La rotura de un dique de una represa de la minera Vale en Minas Gerais en el sureste de Brasil arrasó con una localidad entera, dejando decenas de muertxs y cientos de personas desaparecidas. Es el resultado del saqueo de las transnacionales a las cuales Bolsonaro quiere entregarle aún más territorios.
Miles de metros cúbicos de barro y residuos, muchos de ellos tóxicos, avanzaron al ceder un dique de la represa de la mina Córrego do Feijao a diez kilómetros de Brumadinho, Belo Horizonte. La avalancha que produjo sepultó todo a su paso, dejando cientos de personas desaparecidas entre trabajadorxs y habitantes de algunas casas rurales. Hasta el momento hay confirmadas 34 víctimas fatales.
La empresa Vale, propietaria de la mina, es un verdadero gigante: se trata del mayor productor de hierro en el mundo. En septiembre del año pasado distribuyó 2 mil millones de dólares en dividendos. Sin embargo, estas ganancias son el resultado de sus políticas de saqueo ambiental con legislaciones blandas sin preocuparse por ningún tipo de desarrollo sustentable. En nuestro país, la Barrick Gold lleva el registro de tres derrames de cianuro en solamente un año y medio.
Para casos de emergencia como el que ocurrió el viernes pasado, había un sistema de alarma para alertar y evacuar a lxs habitantes de la zona. Pero activistas territoriales denuncian que no existió ningún tipo de aviso sobre la rotura del dique -que podía llegar a contener hasta un millón de metros cúbicos- y tampoco ninguna asistencia desde la empresa o el estado.
En tanto, el presidente Jair Bolsonaro sobrevoló la zona del alud, dijo «lamentar» el hecho y hasta habló de castigar a los responsables. Sin embargo, el nuevo mandatario de Brasil no tiene otro programa justamente más que gobernar para las mineras como Vale. A eso apunta su resolución para «liberar» los territorios protegidos de las comunidades originarias para el beneficio de las trasnacionales y los terratenientes.
Los resultados de la miseria y el saqueo capitalista quedan a la vista en este atroz crimen contra la clase obrera y el pueblo, que destruye y degrada al mismo tiempo nuestro medioambiente y nuestras condiciones de vida.
La defensa de la lucha de los movimientos territoriales en defensa de la tierra y contra la expoliación y su unidad con todo el resto de los sectores que sufren el avance fascista en Brasil son una tarea inmediata para que este crimen no quede impune.