Como era de esperarse, el comienzo de 2019 traía consigo un escenario de enorme complejidad para América Latina. La asunción de Jair Bolsonaro dio un espaldarazo a las derechas latinoamericanas, junto al imperialismo yanqui, para reavivar la ofensiva contra el proceso bolivariano de cara a la juramentación de un nuevo mandato presidencial de Nicolás Maduro el próximo 10 de enero.
En una dinámica política que desde hace ya más de una década caracteriza a Venezuela, la derecha nuevamente busca articular un golpe de Estado que ponga fin a la revolución bolivariana. Durante el 2018 la oposición derechista al chavismo se vio fragmentada por sus propias internas y por lo tanto, derrotada en las contiendas electorales (la más resonante claro, fue la elección presidencial). Es así que en una maniobra prácticamente de manual y en la víspera del comienzo de un nuevo mandato presidencial, el titular (opositor) de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, al asumir su cargo, declaró que el organismo parlamentario no reconocería a Maduro en su nuevo mandato, por ser electo en comicios de nula legalidad. Guaidó, fue apoyado públicamente por el presidente colombiano Iván Duque.
Dicha declaración, tuvo como antecedente el pronunciamiento del Grupo de Lima, verdadero núcleo de la avanzada derechista en nuestro continente, en el que 13 países (entre ellos Argentina, Brasil, Colombia y Perú, y con rechazo de México) “instaban” a Maduro a no asumir la presidencia y llamar nuevamente a elecciones. Al mismo tiempo dejaban abierta la ruptura de las relaciones diplomáticas y apoyar un bloqueo económico que ya cuenta con el antecedente de numerosas sanciones económicas. Sus miembros, que han festejado la asunción de un fascista como Bolsonaro, que llegó al poder mediante una campaña plagada de “fake news”, y cuyo predecesor gobernó gracias a un golpe institucional, parecen erigirse como los paladines de la democracia y no muestran ningún prurito en cuestionar a un mandatario que llega por la vía democrática.
En el mismo sentido, los “defensores de la democracia” han sido cómplices, desde la asunción de Maduro, colaborando de una u otra manera con las acciones en contra de Venezuela. Nos referimos a esa guerra no declarada, de cuarta generación, que apuesta a generar el caos interno para promover la intervención extranjera, a través del deterioro del apoyo social en base a la crisis económica, las acciones de violencia paramilitar, el aislamiento mediático internacional mediante diferentes acciones de hostigamiento político y económico. El episodio más extremo fue el intento de asesinato de Maduro mediante un dron el año pasado. Junto con esto, también vienen intentando “quebrar” la unidad de las FANB para apoyarse en un sector de estas en el desarrollo de los planes contra el Chavismo.
La reunión del grupo de Lima tuvo lugar el 4 de enero, posterior a la visita del jefe del departamento de Estado estadounidense, Mike Pompeo, quién ajustó detalles con la diplomacia brasilera y colombiana de cara al encuentro “limeño”. Más allá del plano específicamente político, no se puede dejar de lado que la ofensiva imperialista está enmarcada en la guerra comercial con China, quién justamente se ha convertido en el principal sostén económico de Venezuela y tiene enorme influencia en la región.
Las conexiones entre la derecha venezolana, el imperialismo, y los gobiernos neoliberales latinoamericanos son evidentes e incluso no son un elemento novedoso. El contexto actual del continente, sin embargo, hace que las alertas sean mayores que en otros momentos. Sumado a esto, debe ponerse en relieve la acuciante situación económica venezolana. La enorme devaluación y el desabastecimiento son cuestiones que impactan en la base chavista, la que sin embargo, sigue dando muestras de apoyo planificando movilizaciones masivas para el 10 y 11 de enero. Si hay algo de lo que el pueblo venezolano está convencido es que, de caer el chavismo, la revancha de clase de los sectores más conservadores de la sociedad, se hará sentir en las espaldas de los más pobres.
En diversas declaraciones hemos afirmado que la única salida a la situación venezolana es que se profundice la participación popular, que sea justamente el poder de los organismos populares los que tomen mayor relevancia dentro de la alianza policlasista que caracteriza al proceso bolivariano, que medidas como el no pago de la deuda externa y la nacionalización del comercio exterior podrían dar algunas respuestas en el plano económico. Ahora bien, del mismo modo, no hemos dejado nunca de apoyar al pueblo venezolano en su lucha, y la actual situación nos lleva a reforzar más que nunca este posicionamiento. La derrota del chavismo sería una estocada letal para el conjunto de los pueblos de nuestrámerica. Frente al aislamiento diplomático y el cerco mediático que se va a levantar hay que expresar en las calles y en una verdadera coordinación internacionalista nuestro apoyo a Maduro y al pueblo venezolano.
¡Abajo los intentos golpistas en Venezuela!
¡Fuera yanquis de América Latina!