul Naranja), pudo traer el rechazo al plenario provincial.

Los diversos puntos de análisis se retroalimentan y es difícil caracterizarlos por separado. Si empezamos por la situación de la “base”, un porcentaje alto no está afiliado al sindicato y el pico de afiliación es en el verano, para acceder a los campings del mismo. Es decir, se construyó una relación clientelar, de servicios y de cogobierno, durante 20 años de conducción Celeste. Lo más grave es que no tenemos experiencias de masas recientes, de luchas sostenidas, en las que esa base se haya organizado frente a descuentos y persecuciones, de manera colectiva ni extendida, como en Neuquén o en Santa Cruz. Gran parte de esa base, en los debates en las escuelas, se divide entre “hay que hacer un paro indeterminado” y “nadie hace el paro, hay que buscar otras formas”. Hay que recordar que en Mendoza, el SUTE no logra convocar a paro por su cuenta desde el 2016, tras los primeros descuentos por el ítem aula. Desde entonces, aunque la conducción lo impulse en los mandatos, nunca se consiguen los 2/3 en los plenarios; ni en nuestros departamentos ni en los que dirigen nuestros opositores.

Otro elemento importante, en relación a la conciencia de la “base”, es qué lectura se impuso de lo ocurrido en nuestra primera paritaria como FURS (2017-2018). Veníamos con un reclamo de 50% de aumento que no generaba “expectativa” de resolución. En frente, el gobierno había cerrado con casi todos los sindicatos estatales: 15,7%, en tres cuotas, con cláusula gatillo automática si la inflación superaba ese porcentaje. Desde la Marrón, propusimos retomar otro acuerdo que había pasado desapercibido: indexación mensual. Ese planteo, acordado con AMPROS (profesionales de la salud), ya implicaba un mejor aumento, ante la inflación que comenzaba a dispararse. Nosotros le agregamos la exigencia de recomposición de 7,6% por lo perdido en 2017. Con ese esquema simple y la campaña #MásParaEducación, logramos una movilización el 26F de más de 15.000 personas, la más grande desde 2016. El gobierno tuvo el acierto de leer rápido cómo habíamos invertido la situación y devolvió la pelota a nuestro terreno aceptando la indexación mensual, pero rechazando cualquier posibilidad de otro agregado. Entonces, con bastante debate, decidimos impulsar el rechazo. El gobierno se levantó de la mesa paritaria y sacó un decreto de aumento de 15,7%, en tres cuotas, sin cláusula gatillo. Desde ahí, con gran trabajo mediático, se fue imponiendo la idea de que el sindicato había negociado mal. Lo importante que leímos de la movilización, con posterioridad, es que gran parte de su masividad respondía a la expectativa de lograr un acuerdo alrededor de la contrapropuesta que habíamos hecho, y no la búsqueda de una confrontación total. Esta “base” a la que nos referimos son miles de trabajadores/as de la educación “desorganizados” que entran y salen de escena según se sientan o no “representados/as”, es decir, interpretados/as por el “sindicato”, al que ven como un elemento externo.

Luego de esa paritaria, el año estuvo marcado por la presencia constante del SUTE en la calle y en la vida pública local. Con la campaña #MásParaEducación; contra el cierre de cursos; por problemas de infraestructura; contra las reformas educativas (en especial, el protagonismo en Educación Superior y la unidad con el movimiento estudiantil); contra las reformas represivas y en las acciones unitarias nacionales y provinciales. El SUTE se convirtió, prácticamente, en la oposición política más notoria al gobierno de Cornejo.

En julio, tras meses en la calle exigiendo reapertura de paritarias, Cornejo anuncia que otorga la misma cláusula gatillo automática a las/os trabajadoras/es de la educación por decreto. Por un lado, una forma de evitar reabrir paritarias. Por el otro, una conquista. La experiencia de cobrar mes a mes la actualización según la inflación, fue clave en términos de conciencia. Nuestros salarios son muy bajos, pero si no hubiera existido esa actualización, habrían tenido un aumento acumulado del 15,7% a final del año, frente a una inflación de 49,5% acumulada según INDEC Zona Cuyo. En cambio, el aumento acumulado, en blanco, de enero 2018 a enero 2019, con el último tramo de aumento en noviembre y con la cláusula gatillo, termina siendo ese mismo 49,5%. Pensar que a esas/os miles les iba a dar lo mismo tener o no tener este reaseguro, o subestima el problema de conciencia que enfrentamos o subestima la realidad acuciante que estamos viviendo.

Otro aspecto es cómo nos encontramos orgánicamente para enfrentar esta situación. Para enfrentar esta situación, sería distinto si pudiéramos conducir en su totalidad el SUTE. Por el contrario, no sólo enfrentamos el ensañamiento del gobierno sin grandes posibilidades de unidad con los restantes estatales (en lo salarial), que vienen acordando desde 2016, sino que debemos enfrentar una lucha interna constante, y un sabotaje premeditado. ¿Hay alguna otra experiencia de un sindicato docente donde 2/3 de la estructura y seccionales estén en manos de la oposición? Hay quienes parecen olvidar que si la burocracia lograra reunificarse significaría que tendrían la conducción de hecho del SUTE. También parecen olvidar que este año estuvo atravesado por el intento, por ahora frustrado, de arrebatarnos una de nuestras seccionales más importantes (Guaymallén) y que la Azul-Naranja ganó una seccional (San Martín) por elecciones, aumentando su peso. Nuestras listas opositoras vaciaron cada acción debatida y acordada, con el único fin de debilitar al sindicato y al FURS. Hemos debido atravesar todo este período con el gobierno conociendo y potenciando nuestra interna, buscando nuevos interlocutores en la Azul Naranja. Por esto, en esa perspectiva, llegar a un cuarto decreto, no obtener nada y no poder garantizar un plan de lucha consecuente (por este problema de “desorganización”), era lo que necesitaban para terminar de debilitarnos al extremo.

Las propias diferencias en el FURS completan este cuadro. Y estas luchas internas también tienen impacto en la base que observan al sindicato gastar energías en su propia interna, alejándolos. Por eso, no sorprende tanto la exquisita combinación de izquierdismo y oportunismo en espacios como Tribuna Docente-PO. Aún no se recuperan de haber devastado ATE en su breve paso por la conducción, tras haber avalado métodos antisindicales como definir acuerdos paritarios por urnas (el método de la burocracia para evitar el debate colectivo y desentenderse de tomar posición pública), ni de haber acompañado la aventura de ATE Educación, sin hacer balance alguno al respecto. Pretenden traer los mismos métodos, con una coherencia notable: cada vez que hubo que hacer unidad con sectores de la Celeste y Azul Naranja contra el gobierno, como en las elecciones de Juntas Calificadoras y de Disciplina, se opusieron. Después festejaron la mejor elección en la historia del SUTE. Cada vez que se planteó la necesidad de hacer unidad con un sector de la burocracia contra otro sector de la burocracia, para evitar su unidad contra nosotros/as, con el fin de avanzar en puntos programáticos propios, se opusieron. Pero se unieron siempre que pudieron con esa misma burocracia, contra el FURS. Tribuna Docente-PO se ha dedicado a darle ropaje de izquierdismo a los intentos de corridas por izquierda de la Azul Naranja, la expresión esencial de los acuerdos de La Cámpora con Cornejo, de la CTA-T que no convoca a nada en la provincia, hoy vaciada, y con la que el PO coordina para aislar al SUTE, a través de la también vaciada CTA Autónoma.

A partir de este año y medio de conducción de un sindicato recuperado en las dichas condiciones objetivas y subjetivas cabe interrogarse: ¿hasta dónde es lícito entonar la soberanía de las bases contra lo que impulsa la burocracia y luego desentenderse absolutamente de lo que nos dice esa misma base cuando compromete nuestros objetivos? ¿Podemos sostenernos como conducción sólo apelando al activismo? ¿Podemos avanzar en una guerra sin ejército alguno? La prescindencia de esa “base” real es síntoma de infantilismo, es decir, de inmadurez, como señalaba Lenin. La subestimación del rol de las burocracias destronadas, a nivel organizativo, es subestimación de los niveles de conciencia que representan.

Vale la pena recordar el trayecto espectacular de ATEN Capital en Neuquén, con la Multicolor, desde la paritaria 2017 hasta la derrota electoral en el 2018. En esa paritaria, parte de la conducción multicolor apostó a aceptar un acuerdo que los llevó a coincidir con el TEP y festejarlo como un “triunfazo”. Esta posición dividió al frente, pero lo importante es que esa posición no impidió que esa misma conducción luego protagonizara una lucha ejemplar, como fue la huelga del 2018. Sólo una enorme inmadurez política puede no entender que un acuerdo salarial no implica una traición de principios. Esa misma inmadurez está en la base de que luego de tremenda gesta, se pierda la seccional que la encabezó por no lograr la unidad esperable después de esa experiencia. Un buen ejemplo de cómo la relación entre combatividad y claridad política no es lineal, y una no garantiza necesariamente la otra.

Por lo tanto, la pregunta principal que nos hicimos era si este acuerdo nos fortalecía o nos debilitaba de cara a esa base. Si nos permitía acercarnos o alejarnos más. Si nos fortalecía como conducción del SUTE o facilitaba el camino al regreso de la burocracia. Si estaban dadas las condiciones para una pelea de gran envergadura o todavía debíamos crearlas, con las dificultades ya mencionadas. Y si el mejor paso para crear esas condiciones de organización era aceptar o rechazar. El SUTE cerró el 2018 con un acuerdo salarial que le permite ir mes a mes con la inflación y otras mejoras de blanqueos, además de varias conquistas no salariales, entre las que se destacan las continuidades de miles y miles de suplentes, en peligro, entre otras. Cerramos con la victoria histórica en las elecciones de Juntas. Es decir, cerramos el año dejando en claro hacia adentro y hacia afuera que el SUTE tiene una conducción que está dispuesta a hacer lo necesario para reconstruir el sindicato. Y abrimos el 2019 enfrentando el tarifazo y la reforma el transporte público en nuestra provincia. Siempre a la cabeza de la lucha.

La apuesta es poder canalizar la militancia y la energía en la reconstrucción y reorganización del sindicato desde las escuelas, retomar varias iniciativas que permitan elevar la conciencia y dar el debate político-educativo saliendo de la situación defensiva. Al mismo tiempo, la sintonía con el conjunto de los/as estatales, nos permitiría armar un bloque común para salir a la calle por varias problemáticas comunes. Es decir, construir el ejército para la guerra, en vez de apurar nuestro fracaso.

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